Hace unos días me propusieron participar en un debate. Unos defenderían que hay que regular la IA y otros que dirían que no. Tendríamos un jurado, un juez y, supuestamente, habría unos ganadores y unos perdedores según el criterio de estos.

Obviamente, ¡¡¡dije que ni hablar!!!

Mitos y realidades sobre la regulación

La leyenda urbana dice que hay todo un grupo de economistas, a menudo llamados “liberales” y adjetivados como “desalmados”, que abogan por un mundo sin regulación. Cada vez que alguien cuestiona una norma o se opone a una determinada regulación, aparece el espantajo del “ultraliberal” sin alma. Desacreditar a personas es mucho más fácil que discutir argumentos.

Pero… ¿Existen realmente grupos que propongan un mundo sin ninguna regulación?

Cuando se habla de desregulación, el primer nombre que sale es Milton Friedman, el economista más representativo de la Escuela de Chicago. Extremadamente popular en su época, Friedman defendía que el Estado debía garantizar un marco de juego estable y hacer cumplir los contratos. Fue, además, el primero en proponer la Renta Básica Universal, que él llamaba “impuesto negativo”.

A menudo se presenta a Trump como un político antiregulación, pero es curioso que alguien que ha hecho de los aranceles un arma de política exterior sea etiquetado así

Dentro de la misma escuela encontramos a George Stigler, que argumentaba que la regulación es a menudo “capturada” por los mismos grupos que debería controlar.

Una corriente más radical es la Escuela Austríaca, con Friedrich Hayek, premio Nobel en 1974 junto con Gunnar Myrdal, un socialdemócrata que defendía ideas opuestas. Hayek, autor de The Road to Serfdom, advertía que la planificación central conducía inevitablemente a la pérdida de libertades. Pero también decía: “No se debe confundir libertad con ausencia de normas. La libertad solo es posible dentro de un marco de leyes generales conocidas.”

En realidad, Hayek se oponía a cosas como el control de precios o salarios, la planificación centralizada de la producción o los estados que deciden ganadores y perdedores —no a la regulación en sí misma.

Por lo tanto, eso de que hay economistas en contra de toda regulación es un mito inventado por políticos —probablemente desalmados, esos sí— y periodistas con demasiada prisa o ganas o necesidad de clickbait.

Regulación en acción: EUA y China

Si miramos lo que está pasando con la IA, encontramos ejemplos claros que desmienten esta falsa dicotomía.

A menudo se presenta a Donald Trump como un político anti regulación, pero es curioso que alguien que ha hecho de los aranceles un arma de política exterior sea etiquetado así. La administración Trump quiere ganar la carrera de la IA y para hacerlo ha tenido que enfrentarse a tres grandes obstáculos:

  1. Una red eléctrica anticuada y bastante deteriorada.
  2. Una sobrerregulación en la construcción de centrales, especialmente las nucleares, e infraestructuras.
  3. Una regulación demasiado descentralizada que permite a grupos locales bloquear proyectos como líneas de tren o centros de IA.

¿Cómo lo ha resuelto? Con órdenes ejecutivas (equivalentes a los decretos ley), que han acelerado permisos y procesos.

Si hubiéramos aplicado la misma agilidad reguladora que la administración Trump, el corredor mediterráneo estaría acabado hace años

El resultado es espectacular: las nuevas fábricas de chips Rubin de NVIDIA, algunas de las más complejas del mundo, se han construido en solo nueve meses en Houston y Dallas. Todo gracias a una regulación adaptada, el uso masivo de gemelos digitales y la colaboración de las mejores empresas del planeta: TSMC, Foxconn, Wistron, Amkor, SPIL, y también europeas como Schneider, Siemens y ASML. No se ha hecho sin regulación, sino con la regulación que les hacía falta para conseguirlo. Sin ella, habría sido imposible.

Mientras tanto, en China, donde la regulación es aún menos profunda que en Europa, ocurre lo contrario. Allí no hay problemas de energía: la red está planificada, los coches son eléctricos y la energía, mayoritariamente solar. Pero tienen un problema de ecosistema emprendedor: no hay startups de Deep Tech.

Durante años, el gobierno restringió la emprendeduría; ahora, con la IA agéntica, quieren recuperarla a través de una nueva regulación que favorezca el venture capital y facilite las salidas a bolsa.

Todos regulan —la cuestión es cómo y con qué propósito.

Europa y el espejismo normativo

Si hubiéramos aplicado la misma agilidad reguladora que la administración Trump, la vergüenza de las Cercanías de Barcelona o el corredor mediterráneo estarían terminados hace años. Todo es cuestión de prioridades, recursos y energía.

Europa tiene un problema con la IA, pero no es la falta de regulación. Una estimación reciente calcula que una empresa media que opere en cuatro o cinco países europeos tiene que leer más de un millón de páginas de nueva normativa cada año para estar al día. Por suerte, ahora tenemos ChatGPT, que puede tragarse todo esto sin morir en el intento.

El problema no es regulación sí, regulación no, ¡es qué regulación para conseguir qué!

Parecería lógico hacer como China o Estados Unidos: una regulación enfocada a resolver los problemas que tenemos — las vergonzosas Rodalies, el aeropuerto, la vivienda... Pues no, ¡regulemos toda una serie de problemas que no tenemos pero podríamos tener!

El problema no es regulación sí, regulación no, ¡es qué regulación para conseguir qué!