Aunque nació en el seno de una de las familias más poderosas de Europa, la infanta Cristina ha vivido una existencia llena de sombras emocionales que han marcado su carácter y su salud mental. Lejos de la imagen de princesa feliz que muchos quisieron proyectar, su vida ha estado marcada por heridas silenciosas, muchas de ellas provocadas dentro de su propio entorno familiar. Una de las más profundas: su relación con su madre, la Reina Sofía.

Pese a que nunca le faltó afecto institucional, ni comodidades materiales, Cristina nunca se sintió verdaderamente querida y valorada por su madre. Desde que eran pequeñas, tanto Cristina como su hermana Elena fueron testigos de la obsesión emocional que Sofía desarrolló hacia su hijo varón, el actual rey Felipe VI. Para la reina, el príncipe no solo era su heredero, sino también su razón de ser, su proyecto más personal.

Juan Carlos, Sofía, Felipe, Elena, Cristina y sus perros / Gtres

La reina Sofía siempre ha tenido predilección por Felipe

Este trato desequilibrado no pasó desapercibido para Cristina, que desde muy joven sintió el peso del abandono emocional. En su adolescencia, esta falta de reconocimiento afectivo se convirtió en una herida abierta que jamás llegó a cerrar del todo. Cristina no perdonó el favoritismo, y lo que comenzó como un resentimiento silencioso, fue ganando espacio en su interior hasta convertirse en un complejo profundo que, según diversas fuentes, aún hoy sigue siendo motivo de terapia psicológica.

Mientras Felipe acaparaba la atención, el afecto y los esfuerzos de Sofía, Cristina se refugiaba en los estudios y en su deseo de construir una identidad lejos del foco mediático. Sin embargo, su inseguridad emocional, marcada por esa infancia desigual, acabó influyendo también en su vida personal. El posterior escándalo con Iñaki Urdangarin y el proceso de divorcio que vivió, no hicieron sino reabrir viejas heridas.

Cristina y Sofía en el cumpleaños de Elena / Gtres

Brecha insalvable, no hay marcha atrás

La situación también afectó a Elena, aunque en menor medida. Al ser mayor y de carácter más fuerte, supo gestionar mejor el desplante materno, aunque nunca dejó de ver con preocupación cómo su hermana pequeña se desmoronaba poco a poco, sin entender por qué nunca fue la prioridad para su madre.

Lo cierto es que Cristina, incluso hoy, guarda una distancia emocional con Sofía. Aunque públicamente mantienen las formas, en privado la relación sigue siendo tensa y fría. La infanta, según personas de su entorno, ya no es posible sanar esas cicatrices invisibles que se originaron en su adolescencia.