El plasma humano es la parte líquida, viscosa y amarillenta de la sangre, que no contiene células, pero sí toda una serie de moléculas con capacidades terapéuticas importantes. Los derivados de plasma humano, consecuentemente, son un producto farmacéutico con demostrada eficacia para pacientes con infecciones, traumatismos, anemia y hemorragias, por ejemplo; un pilar tan básico de la medicina moderna como lo son también los antibióticos o los analgésicos. Así pues, la demanda de plasma ha experimentado un crecimiento exponencial en las últimas décadas.

La OMS ha impulsado tradicionalmente la donación no remunerada de sangre y derivados, teniendo en cuenta el principio de nada extra commercium, que aplica también a cualquier otra donación. De acuerdo con esta recomendación, dar plasma, en España, desde 1985, como en otros territorios de la Unión Europea y el Canadá, igual que para las donaciones de sangre o, incluso, otros órganos, se trataba de un acto altruista y por el cual el o la donante no obtenían ningún beneficio económico. De hecho, la retribución económica por donaciones de plasma estaba estrictamente prohibida, ya que, tradicionalmente, se han considerado las donaciones como un deber civil, regido por un principio no lucrativo. Pero recientemente, la Unión Europea ha aprobado una normativa por la cual se pueden remunerar a los donantes de plasma, reclamación histórica de algunas empresas catalanas, pero que genera cierta controversia a la sociedad.

Pensando en mentalidad empresarial, podría parecer incoherente que sean justamente las empresas de producción de productos derivados del plasma las que reclamen pagar a los donantes, ya que eso va en detrimento de sus finanzas. Hay que tener en cuenta que, obviamente, los derivados de plasma no se pueden producir sin las donaciones; es decir, el donante es la pieza clave para poder conseguir un beneficio futuro. Y a partir de la pandemia de la Covid-19, la dificultad ya existente para encontrar donantes se acentuó, llegando a una situación de no autosuficiencia en Europa.

De hecho, hay que tener en cuenta que, paradójicamente, en España, aunque se prohibía el cobro por la donación de plasma, sí que se permitía la producción de sus derivados usando plasma obtenido en otros países donde las donaciones eran retribuidas con el fin de cubrir las necesidades de los derivados de plasma, no suficientes con las donaciones altruistas. ¿En consecuencia, para evitar la dependencia de otros países, principalmente de los Estados Unidos, había que buscar un incentivo para favorecer las donaciones, y qué incentivo es el mejor para motivar a la humanidad? Sin ningún tipo de duda, sacar un rendimiento económico de sus acciones.

Si en vez de importar plasma, se puede obtener directamente en nuestro país, se podrán crear nuevos puestos de trabajo y generar unos 600 miliones de euros el año para el conjunto de donantes

Así pues, si en vez de importar el plasma, se puede obtener directamente en nuestro país, tal como afirman las empresas impulsoras, se podrán crear nuevos puestos de trabajo y, si tenemos en cuenta unos sesenta euros por donación y el total de donaciones anuales, se podrían generar unos 600 millones de euros al año por el conjunto de donantes españoles. Además, promover las donaciones haría cambiar la balanza de demanda y oferta, en favor de la oferta, haciendo que el margen y consecuentemente beneficios de las empresas de nuestra región se puedan maximizar. Así pues, no hay duda que compensar económicamente a los donantes de plasma incentivará la economía de nuestro país.

Aunque con el punto de vista europeo nos pueda parecer una aberración, recibir una compensación económica por una donación es un hecho habitual en otras regiones del mundo, siente los Estados Unidos el ejemplo más destacado. ¿Y es que si es un sistema que funciona a los EE.UU., por qué no tendría que funcionar en Europa? Teniendo en cuenta que las tarifas propuestas son de unos 400 € al mes (por varias donaciones) para donantes habituales de plasma, es esperable un aumento notable del número de donantes. Y de hecho, incluso para aquellas personas más altruistas, no motivadas por razones económicas, sino por el hecho de sentirse bien, se ha encontrado una buena solución: a pesar de recibir la misma compensación económica, esta se puede transferir directamente a organizaciones benéficas.

En conclusión, a priori, la compensación económica de las donaciones de plasma parece que beneficiará a la economía española sin ningún tipo de duda.