La marca china de moda rápida Shein, que hasta ahora solo tenía presencia online, acaba de abrir una tienda de mil metros cuadrados en la sexta planta de los grandes almacenes BHV Marais, el templo parisino del lujo. Es la primera tienda física que abre la empresa, y lo hace con la complicidad de la Société des Grands Magasins, el imperio inmobiliario que opera BHV Marais y Galeries Lafayette.

Shein, al igual que su competidora Temu, venden a través de una plataforma productos fabricados en China que son enviados directamente y de forma gratuita a casa de los compradores, en cualquier país del mundo. Se trata de productos muy baratos porque su coste de fabricación es muy bajo y porque pueden entrar en Europa y en EE. UU. sin pagar aranceles. En la fabricación no se han respetado los estándares laborales y medioambientales de los países de destino, y muchos de los artículos son imitaciones fraudulentas. Shein se aprovecha de que los consumidores occidentales tenemos una conciencia social y medioambiental frágil. La tentación de comprar artículos «de lujo» a precios muy bajos es mucho más poderosa que el rechazo a una empresa que no tiene valores. En Francia especialmente, Shein es una alternativa barata a unas marcas de lujo muy caras; marcas con las cuales, curiosamente, la empresa china compartirá espacio en BHV Marais.

La apertura de la tienda convocó a compradores ávidos de adquirir artículos «de lujo» a precios muy bajos en unos grandes almacenes conocidos por sus precios elevados. Pero también a tenderos que se quejaban de la competencia desleal de Shein y que gritaban a los compradores que hacían cola. Incluso los empleados de BHV Marais dejaron las cajas registradoras durante unas horas y se sumaron a la protesta por la apertura. Hubo momentos de tensión que obligaron a la policía a intervenir para mantener el orden.

Las organizaciones de consumidores organizaron una recogida de firmas contra la apertura de la tienda. Algunas de las marcas francesas presentes en BHV Marais han abandonado los grandes almacenes en señal de protesta. Finalmente, 12 federaciones de tenderos y 100 grandes marcas han presentado una demanda colectiva contra Shein. Acusan a la empresa de haber engañado a los consumidores durante los últimos años mediante promociones falsas y vendiendo artículos que no cumplían las normas francesas y europeas de seguridad y consumo. Las empresas piden hasta 3.000 millones de euros en daños y perjuicios.

La tentación de comprar artículos «de lujo» a precios muy bajos es mucho más poderosa que el rechazo a una empresa que no tiene valores

Shein ya se enfrentaba a una investigación del gobierno francés después de que se descubriera que en la plataforma se ofrecían muñecas sexuales de apariencia infantil, armas, cosméticos no autorizados, juguetes peligrosos para niños, productos falsificados y electrodomésticos defectuosos. Las autoridades cerraron el acceso a la plataforma de Shein durante dos días, durante los cuales los agentes de aduanas inspeccionaron todos los paquetes de Shein que habían llegado al aeropuerto Charles de Gaulle. El resultado fue clamoroso: el ochenta por ciento de los 200.000 paquetes registrados no cumplían las normas francesas y europeas.

El gobierno francés está preparando una medida anti-Shein que añadiría 10 euros de impuestos al precio de las prendas de Shein y Temu, que obligaría a las empresas a informar de las condiciones en que se han fabricado sus productos y que prohibiría la publicidad de la marca y penalizaría a los influencers que promocionaran sus productos. Por su parte, los reguladores europeos han anunciado que a partir de enero se aplicará un impuesto a los paquetes pequeños que lleguen a la Unión Europea procedentes de China.

Shein continuará vendiendo en Francia y en todo el mundo. La única medida efectiva para luchar contra una empresa que no respeta los estándares sociales y medioambientales de Europa y EE. UU. y que, por lo tanto, hace competencia desleal a las empresas de estos países que sí los cumplen es apelar al poder que tenemos los consumidores de no comprar artículos de determinadas marcas. Pero para que la lucha sea efectiva es necesario que los consumidores que decidan no comprar a empresas sin valores sean mayoría. Si crees en el comercio local, no compres en Amazon. Si piensas que las empresas de reparto de comida a domicilio son la esclavitud de nuestro tiempo, no pidas la cena en Glovo y ve a buscarla tú mismo. Pero a pesar de la conciencia que manifestamos tener, caemos en la tentación y acabamos pecando.