A la manifestación españolista de Barcelona de este domingo le ha pasado como a las primeras grandes concentraciones independentistas: era mucha gente, no se sabía gran cosa, reivindicaban una causa simpática.

La prensa internacional trata la mani con el beneficio de la novedad. Por una parte, la "competencia", los eventos independentistas, ya están muy vistos entre los corresponsales y sus jefes. Ver a una multitud ondeando banderas españolas en la capital catalana es una completa sorpresa en un escenario dominado por las organizaciones indepes. Eso ofrece una ventaja: que la cobertura es más blanda, más genérica y girando a simpática.

Para los corresponsales, esta marcha es muy bienvenida porque pueden venderla como una novedad a su redacción, a miles de kilómetros de distancia. No es la misma historia de indepes de siempre. Ahora son "los otros" quienes ocupan la calle. Es un conflicto y los conflictos se venden bien. Son voces nuevas y las novedades se venden bien.

Carne y hueso

La narrativa general de los corresponsales en las crónicas de este domingo es la de quien descubre que, en Catalunya, el bloque de los que no aceptan la independencia son gente con voz y razones.

Hasta ahora, del contrapunto al secesionismo se ocupaba el gobierno español y los partidos unionistas. Este domingo, sin embargo, los corresponsales han podido hablar con su gente, de carne y hueso, gente tan simpática y apasionada como los indepes. Además, estaban ausentes y los periodistas no han ofrecido otras versiones. Casi ha desaparecido su habitual automatismo de preguntar al otro lado.

Por otra parte, muchos de los periodistas que escriben las crónicas este domingo son novatos en el tema. Es un factor más importante de lo que parece. Esos periodistas son parte del refuerzo que han recibido los titulares (The New York Times ha hecho venir un equipo desde Londres, por ejemplo, y no es el único), o porque los titulares libran después de la intensa semana que arranca con la represión policial del 1-O y el paro por el país del 3-O.

Todo suma para que las crónicas tengan una mirada menos cargada de contexto, y que falten matices y detalles que, en el caso del mundo indepe, son bien conocidos y explicados, tanto porque los corresponsales que llevan tiempo cubriendo el conflicto los conocen, como porque los indepes, hasta ahora, podían decir sin mentir que las calles "son siempre nuestras" y ganaban también, no sólo, por incomparecencia de otros.

Mal aclimatados

Los corresponsales veteranos, por ejemplo, conocen bien las diferencias entre CUP y JxSí y saben explicarlas. Ignoran, sin embargo, las variedades del unionismo, con el que han tenido menos contacto. Por ejemplo, saben qué son la ANC y Òmnium, pero no SCC —quién hay detrás, quién la mueve, cuál es su representatividad real.

Los periodistas nuevos no están bien aclimatados. Normal. Cometen pifias como el de The Washington Post, que describe al PP como "un partido democristiano", no explica que gobierna en minoría ni su baja representatividad en Catalunya. También se impresiona porque una joven manifestante explica: "Confieso que tengo un poco de miedo: me han llamado 'puta fascista' en redes sociales". Ejem.

Los novatos enviados de The New York Times dan importancia a un señor que declara: "¡No toda Catalunya está en favor de la independencia!"... y sigue. ¿Hola? Los principales diarios italianos, Corriere della Sera y La Repubblica, compran lo de "la mayoría silenciosa", pero no comprueban ni comparan las cifras de participantes.

Otros reeditan historias rancias y superadas, enganchadas a fuentes de parte, como The Wall Street Journal, con un reportaje titulado "La campaña por la independencia siembra divisiones entre las familias y los amigos", que abría su web europea. A Le Monde le pasa una cosa parecida con su recopilación de testimonios de manifestantes: todo está muy visto.

Detalles

Al mismo tiempo —les pasa a todos, incluidas las agencias— no dan importancia a los gritos de "¡Puigdemont en prisión"!, que equiparan al "¡Yo soy español, español, español!", ni al colegueo con los agentes que el 1-O agredieron a los votantes, el acoso a los Mossos o a la expresión masivamente en lengua castellana de los presentes, las pancartas, los discursos. No es fácil para los periodistas extranjeros, más si son rookies en el tema. Todo les rebasa. Casi ninguno se ha preocupado de comentar que ha llegado de fuera de Catalunya, o que Vargas Llosa es parte de "Libres e Iguales", un sector muy duro del unionismo. Etcétera.

Las agencias internacionales, de donde toman la información casi todos los medios del mundo que no tienen periodistas en Barcelona, han hecho crónicas más frías, como es costumbre. A la hora de publicarlas en sus webs, sin embargo, han ganado mejor posición más rápidamente, que las informaciones de movidas indepes. Es lógico. Es el fenómeno de la novedad: muchos no han visto nunca una mani como la de ayer, que cierra todo un Premio Nobel, y resulta que era españolista o unionista o llámale B. La batalla por el relato tiene recodos inesperados.