El complejo mapa electoral del independentismo catalán cara a las elecciones del próximo 21 de diciembre tiende a aclararse. Habrá tres candidaturas separadas y un cierto pacto de no agresión para que todas ellas puedan llegar a pasar separadamente el rastrillo de los votos indecisos allí donde una única candidatura no acaba de recogerlos todos. El president Puigdemont y Oriol Junqueras se confrontarán como cabezas de cartel con fórmulas aparentemente diferentes y sin que se sepa cual será su situación procesal llegado el momento. Puigdemont trabaja en una lista con dos claros parámetros: ni es la lista del PDeCAT, ni tampoco están los nombres más representativos del PDeCAT y de la antigua Convergència. En consecuencia, la participación del PDeCAT será instrumental para gozar de las preferencias de un partido parlamentario a la hora de la logística que tiene que ver con ayudas económicas y presencia en los bloques electorales. Para lo demás se busca un nombre como Barcelona en Comú que repita el esquema de Ada Colau en el Ayuntamiento de Barcelona. En este caso debería llevar la palabra 'Catalunya' y preferiblemente una mirada hacia el referèndum del 1 de octubre.

El president tiene carta blanca de su partido al que las siglas y la historia le pesan mucho más de lo que parece. Tanto es así que una formación política fundada en julio de 2016 para enterrar a CDC no habrá concurrido con su nombre ni a las españolas de junio 2016 ni ahora a las catalanas. Habrá independientes, alcaldes y una renovación importante. Y, seguramente, en cabeza de las cuatro circunscripciones los consellers presos o en el exilio. El vendaval Puigdemont arrastra hasta la coordinadora del PDeCAT, Marta Pascal, que se centrará en las municipales de 2018 y no irá en la lista. La convicción generalizada de que la sentencia del caso Palau acabará saliendo durante las cinco semanas que faltan hasta el 21-D también actúa de catalizador para separar al máximo cualquier vínculo de la lista con la corrupción.

Si la candidatura Puigdemont es básicamente una candidatura de personas, la lista de Oriol Junqueras es sobre todo de un conjunto de formaciones políticas que amplían a ambos lados el espacio electoral tradicional de Esquerra. Demócratas de Toni Castellà le da una pátina hacia la derecha democristiana y dos escisiones del PSC, Avancem y MES, le acercan al espacio socialista. Si, al final se incorporara Dante Fachin haría un guiño al electorado de Podemos. Junqueras llega a estas elecciones con buena parte de los deberes hechos. Esquerra ha sabido beneficiarse de las fragilidades del PDeCAT y Junqueras con una política de incorporaciones generosas ha ensanchado la base del partido, le ha dado credibilidad al proyecto y lo ha situado en la parrilla de salida como una formación claramente en cabeza.

La tercera formación independentista, la CUP, ha cerrado este domingo su participación en los comicios, un hecho que era importante para impedir que una parte de su electorado acabara en los comunes. La CUP mirará de incorporar a otras formaciones de su espacio anticapitalista para blindar por la izquierda los votantes huérfanos que puedan haber. Repetir la mayoría absoluta en escaños y alcanzar, al fin, el 50% de los votos es el objetivo del 21-D. Un reto nada fácil con la aplicación del 155, el Govern en prisión o en el exilio y la ocupación de facto de las instituciones catalanas. Pero tampoco imposible si cada una de las tres candidaturas juegan con habilidad sus cartas y priorizan las ganas de ayudarse por encima de las de destrozarse.