11 de abril del 2012. Botsuana. El rey Juan Carlos, armado con un rifle Rigby Espress de calibre 470. El entonces todavía jefe del Estado español dispara siete veces. Un elefante cae a sus pies. Se hace la foto de rigor, orgulloso con su trofeo y vuelve tan feliz con la expedición que lo acompaña, el multimillonario sirio Mohamed Eyad Kayali y Corinna zu Sayn-Wittgenstein, a rematar la faena. Una imagen vergonzosa. Impropia y retrógrada. Y el principio del fin. El Lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir, uno de los paradigmas de las palabras vacías e hipócritas perpetradas por el emérito, todavía resuenan.

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Siete meses después de aquello, el gobierno del país africano adopta la decisión de prohibir la caza de elefantes: "Disparar los animales puramente por deporte o para conseguir trofeos no es compatible con nuestro compromiso de preservar la fauna local como un tesoro nacional". La normativa entra en vigor en el 2014. Botsuana es el hogar de una tercera parte de los elefantes del África. Y veremos si continúa así o no. Porque a partir de este jueves, volverán a estar bajo el punto de mira de las balas de los cazadores. Porque el gobierno de aquel país ha dejado sin efecto la prohibición post rey español. Vuelve a estar permitido disparar a elefantes. Juan Carlos ya prepara las maletas. Ganas de volver a sacar el rifle a pasear, nunca le faltan.

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¿Los polémicos motivos? La superpoblación de elefantes en diferentes zonas, los daños en tierras de cultivo y los beneficios económicos que pueden conseguirse con la explotación de la caza de estos animales organizada por diferentes safaris. Últimamente a JC se lo ve a menudo, ahora que tiene -todavía- más tiempo libre, por diferentes corridas de toros. Veremos si cambia de animales. Y si el padre de Felipe tiene memoria de elefante y recuerda la promesa que hizo... Mucho nos tememos, sin embargo, que su no volverá a ocurrir pueda quedar en el olvido.