La publicación de ‘Reconciliación’, la autobiografía del rey emérito Juan Carlos I, no ha pasado desapercibida en los pasillos de Zarzuela. Ha sido anunciada como un relato personal, escrita en colaboración con la historiadora Laurence Debray.
No obstante, su aparición ha encendido todas las alarmas en el entorno de la Casa Real. Tanto es así que, según ha trascendido, altos cargos de Palacio se pusieron en contacto directo con Debray para intentar detener su publicación.
Juan Carlos I intenta arreglar su imagen antes de que sea tarde
El libro, que verá la luz en noviembre y será editado por Planeta, no es una biografía corriente. Es un intento de Juan Carlos I por rehacer su imagen pública tras años de escándalos financieros, conflictos familiares y exilio voluntario en Abu Dabi. Una redención ante el pueblo español del que se ha aprovechado y mofado durante años. Cuando encara la recta final de su vida, el emérito pretende que cale esa imagen que siempre quiso aparentar y dejarla para la historia.
En sus páginas se recogen episodios que él considera luminosos en su reinado como la Transición. Como si la imposición de un rey hubiera sido un gesto de libertad y no la continuidad de la dictadura. Pero también otros capítulos más oscuros. Entre ellos, los vínculos con Corinna Larsen, las cuentas opacas o la abdicación forzada.
Casa Real intentó evitar la elaboración de las memorias de Juan Carlos I
Sea como sea, en Zarzuela hay nervios por lo que saldrá a la luz. Juan Carlos no ha consultado con Felipe para la publicación de este libro. "Siento que me roban mi historia", escribe el emérito en el anuncio de Planeta de la publicación del libro. Y en la casa real se teme que, en lugar de conseguir la “reconciliación” que anuncia en el título, se aumente la animadversión ya existente hacia la monarquía española.
Tanto es así que desde la casa real se contactó con Laurence Debray para evitar que el libro tirara para adelante. Se le pidió negociar que no saliera a la luz. Una petición que, como se ha hecho evidente, cayó en saco roto.
La historiadora, reconocida por su objetividad y por su independencia intelectual, se negó a ceder a las presiones. Su objetivo era claro: cumplir por lo que se le ha pagado. Es decir, permitir que el rey emérito hablase con su propia voz, sin filtros, sin intermediarios, y sin el control que históricamente ha ejercido la Casa del Rey sobre su relato público.