Reflexiones sobre IA y su impacto

- Pau Hortal
- Barcelona. Sábado, 23 de agosto de 2025. 05:30
- Tiempo de lectura: 3 minutos
En mi propósito de aprendizaje y con el objeto de tener una visión más amplia sobre las posibilidades que nos ofrece la inteligencia artificial (IA), hace algunas semanas* le formulé a ChatGPT la pregunta siguiente: ¿y tú quién eres? Y su respuesta fue la siguiente: “La inteligencia artificial (IA) se refiere a la simulación de procesos de inteligencia humana mediante la programación de algoritmos en sistemas informáticos. Estos sistemas están diseñados para realizar tareas que normalmente requieren de la inteligencia humana, como el aprendizaje, la percepción, el razonamiento y la toma de decisiones. El objetivo de la inteligencia artificial es crear máquinas capaces de realizar funciones cognitivas similares a las de los seres humanos”.
Unos argumentos que tuvieron la siguiente continuación: “Dentro de la IA, hay diversas técnicas y enfoques, como el aprendizaje supervisado y no supervisado, el aprendizaje profundo, la lógica difusa, la visión por computadora, el procesamiento del lenguaje natural, entre otros. La inteligencia artificial se aplica en una variedad de campos, como la medicina, la robótica, la atención al cliente, los vehículos autónomos, la predicción del tiempo, la investigación científica y muchas otras áreas”.
Los expuestos aquí (es decir, los verbalizados por la propia tecnología) son razonamientos que creo de interés poner en relación con aquellos otros que, por su lado, ha formulado recientemente Marc Andreessen (fundador de Netscape y de Mosaic) y en los que propone el argumento siguiente: “La inteligencia artificial no quiere nada, no tiene metas, no quiere matarte, porque no está viva (…) es una máquina: no tiene más posibilidades de cobrar vida de las que tiene un tostador de pan”.
Las máquinas no tienen propósito ni metas ni objetivos. Solo son capaces de responder a aquello para lo que han sido creadas
Aquí, la gran cuestión reside en determinar si la IA cuenta (o lo hará en un futuro más o menos cercano) con una capacidad de aprendizaje como la que tenemos los seres humanos. Recordemos que el aprendizaje humano es un proceso mediante el cual adquirimos determinados conocimientos, habilidades y valores y que se fundamenta en la capacidad de nuestro cerebro de establecer nuevas conexiones neuronales que nos permiten modificar los comportamientos y adaptarnos, en cada momento, a las experiencias y observaciones que vivimos. Una definición del aprendizaje humano podría ser la que expresa que es la consecuencia de la capacidad de nuestro cerebro de realizar deducciones apoyadas en las correlaciones observadas y adaptarlas a nuestras realidades y necesidades.
La segunda cuestión que le planteé es la definición del concepto de aprendizaje: “El aprendizaje es un proceso mediante el cual los seres humanos adquirimos conocimientos, habilidades, actitudes o comportamientos a través de la experiencia, el estudio o la enseñanza. Ello se produce de diversas formas y en diferentes contextos, ya sea de manera formal en instituciones educativas, de manera informal en la vida cotidiana o a través de la interacción con el entorno”.
Aunque la forma de aprender de las máquinas llegue a ser muy sólida, no hemos de perder de vista cuál es su verdadera naturaleza. Las máquinas/algoritmos no tienen propósito ni metas ni objetivos. Solo son capaces de responder a aquello para lo que han sido creadas, y evidentemente no pueden superar los entornos del código que las ha generado. Una herramienta que no parece que sea capaz de llegar al nivel de la inteligencia humana pero que, en todo caso, debemos de aprender a gestionar y utilizar.
Mientras tanto, vivimos en tiempos de incertidumbre en los que la transformación es continua y no tiene freno. Y con ello los impactos que ya estamos percibiendo en las relaciones humanas y en aspectos tan relevantes como la educación, la sanidad, el ocio y también en el empleo. Hay quien puede llegar a pensar que sólo nos faltaba ahora tener que ocuparnos del impacto de una tecnología que hemos caracterizado como “inteligente”: aunque no lo sea en el mismo sentido que le damos a la inteligencia humana y a pesar de que sí sea capaz de gestionar la información y el conocimiento y de formular correlaciones estadísticas avanzadas, al tiempo que también sea discutible el atributo de “artificial” puesto que no hay nada más natural que los datos con los que opera, que han sido generados, por supuesto, por actividades humanas.
Tenemos a nuestro alcance una tecnología que, bien gestionada, nos ofrece un sinfín de posibilidades para resolver muchos de los problemas a los que nos enfrentamos
Tengo que reconocer que soy uno más de los que estamos aprendiendo a manejarnos con la IA y, con ello, constatando los beneficios y los riesgos que conlleva. Centrándonos en este último aspecto, creo que debemos de tomar consciencia de las consecuencias que su mal uso puede comportar (uniformidad ideológica, control, concentración de poder, generación de sesgos, desigualdad e injusticia social, por citar algunas). También, que modificará de forma radical nuestras vidas y las relaciones entre los seres humanos y el trabajo.
Por ello, no quiero terminar sin formular la reflexión de que cuanto antes entendamos las posibilidades que nos ofrece esta herramienta, antes seremos capaces de corregir sus impactos comprendiendo que tenemos a nuestro alcance una tecnología que, bien gestionada, nos ofrece un sinfín de posibilidades para resolver muchos de los problemas con los que nos enfrentamos y, de este modo, seguir creciendo y desarrollándonos como especie.
(*) Estoy convencido de que hoy probablemente su respuesta sería distinta, ya que se adaptaría al uso que he hecho desde ese momento de esta herramienta. En otras palabras, esta misma pregunta formulada por cualquiera de vosotros tendría una respuesta diferente a la mía. ¡Genial!... ¿no?