En el camino europeo hacia la descarbonización y la soberanía energética, a Catalunya no le calienta el sol lo suficiente ni le sopla el viento de cara. Ni la carrera por el parque eólico marítimo delante del golfo de Roses que tiene que arrancar mañana con la aprobación de los Planes de Ordenación del Espacio Marítimo por parte del Gobierno, ni los cuatro parques eólicos aprobados recientemente suponen impulso suficiente para que Catalunya se ponga al día con los objetivos de 2030 de energía eólica. Tampoco son suficientes las últimas Declaraciones de Impacto Ambiental, después de que el pasado 25 de enero se cumpliera el plazo del Gobierno a partir del cual no se podrá pedir más conexión a la red y se resolvieran las evaluaciones que quedaban pendiente.

Las evaluaciones ambientales positivas abrieron el camino a la aprobación e instalación de 10.256 MW de energía eólica en el estado español, de los cuales en Catalunya solo fueron aprobados 62 megavatios, según el recuento hecho por la patronal española, Asociación Empresarial Eólica, aunque Eoliccat ha hecho unos cálculos más favorables a que afirman que fueron 202 megavatios, contando la última declaración favorable del parque Galatea, que inaugurará la eólica en la Costa Brava. Muy lejos, en cualquier caso, de las cifras que necesita para avanzar en el camino de las renovables.

La Generalitat puede sacar adelante sin permiso del estado los parques eólicos menores de 50 megavatios, pero requiere la autorización del estado para los que tienen una potencia superior. Los 202 autorizados en Catalunya están lejos de comunidades como Galicia, que ha aprobado 2.946 megavatios, Aragón, 2,898, Castilla y León, 2.266, aunque las características del territorio son diferentes. Con 1.324 megavatios en servicio y 637 en tramitación, Catalunya se quedó el año 2021, con una generación eléctrica renovable del 17,5%, muy lejos del 46,7% que generó España. Si lo miramos en megavatios, Catalunya está lejos de los 6.403 en servicio en Castilla y León, de los 4.435 en Aragón o de los 3.955 en Castilla y la Manxa, y a un nivel muy similar de una comunidad tres veces más pequeña como Navarra.

El próximo martes, tal como anunció el pasado jueves la ministra Ribera, se arrancará la carrera para poner turbinas en el mar que, en un plazo de ocho-diez años aproximadamente, podrá sumar desde el mar una potencia de entre 500 y 1.200 megavatios al parque eólico actual. Si sumáramos a los 1.324 que hay en funcionamiento el máximo de este potencial, 1.200 megavatios, y los 637 megavatios en tramitación total, Catalunya podría sumar 1.837 megavatios a los actuales y alcanzar algo más de 3.100 MW.

Son cifras muy optimistas que todavía dependen de varias aprobaciones, trámites y variables y, aun así son 3.000 menos, la mitad, de los objetivos de la Generalitat hacia 2030, que son de 6.234 megavatios, repartidas entre 5.324 terrestre y 1.000 de eólica marina. "Es imposible llegar", asegura Joaquim Brun, ingeniero especializado en renovables y responsable del Grupo de Trabajo de Energía Eólica. Por lo que respecta a la eólica marina, que el parque que se prevé en la Costa Brava esté terminado para el 2030 es también un hito optimista.

500 megavatios el año hasta 2030

Llegar a los objetivos de 2030 implicaría, para Catalunya, aproximadamente, hacer cada dos años lo que se ha hecho en los últimos veinte en términos de instalación de eólica, y este ritmo parece poco probable alcanzar en el próximo año en función de los proyectos en tramitación y las Declaraciones de Impacto Ambiental Favorable.

Se puede decir, a pesar de todo, que Catalunya ha hecho en los últimos meses más trabajo que en los últimos 10 años por lo que hace la eólica, porque está a punto de empezar cuatro parques eólicos, cosa que no había hecho en los diez años anteriores. Pero la suma de todos ellos es de 101 megavatios, un paso muy pequeño en comparación con el gran salto que tendría que dar Catalunya. Naturgy, con 48 megavatios en dos parques eólicos ubicados en Vilaba dels Arcs, Eolia, con 44 megavatios en la Granadella (Les Garrigues), y Syidis, con 7,5 megavatios en el Perelló, han sido los impulsores privados.

La dificultad de los trámites administrativos, que hace que se tarde años a sacar adelante los proyectos, y la resistencia de los territorios son las dos principales objeciones que ha encontrado la eólica a Catalunya en los últimos años, como de hecho pasa en prácticamente toda Europa en diferentes niveles. Todo el mundo quiere eólica, pero nadie la quiere cerca de su casa o de sus campos, e incluso los Ayuntamientos se oponen muchas veces a que se instalen grandes parques eólicos cerca.

La nueva normativa europea para la autorización de eólica, que rebaja los requisitos ambientales, permitirá reconocer los proyectos de renovables como "de interés público superior" y tienen que agilizar los trámites para implantar estos proyectos en territorios que no sean reserva natural.

Para superar los contratiempos, a los nuevos presupuestos, la Generalitat ha aprobado 180 millones de euros para la instalación de proyectos de energía renovable (un 50% más que el año anterior), así como reconoce como positivo el silencio administrativo en parques menores de cinco megavatios. La contratación de 75 personas para tramitar los expedientes, además de empezar una energética pública que tiene que hacer que los edificios públicos aceleren el proceso de descarbonización.

Ninguno de estos esfuerzos parece suficiente para construir 500 megavatios por año a Catalunya, aunque el presidente de la patronal catalana del sector Eoliccat, Víctor Cusi, prefiere hablar de un reto "muy difícil" que no de imposibles. "Celebramos que haya un pacto de gobierno que se tome seriamente la eólica", dice Cusí, que con todo reconoce que es "insuficiente" el ritmo de los últimos meses, cuándo se aprobaron 200 megavatios de declaraciones ambientales positivas a Catalunya acumuladas del último año.

"La eólica es compatible con la agricultura, si ves parques de la Terra Alta están cultivando en la base de los aerogeneradores", defensa Cusí, en respuesta a las crecientes voces críticas contra la eólica por su impacto sobre los medios rurales. "La transición energética implica poner máquinas en el jardín, se tienen que ver, es lo que hay, no podemos seguir quemando combustibles fósiles, que quizás no se ven tanto, pero sí que contaminan, generan una columna de humo y se tienen que comprar a países extranjeros", desarrolla.