Las incertidumbres y turbulencias que, de forma cada vez más recurrente, afectan a la actividad económica no han predispuesto muy favorablemente el tejido productivo a emprender el proceso continuado de innovación tecnológica y transformación organizativa que todo el mundo le reclama.

El contexto nunca parece ser lo bastante favorable, pero no es momento para pusilánimes pobres de espíritu. Dicen que al mal tiempo, hay que poner buena cara. Y, visto que digitalización y sostenibilidad se han convertido en las dos palabras clave que dan acceso al nirvana de la resiliencia y la competitividad a medio plazo, una parte considerable del colectivo empresarial catalán ya hace tiempo que se prepara con cuidado y acierto, invirtiendo recursos y esfuerzos para su transformación.

Pero todavía nos quedamos cortos en la comparación directa con nuestros principales socios comerciales. Sería bueno pensar, para que probablemente sea a las situaciones de mayor complejidad cuando las decisiones estratégicas se vuelven más determinantes para las empresas. Una aportación reciente y valiosa nos lo ofrece el último número de la Revista Econòmica de Catalunya, editada por el Colegio de Economistas del país. Se reflexiona hacia los retos del sistema productivo catalán. La relación de contribuciones es tan amplia y diversa que dificulta su síntesis, pero a riesgo de hacer un ejercicio injusto y torpe, querría recoger las advertencias que se destilan en tres ámbitos de actuación diferentes: el mercado de trabajo, la acción de los gobiernos y la respuesta empresarial.

Primero, a medida que el cambio tecnológico avanza, el mercado laboral también se transforma. Las personas con estudios superiores son las más beneficiadas, porque se complementan mejor con las nuevas tecnologías. La amplia oferta de trabajo cualificado en Catalunya nos ha permitido aprovechar el aumento en la demanda de las competencias más relacionadas con la robótica y la inteligencia artificial. Pero el creciente efecto gravitación de la capital del Estado y una demanda exterior más atractiva generarán una competencia feroz en la captación de este talento. Se hace indispensable, pues, un ejercicio continuado de prospectiva hacia los requerimientos laborales emergentes, con el fin de identificar con más precisión la demanda futura de habilidades. Sobre todo, porque algunas tareas que hoy consideramos innatas al trabajo humano mañana se pueden volver plenamente automatizables.

Segundo, contextos inestables piden más certezas y un mejor guiaje en la acción de los que nos representan. Varias contribuciones nos advierten de la necesidad de cambios de contenido y orientación en las políticas públicas. Convendrían nuevos incentivos en la regulación de la transición energética, porque sin seguridad energética ni una mayor accesibilidad e inclusividad tecnológica no habrá sostenibilidad climática. También hacen falta políticas promotoras de la transferencia tecnológica que sean más específicas y orientadas a la explotación comercial, porque los esfuerzos en la generación de conocimiento por el sistema científico todavía tienen demasiado poco reflejo en realidades de mercado. Finalmente, hay que tener presente que la ocupación del territorio puede limitar o condicionar la expansión futura de la actividad económica en Catalunya, sobre todo cuando nos fijamos en las áreas más congestionadas. La apuesta por los mecanismos de regulación supramunicipal y la necesidad de una evaluación sistemática de los suelos no sostenibles parecerían, pues, requerimientos indispensables.

Tercero, un largo ejercicio de promoción y refuerzo de las ventajas competitivas de nuestro tejido productivo ha permitido sacar provecho de las ventajas relacionadas con la localización, la pericia, la calidad del sistema de investigación, la conectividad o el ecosistema emprendedor con el fin de atraer inversión foránea, orientar nuestra actividad hacia los mercados exteriores y alcanzar una posición preferente en las cadenas globales de valor. Nuestra gran interdependencia internacional tiene, pero, dos caras: nos predispone favorablemente al aprovechamiento de las ventajas vinculadas a la apertura de los mercados o a las políticas promotoras de una mayor autonomía estratégica, pero también nos hace más vulnerables allí donde nuestra dependencia exterior es mayor. El monográfico pone de manifiesto que nuestro tejido empresarial tiene que mejorar su posición estratégica. No está lo bastante presente en las actividades de alta tecnología, en la generación de energía renovable, en la capacitación de la fuerza de trabajo, en la participación en el sistema de innovación, en la aplicación de las tecnologías emergentes a la función logística o en la ampliación de la base de capital mediante los recursos propios. No vale a distraerse, porque el proceso de globalización está en transición hacia el desconocido, la flexibilidad de las redes de suministro se volverá crucial para la resiliencia y el entorno financiero puede ser más volátil y complejo.

En síntesis, una aportación constructiva al objetivo deseado de convertir la economía catalana en un hub digital y un modelo de eficiencia energética a escala europea.