El nuevo cuello de botella judicial: cuando la IA trabaja más rápido que los jueces

- Mookie Tenembaum
- Buenos Aires (Argentina). Viernes, 26 de diciembre de 2025. 05:30
- Tiempo de lectura: 3 minutos
La inteligencia artificial (IA) ingresa en los procesos penales como una herramienta capaz de ampliar la capacidad humana para revisar información, detectar fallas y reorganizar datos que antes requerían meses de trabajo. Un expediente penal contiene testimonios, actas, peritajes, informes técnicos, cronologías, registros policiales y cientos de documentos dispersos. La IA puede procesar este volumen con velocidad y convertirlo en una base ordenada que facilita el análisis. Un abogado defensor o un fiscal pueden pedir que el sistema agrupe declaraciones, compare fechas, destaque contradicciones o marque coincidencias con antecedentes técnicos. Esta capacidad cambia el punto de partida de cualquier caso, tanto para quienes siempre se declararon inocentes como para quienes cambiaron de versión y buscan revisar la condena.
En una revisión de condena, la IA toma declaraciones previas y las alinea con evidencia forense. La Universidad de Reading mostró que sistemas entrenados en análisis forense evalúan conjuntos masivos de datos que antes eran difíciles de interpretar para un perito humano. El resultado es que cualquier inconsistencia en huellas, ADN parcial, patrones de movimiento o registros digitales emerge con mayor facilidad. Las unidades de revisión de condenas que funcionan en Estados Unidos describen que la IA revisa decenas de casos en paralelo, lo que expande la capacidad de reabrir expedientes antiguos que quedaron congelados por falta de tiempo o personal.
Los estudios de abogados ya utilizan IA para preparar apelaciones, revisar jurisprudencia, encontrar errores de transcripción, inconsistencias en actas y fallos técnicos en procedimientos policiales. La IA detecta estos puntos en segundos y entrega listados completos para que un abogado los utilice en un recurso. Este aumento en la capacidad operativa dispara el número de apelaciones, solicitudes de revisión y pedidos formales de reapertura. Los tribunales reciben expedientes más extensos, más documentados, con más argumentos técnicos y más objeciones precisas. El sistema judicial no está preparado para absorber este incremento de trabajo porque su estructura es estática y sus procedimientos son lineales.
Las fiscalías y defensorías enfrentan un fenómeno nuevo. Una revisión completa que antes exigía meses ahora puede generarse en horas. Cada revisión crea un expediente paralelo que necesita análisis humano. El aumento en volumen no depende de la cantidad de jueces sino del número de casos en los que la IA encuentra puntos controvertidos. El flujo de trabajo se multiplica. Esto provoca el riesgo de un cuello de botella estructural. Si el sistema judicial no adopta IA de manera interna, su capacidad de respuesta queda fija, mientras que la demanda crece sin detenerse.
El ejemplo más sencillo de este fenómeno apareció en los sistemas automatizados para multas de tránsito. El llamado robot de multas llegó como una herramienta para procesar infracciones simples. Hoy existen variantes en numerosos municipios y estados. La misma lógica se repite en los expedientes penales: cuando una tecnología demuestra eficiencia en una tarea puntual, la expansión es inevitable. Cada avance agrega presión sobre el sistema responsable de validar, revisar y dictar resolución.
En procesos complejos, la IA ordena evidencia digital, normaliza formatos, convierte audios en texto y facilita búsquedas que antes llevaban días. Un fiscal revisa patrones de comportamiento en series largas de datos. Una defensa puede comparar cientos de testimonios. Los jueces reciben expedientes más extensos y detallados que exigen mayor dedicación. Esto muestra un fenómeno claro. La IA mejora la calidad y la velocidad de análisis en las etapas previas, lo que produce una ola creciente de revisiones y recursos. Sin adopción oficial de la misma tecnología, los tribunales acumulan más trabajo que antes.
En los próximos años, la presión crecerá porque la IA avanza en análisis de evidencia forense, lectura automática de grandes bases documentales y reconstrucción de cronologías complejas. La justicia necesita integrar estas herramientas para equilibrar el volumen que recibe. La IA introduce eficiencia en la investigación y en la defensa técnica, aunque esta productividad genera más solicitudes, más argumentos y más reclamos que exigen revisión formal. La transformación del proceso penal surge de un salto en capacidad técnica instalado en estudios, fiscalías y organizaciones dedicadas a revisar condenas. El sistema judicial enfrenta un aumento en la carga de trabajo porque el análisis profundo ahora es accesible y rápido. Sin una incorporación paralela de herramientas similares, la distancia entre lo que abogados pueden producir y lo que tribunales pueden procesar continuará ampliándose.
Las cosas como son.