La infanta Elena, primera hija del rey Juan Carlos I, siempre fue considerada la más discreta de los borbones. Alejada de los focos mediáticos que persiguen a su hermana Cristina o a su cuñada Letizia, ha intentado mantener su vida privada al margen. Sin embargo, incluso ella ha vivido capítulos que han dejado huella. Y no hablamos solo de su matrimonio fallido con Jaime de Marichalar.

Uno de los episodios más comentados, aunque pocas veces reconocido abiertamente, fue su romance con Cayetano Martínez de Irujo, hijo de la duquesa de Alba. Ambos tenían en común su pasión por la hípica y valores aristocráticos. Su conexión evidente. Juan Carlos I y Sofía le veían como el yerno ideal. Los rumores no dejaban de crecer en círculos nobles y conversaciones en círculos de las altas esferas.

Cayetano Martínez de Irujo

Mochilas del pasado no permitieron a Cayetano avanzar con la relación

Pero aquella historia, que parecía tener todos los ingredientes para convertirse en un matrimonio muy conveniente para la casa real, terminó de forma inesperada. Y dolorosa. Según fuentes próximas a Palacio, fue Cayetano quien decidió poner distancia entre ambos, apenas tres meses después de haber comenzado a tener una relación más íntima. La infanta Elena, profundamente ilusionada, quedó devastada.

El motivo, sin embargo, no fue una falta de afecto. La verdadera razón residía en un pasado traumático que Cayetano nunca logró superar del todo. El aristócrata ha hablado abiertamente en ocasiones de los abusos físicos y emocionales que sufrió durante su infancia a manos de sus cuidadoras.

Cayetano Martínez de Irujo

Un trauma infantil que lo marcó de por vida

Según el propio Cayetano, recibía palizas sistemáticas que, como él mismo reconoció a Risto Mejide en una entrevista, le llevaron “a tener miedo a las mujeres”. Y que lo marcaron de por vida. En más de una ocasión, estos episodios lo llevaron a ser ingresado en centros hospitalarios para superarlos con tratamiento psicológico.

Este oscuro pasado fue un obstáculo insalvable para avanzar en una relación con una miembro de la familia real. Aunque la infanta Elena jamás juzgó ni se alejó por esos motivos, Cayetano entendió que no podía arrastrarla a una vida marcada por sus desequilibrios emocionales y heridas internas. No se sentía preparado para asumir el rol de consorte de una figura pública tan importante ni para convivir bajo el peso de las exigencias institucionales. Mientras tanto, para Juan Carlos I, que veía en Cayetano un yerno ideal, fue una decepción difícil de digerir.