¿Qué nos ha pasado?

- Esteve Almirall
- Barcelona. Jueves, 1 de mayo de 2025. 05:30
- Tiempo de lectura: 3 minutos
Cuando la revolución industrial transformaba Inglaterra, nuestros bisabuelos tuvieron la visión y el coraje de importar ese cambio aquí. Crearon industrias pioneras que competían de tú a tú con las inglesas, construyendo colonias textiles que eran auténticos laboratorios de innovación social. Barcelona creció y se expandió, integrando los municipios cercanos en una nueva y ambiciosa visión urbana que culminó en el Eixample, mientras Gaudí, contra la opinión de muchos contemporáneos, construía obras que hoy son símbolos internacionales de la ciudad.
En aquella época, la música, el arte, la literatura y la educación catalanas eran referentes indiscutibles en España y Europa. Nuestros ingenieros viajaban a Francia, Inglaterra o Alemania, aprendían de los mejores, adaptaban y reinventaban las tecnologías más avanzadas. Construimos algunos de los mejores automóviles del mundo, inauguramos la primera línea de ferrocarril de España, y Barcelona se convirtió en una ciudad vibrante, líder cultural y económica europea.
Ahora nos encontramos ante una nueva revolución, la de la inteligencia artificial. Pero, lejos de abrazar este cambio, parece que preferimos dejarlo pasar, como si el futuro no tuviera nada que ver con nosotros.
¿Qué nos ha pasado? ¿Dónde ha quedado aquella ambición, aquella visión de futuro que hizo grande a este país?
¿Cómo sería Catalunya si fuéramos como nuestros bisabuelos?
Imaginemos por un momento qué seríamos hoy si fuéramos como aquellos antepasados.
Barcelona habría integrado completamente su área metropolitana, como hace un siglo integró Gràcia, Sants o Sant Andreu, creando una ciudad renovada, cohesionada y propia del siglo XXI, una ciudad inteligente, sostenible y a escala humana donde sus habitantes tendrían oportunidades para ser todo aquello que soñaran ser.
Habríamos fundado nuevas ciudades innovadoras más allá de Montjuïc, en el Vallès y otras áreas, perfectamente conectadas por un transporte público y privado rápido, autónomo, eléctrico, eficiente y accesible las 24 horas. Muchos ciudadanos habrían elegido vivir en estos núcleos urbanos sostenibles y tecnológicos.
Nuestros empresarios estarían viajando constantemente a Shenzhen, Guangzhou, Shanghái, Austin o Silicon Valley para captar las últimas ideas y tecnologías. Competiríamos de cerca con gigantes como Mistral o DeepSeek en inteligencia artificial, o con empresas como Manus, DJI o Unitree en robótica y estaríamos muy bien conectados con todo lo que sucede en OpenAI, Google o Meta. La industria biomédica catalana estaría en la vanguardia mundial, impulsada por hospitales punteros como lo fueron en su momento Sant Pau o el Clínic.
¿Qué nos ha pasado? ¿Dónde ha quedado aquella ambición, aquella visión de futuro que hizo grande a este país durante la Revolución Industrial?
Nuestro sistema educativo no estaría a la cola de España sino liderando una revolución educativa basada en tutores inteligentes y tecnologías avanzadas, formando así el talento del futuro.
La movilidad urbana sería en gran parte autónoma, compartida, segura, sostenible y al alcance de todos; tanto la pública como la privada.
Nuestras expresiones artísticas y humanísticas volverían a marcar tendencias globales, definiendo nuevos caminos en pintura, escultura, literatura y artes escénicas. Barcelona sería nuevamente un centro internacional de vanguardia, como lo fue en el Modernismo, atrayendo artistas e intelectuales que impulsarían festivales de arte digital, exposiciones internacionales y espacios de experimentación cultural de alto nivel. Habríamos creado escuelas y espacios de creación artística innovadores, donde la tecnología y las artes se entrelazaran para explorar nuevos lenguajes creativos y humanísticos, capaces de dar respuesta a los retos del mundo contemporáneo.
Montjuïc se habría transformado en un gran parque verde, un punto intermedio entre la Barcelona tradicional y el nuevo Vallès, nuestro particular Silicon Valley, donde se celebrarían grandes eventos culturales y tecnológicos internacionales.
Las universidades catalanas atraerían estudiantes y talento investigador de todo el mundo, compitiendo por estar en el top 100 mundial, especialmente en disciplinas tecnológicas, científicas y médicas. Nuestros académicos habrían conseguido premios Nobel, premios Turing y nuestras universidades serían un ejemplo de universidad emprendedora.
Seríamos pioneros en nuevos modelos sociales y de vivienda, con proyectos innovadores y sostenibles como co-livings para personas mayores o jóvenes, integrando armónicamente naturaleza y vida urbana.
Es hora de recuperar aquella ambición perdida. Es momento de actuar. Catalunya tiene el talento, la creatividad y la capacidad para volver a liderar
Seríamos un hub de innovación que formaría parte de la red global de capital riesgo, atrayendo multinacionales líderes en IA, robótica, medicina personalizada o industria aeroespacial. Estaríamos en el mapa de las inversiones de los fondos globales tanto en startups como en temas más tradicionales como el real-state.
Pero este no es nuestro presente. ¿Qué nos ha pasado?
Quizá ha llegado el momento de recuperar aquella ambición perdida. Es momento de soñar, pero sobre todo de actuar. Catalunya tiene el talento, la creatividad y la capacidad para volver a liderar. Imaginemos, creemos y construyamos juntos ese futuro mejor, lleno de oportunidades para nosotros y las generaciones futuras.
¡Es hora de volver a ser lo que podemos ser!