El nombre de Hans Magnus Enzensberger no ha aparecido mucho en la memoria del mundo de la comunicación los últimos días, aunque tuvo una muy buena relación con la cultura española desde los años 50. Murió en Múnich el pasado 24 de noviembre a los 93 años. Los obituarios habituales han destacado su faceta erudita, compaginando poesía, ensayo, novela, y también edición de libros, además de traductor de español y periodista.

En su vocación divulgadora, Enzensberger hizo un par de novelas que bajo el genérico de literatura de divulgación escondía su actitud crítica con el mundo del capitalismo. La más clásica es El demonio de los números, divulgada en varias lenguas, donde procura difundir la buena imagen de las matemáticas entre la juventud desconfiado de la asignatura. ¡La otra, quizás la más reciente, es una novela corta (él decía novelita) titulada ¡Siempre el dinero!, (Anagrama, 2016. Ilustraciones de Javier Mariscal).

Mariscal
Ilustración de Javier Mariscal

Viene a cuento este doble recordatorio porque en dicha novelita hay un episodio interesante. La trama principal es la relación entre una tía adinerada y llena de intriga y sus tres sobrinos. Los nombres de todos los protagonistas empiezan por F. Es a decir, va de finanzas, pero a la manera que le gusta al autor: divulgativa, próxima, crítica. Comprende el capitalismo, pero no le gusta del todo, y siempre previene a los lectores jóvenes sobre este modelo económico.

Vamos a un pasaje de este relato. Pasa en Zurich. La tía Fé propone a la sobrina Felicitas ir a dar un paseo al Parque de los Planetas de la ciudad, donde se empieza por pisar el Sol y después se va por un camino cerca del río donde se recorren los nueve satélites del astro. Importante: cada paso equivale a un millón de kilómetros. Las dos mujeres, al empezar, se preguntan, ¿llegaremos a Plutón? La sobrina avisa de que es a una hora de caminata, a diferencia de lo poco que tardan en llegar enseguida a Mercurio, Venus, la Tierra... hablando de economía.

Días antes de la muerte de Ezensberger el catedrático de Economía emérito de la UAB Josep Oliver participaba en la tertulia de economía mensual que se hace en el Ateneo y que ya suma 138 convocatorias. La invitación no era para recorrer planetas, pero sí para contemplar el firmamento de datos económicos y financieros más recientes para saber tanto lo que ha pasado en el mundo más próximo a lo largo del último año como si se puede medir la distancia hasta la nueva prosperidad, alegóricamente el mundo distanciado de Plutón, el dios que vive en las tinieblas en la mitología romana pero que en la griega representa el dinero.

Oliver ha sido durante décadas el economista de los números y las estadísticas, con sus memorables aportaciones al servicio de Estudios de la Caja de Catalunya a la hora de representar con gráficos el estado global y general de la economía, y ahora lo sigue haciendo a través del colectivo EuropeG. Escucharlo y leerlo es un baño de realismo en frente de las contradicciones diarias del mundo periodístico, político y financiero.

Parece que no nos damos cuenta de que estamos ante uno de los cambios más profundos desde hace 50 años. El epicentro simbólico es la guerra en Ucrania, pero lo destacado es que ha sacudido todos el equilibrios norte/sur y también este/oeste. Y el efecto, en economía, se llama incertidumbre, de una lado, y del otro, la reversión de la globalización que tanto dábamos por hecha a partir de finales de los 80, cuando el muro de Berlín cayó, más porque empujaban desde el este que no porque tiraran desde el oeste.

Aquí está donde Josep Oliver avisa de que todo aquello ha quedado trastornado, la globalización presenta síntomas de reversión: Rusia se rebela contra la pérdida de poder, aumentan las guerras comerciales (microchips entre EE. UU. y China), reaparece el desequilibrio financiero pero sobre todo el político. Suben los tipos de interés y también la inflación, además de otros tipos vinculados a ideologías pasadas: Meloni, Lepen, Abascal. Sueño viejos planetas conocidos pero con rotación opuesta.

¿Plutocracia?

Más datos del catedrático para situarnos. ¿Quién manda en el mundo del dinero? De alguna manera, en la Europa democrática podríamos decir que el señor del dinero es el Banco Central Europeo (BCE), protagonista principal y necesario en las últimas crisis. Calcula Oliver: "El 60% del PIB europeo está en el BCE". Es decir, si el PIB europeo se calcula en 12'3 billones de euros, al balance del BCE ya llega a más de 7 billones, equivalente a la suma de la deuda pública de los países que comparten el euro o dependen en su contabilidad, más los centenares de miles de millones que la banca privada tiene pedidos o depositados en el BCE.

¡Hey! Con una diferencia importante. Hay países que piden y amortizan (retornan) como Alemania y Países Bajos, y otros que piden y renuevan el crédito, pero no amortizan. Cifras: los más endeudados sueño el los del sur (Francia, Italia, España, Portugal) y los que menos los ya citados Alemania y Países Bajos. En modelo terráqueo: los del norte representan el 60% de la deuda en el BCE y los del sur, el 120%. ¿Alguien cree que eso no tiene también efectos políticos?

Cabe decir que hay también indicadores positivos en relación a la última crisis desatada en el 2007 y confirmada un año después, advierte Oliver. Cosas buenas, en lectura española: ¡bancos, empresas y familias están mucho menos endeudados, y la balanza comercial exterior tiene superávit (!) desde hace 10 años, aunque va disminuyendo. También, la combinación de más empleo con la pérdida global de poder adquisitivo de las familias es un registro compensatorio el uno del otro en cifras globales.

Sin embargo, atención: aunque ya en 2021 se recuperó el nivel de empleo del 2019, el del PIB justo se está alcanzando ahora, y eso Oliver sabe tamizarlo bastante. La paradoja tiene explicación: hay más ocupados totales, pero trabajan menos horas. Nadie lo había dicho tan claro.

Oliver es poco partidario de las profecías surgidas de retorcer los números hasta que digan lo que quieres. Pero sí sabe justificar un cierto optimismo, basado en la recuperación sin complejos de las políticas públicas como compensadoras de las pérdidas de las familias de poder adquisitivo en las intervenciones en los precios de la energía o el transporte público, por ejemplo.

En la novela de Enzensberg las dos protagonistas descritas al principio no llegan a Plutón, durante el paseo. El autor se lo hace venir bien para decir que la plutocracia, el gobierno del dinero y los adinerados, no conseguirán ganar. De hecho a Plutón, nos recuerda la narración, se le llama planeta enano oficialmente desde 2006, a pesar de ser el más grande del sistema solar, pero también el más lejano. Como los que manejan el dinero, tienen mucho pero no marcan la órbita de los otros elementos que pesan en el mundo complejo de la economía, tal como les observa de cerca el profesor Oliver.

Y ya avisaba Enzensberger en uno de sus dichos antológicos: "en la economía reinan innumerables dioses, como la casualidad o la arbitrariedad".