Lo hemos recordado durante el Covid, las colas en los supermercados durante el apagón han ayudado a recordarlo: la agricultura es una actividad esencial porque comemos, al menos intentamos, y deberíamos hacerlo, varias veces al día.

Cajamar ha publicado la traducción española realizada por Eduardo Moyano de un libro de François Purseigne y Bertrand Hervieu que se titula exactamente Una agricultura sin agricultores. ¿Pero es esta la agricultura que queremos los ciudadanos, una agricultura sin alma y con pueblos vacíos?

Esta pregunta viene a cuento porque hemos asistido, estamos asistiendo, en el Estado español, al desembarco de uno de los gigantes del agro ucraniano. El 28 de abril, se hizo público que la ucraniana MHP completó la compra del grupo avícola español Uvesa y se hizo con el 91,77% de su capital. Como escribió en LinkedIn mi buen amigo Arturo Breva Blasco, “a mí que Unión Veterinaria Española acabe en manos de un oligarca me da pena”.

No voy a tratar aquí de quién es el comprador, MHP. El que quiera disponer de más información sobre la operación puede consultar mis Reflexiones acerca de la compra de Uvesa por MHP en la Plataforma Tierra. Mi propósito es mucho más político y esencial.

¿Es esta la agricultura que queremos?

Solo unas pocas cifras para no marear al sufrido lector. Estamos hablando de una empresa que manejaría 340.000 hectáreas en Ucrania con unos 32.000 empleados, que cotiza en la Bolsa de Londres y Kiev, presente también en Rusia, Países Bajos, Croacia, Bosnia y Herzegovina, Serbia, Austria, Macedonia del Norte, Rumania, Albania, Kosovo y ahora España.

¿Más concretamente aún, es esta la agricultura que queremos financiar con nuestros impuestos?

MHP ha sido una de las grandes beneficiarias de las políticas de la UE hacia Ucrania, especialmente en financiación para seguridad alimentaria y acceso comercial preferencial. En 2022, el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD) otorgó a MHP un primer préstamo de 50 millones de dólares para garantizar la seguridad alimentaria y mantener la producción de pollo y granos durante la guerra; y, en 2023, otro préstamo de 30 millones de dólares para compensar pérdidas logísticas y reconvertir plantas a energía renovable (biogás).

El Banco Europeo de inversiones le dio en 2013 un préstamo de 100 millones de dólares “para apoyar la expansión y diversificación del grupo”. Sin indicar que este fuera el uso final de los fondos, en el mismo comunicado la BERD señalaba la adquisición de “un grupo agrícola ubicado en la región de Vorónezh, en el centro de Rusia. Vorónezh Agro posee 40.000 hectáreas de terreno, la mayor parte de las cuales son propiedad de la empresa, y opera silos de grano con una capacidad total de almacenamiento de 200.000 m³”.

El problema es político

El problema es político hoy, pero lo será mucho más cuando, más pronto que tarde, Ucrania ingresará en la Unión Europea. La Comisión nos dice, y lo hemos subrayado en estas mismas páginas, que las ayudas públicas deben ir a quien lo necesita.

Ricard Ramón nos lo recordó en el encuentro Agroforum que se celebró el martes 29 de abril en Madrid. Aseguró que “la futura Política Agraria Común (PAC) va a mantener el apoyo fundamental de los pagos directos al productor” y precisó que “Bruselas trabaja en la focalización de esas ayudas directas", para que lleguen a los operadores que "más lo necesitan", sin olvidar otros retos que hay que afrontar como la "viabilidad del sector" y el "apoyo" a la incorporación de los "jóvenes" y a las zonas más desfavorecidas.

Tiene sentido apoyar a la clase media del campo en la transición agroecológica, ya que no hay agricultura verde en números rojos

Tanto el documento que recoge el resultado del Diálogo Estratégico sobre el Futuro de la Agricultura, como en su “Visión para la Agricultura y la Alimentación”, insisten sobre la importancia de la coherencia entre las distintas políticas europeas y la necesidad de potenciar sus sinergias.

Estamos en el inicio del gran debate europeo sobre su presupuesto plurianual, las conocidas como “Perspectivas financieras”, que la Comisión inicio en el mes de febrero con su comunicación ”La ruta hacia el próximo marco financiero plurianual”. Son muchas las prioridades con las que estará confrontada la Unión Europea estos próximos años. No creo que apoyar a este tipo de empresas sea una de ellas.

Confiemos en el sentido común de nuestros políticos. Tiene sentido apoyar a la clase media del campo en la transición agroecológica, ya que no hay agricultura verde en números rojos. Estas grandes empresas, siempre que cumplan las reglamentaciones correspondientes (entre otras las medioambientales, las sociales y las de bienestar animal), pueden y deben ejercer su actividad económica financiándose en el mercado, no a costa de nuestros bolsillos.