Esta columna se llama “De la granja a la mesa” porque estoy convencido de que, en el área en la que mi nivel de incompetencia es menor, hay que pensar en términos de cadena alimentaria, y ya no de sector agrario. Ya en el año 2015, publiqué en la Revista de Estudios Agrosociales y Pesqueros, editada por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), el artículo “Reflexiones personales sobre una política europea alimentaria y territorial” en el que concluía que una política agraria no tenía sentido en este siglo XXI, y que había que pensar en alimentación y territorio, como anunciaba el título del propio artículo.

Por esto me ha sorprendido ver en el Boletín Oficial del Estado publicado la supresión de la Dirección General de Industria en este Ministerio.

No, lo que me preocupa de verdad es que la evolución mental que estaba sufriendo (palabra utilizada a posta porque un cambio de mentalidad como este ni es fácil ni se hace sin traumas) desde una administración principalmente agrarista a una administración que enfoca a todos los actores de la cadena (distribución incluida) y, sobre todo, al consumidor puede sufrir un grave retroceso.

Me preocupa que la industria alimentaria, en buena parte responsable del excedente de la balanza comercial alimentaria, pierda peso

Lo que me preocupa es que una industria alimentaria, uno de los primeros sectores industriales del país en buena parte responsable del excedente de la balanza comercial alimentaria, vea debilitada sus lazos y contactos (también institucionales) con el resto de los actores de la cadena alimentaria. ¿Va a limitarse su relación con el MAPA principalmente a las multas e infracciones resultantes de la aplicación de la ley de la cadena alimentaria?

Lo que me preocupa es que las especificidades de la industria alimentaria no vayan a ser comprendidas y asumidas por sus nuevos responsables, con lo que costó que lo asumieran los responsables del MAPA. Es una industria con unas pocas grandes y una multitud de pequeñas y medianas empresas, con fuertes tensiones internas, con las tensiones entre empresas marquistas y empresas productoras de marcas del distribuidor, entre empresas de capital nacional y empresas multinacionales.

Insisto, no lo entiendo como no entendí en su tiempo la escasa presencia de la industria alimentaria en los PERTE. No lo entiendo, y como no me creo más tonto que la media, creo que el tema merece una explicación.

Las razones que seguramente justifican esta decisión deben, en mi modesta opinión, explicitarse.