Tenemos ya nuevas reglas fiscales en la Unión Europea. El logro es un éxito para el Gobierno español y para la imagen de España. Sin duda, el trabajo bilateral entre Francia y Alemania ha sido decisivo. También la pericia y el saber hacer del equipo de Nadia Calviño; a destacar, en particular, la labor del flamante ministro de Economía, Carlos Cuerpo.

Más allá el análisis técnico y a la espera de los textos legales definitivos, me gustaría incidir aquí en tres ideas fundamentales.

La primera es que las nuevas reglas van a evitar el “harakiri financiero” al que nos conducía el marco todavía vigente. Aplicadas en su literalidad, los recortes que hemos visto en la década pasada en España palidecerían respecto a los que nos tocaría desplegar.

La segunda es que las reglas no son una victoria de Alemania y de sus tesis. Cierto que los últimos ajustes han aproximado el texto a las demandas germanas. Pero es que la propuesta de la Comisión estaba claramente escorada hacia el otro lado, el que defendían Francia o Alemania. Al final se ha logrado un equilibrio razonable y que supone un avance nítido. Probablemente, no el ideal para la mayoría de los técnicos que nos dedicamos a estas cosas, pero el mundo real siempre exige concesiones.

Finalmente, una reforma legal no va a ser suficiente para afrontar el futuro fiscal en buena parte de los países de la Unión Europea, incluida España. Porque no hay que llevarse a engaño. Una ratio de deuda por encima del 110% del PIB y un déficit estructural por encima del 3% exigen ajustes de fondo e intensos. Sea por la vía de la elevación de los ingresos o la contención del gasto, lo que nos aguarda en lo que queda de década es un escenario de consolidación presupuestaria que va a causar fatiga. Por eso, es fundamental explicar a los ciudadanos la importancia de unas cuentas públicas saneadas. Para que el pago de los intereses de la deuda no sea insoportable, para que tengamos colchón fiscal ante una crisis imprevista, para que no existan dudas sobre la seriedad de España como deudor, tenemos que retornar a parámetros fiscales mejores, más próximos a los de muchos otros estados europeos. Por supuesto, no hablamos de fijarnos como meta el déficit cero ni de vilipendiar la deuda pública. Hablamos de buscar equilibrios que garanticen la solvencia financiera y contar con el músculo para afrontar los retos que se nos presentarán en el futuro.

Si algunas comunidades van a necesitar que les ayudemos en su vuelta a la normalidad financiera, otras requieren redoblar esfuerzos inversores de la mano de un Fondo de Compensación Interterritorial (FCI) hoy prácticamente abandonado

En lo que atañe a la deuda autonómica, en 2024 deberíamos ser capaces de encontrar una solución de salida a los mecanismos extraordinarios de financiación (FLA y FFF, fundamentalmente). La condonación parcial de la deuda puede ser el primer paso de una respuesta que será justa solo si se generaliza, condonando volúmenes de deuda por habitante similares en todas partes. En ese caso, estaríamos hablando, esencialmente, de un apunte contable, donde no habría ganadores ni perdedores. Donde los españoles ahora tenemos un activo (en el Tesoro) y un pasivo (en las haciendas autonómicas) del mismo importe, pasaríamos a no tener nada. La deuda pública española sería idéntica al momento previo a la condonación.

Pero esta condonación parcial va a ser claramente insuficiente para Comunidades como la valenciana o Catalunya. Al menos media docena de ellas va a necesitar una reestructuración de deuda que dilate en el tiempo la devolución del principal al tesoro y limite la carga por intereses. Sin ello será imposible que vuelvan a financiarse en los mercados y, por tanto, retorne la normalidad. Quizá en esa reestructuración sea posible incluir en la discusión las situaciones objetivas de infrafinanciación que han padecido la Comunidad Valenciana o Murcia. Eso tendremos que discutirlo y acordarlo en el seno del Consejo de Política Fiscal y Financiera (CPFF), desde la generosidad y la empatía recíproca: si algunas comunidades van a necesitar que les ayudemos en su vuelta a la normalidad financiera, otras requieren redoblar esfuerzos inversores de la mano de un Fondo de Compensación Interterritorial (FCI) hoy prácticamente abandonado.

Necesitamos más diálogo, más federalismo y más empatía. España es mucho más que la suma de 17 territorios.