La discreción se ha convertido en una norma obligatoria en el entorno de Juan Carlos I. Desde hace semanas, todo el personal que lo acompaña ha tenido que firmar una cláusula de confidencialidad estricta. El objetivo es que nadie hable de su estado de salud. Especialmente, de su memoria.

El rey emérito ha intensificado su vida en España, con visitas frecuentes a Sanxenxo, donde las regatas le sirven como excusa para mantenerse activo. Pero ya no es el hombre que fue. El deterioro físico y cognitivo es evidente para los que conviven con él. Y eso, según fuentes próximas, le provoca una mezcla de vergüenza, rabia y miedo.

Joan Carles I a Sanxenxo, maig 2025 / EFE
Juan Carlos I en Sanxenxo / EFE

La edad no perdona a Juan Carlos I

En sus círculos más cercanos ya se comenta que pierde recuerdos recientes, que a veces repite conversaciones o confunde datos básicos. También que vive con una percepción distorsionada del pasado. No reconoce del todo sus errores. Tampoco acepta con facilidad lo que está ocurriendo a su alrededor.

A sus 87 años, el ex monarca enfrenta problemas graves de movilidad. Lleva años arrastrando una artrosis severa que le ha dejado la pierna izquierda inmóvil. Apenas camina sin ayuda. Aunque debería usar silla de ruedas, se resiste. Prefiere mantener el bastón y la apariencia. No quiere que se le vea como una persona dependiente o vencida.

La familia también está preocupada. Las infantas Elena y Cristina han comenzado a movilizarse. Quieren que Felipe VI intervenga. De hecho, su hija mayor ha viajado con él a Portugal. Allí, en Cascais y Estoril, han visitado varias propiedades. Se espera que este verano pueda instalarse allí definitivamente.

Infanta Elena i Joan Carles amb amics
Infanta Elena i Joan Carles amb amics

El estado cognitivo de Juan Carlos I es preocupante

Pero lo que más inquieta en Zarzuela no es solo la salud. Es la posibilidad de que, en uno de sus lapsus, revele información comprometida. Juan Carlos I habla más de la cuenta. Por eso, según explicó el periodista Diego Arrabal, se han intervenido sus llamadas. El objetivo es evitar que algún comentario inoportuno dañe la imagen de la Corona.

En 2021 ya se publicó que sufría una “leve incapacidad cognitiva”. Desde entonces, la situación habría empeorado. Ya no distingue con claridad entre lo que pasó y lo que cree que pasó. Tiene dificultades para valorar sus propios actos. Se justifica, se victimiza y sigue sin asumir que sus decisiones le llevaron al autoexilio.

El rey emérito no quiere que el público vea esta versión de sí mismo. Por eso ha tomado medidas. Quiere silencio a su alrededor. Y ha exigido que su personal guarde secreto absoluto sobre su día a día. Nadie debe contar que la memoria le falla.