La controvertida rueda de prensa de François Bayrou, primer ministro francés, de hace unas semanas, en la cual realizaba un grave diagnóstico sobre el estado de la economía y de las finanzas del país galo y llamaba la atención sobre la necesidad de impulsar prioritariamente la política industrial, vuelve a poner sobre la mesa la urgencia inexcusable de reindustrializar las sociedades como medio para fortalecerlas y garantizar el progreso y la prosperidad de sus ciudadanos y el equilibrio de los territorios. Catalunya podría sumarse perfectamente a un llamamiento de este tipo.

En debates sobre reindustrialización es recomendable siempre recurrir a la memoria para saber de dónde venimos y hacia dónde vamos, o nos conviene ir. Y esto resulta aún más útil si se focaliza el ejercicio histórico en uno de los sectores que ha sido pilar del proceso de industrialización y de la historia económica en Catalunya, como es el metal en un sentido amplio (metalurgia, productos metálicos, maquinaria mecánica, maquinaria y material eléctrico, instrumentación, electrónica y material de transporte). Este, junto con el textil y la confección, encabezó los inicios de la revolución industrial a mediados del siglo XIX y la modernización y desarrollismo de las décadas de los años sesenta y setenta del siglo XX. No obstante, los comienzos del sector metal se pueden situar en la aparición y despliegue de la llamada “farga catalana”, técnica genuinamente local, cuyo origen tuvo lugar en el siglo XI, que se desarrolló, sobre todo, en el norte y noroeste de Catalunya y que fue reconocida internacionalmente.

Los inicios del sector metal se pueden situar en la aparición y despliegue de la llamada “farga catalana”, técnica genuinamente local

Los inicios de la industrialización en Catalunya impulsan el desarrollo de actividades y empresas dentro del metal, como por ejemplo la primera transformación de metales, la fabricación de productos metálicos, la construcción y reparación de maquinaria, y la producción de material para infraestructuras y transporte ferroviario. A finales del siglo XIX y primeros años del siglo XX se implantan en Catalunya empresas extranjeras, de la mano, por ejemplo, del despliegue de la energía eléctrica, como Siemens y Philips. El primer tercio del siglo XX son años de fuerte desarrollo metalúrgico en Catalunya, ligados a la llamada segunda revolución industrial, que tiene en el vehículo de combustión interna uno de sus principales referentes, pero que en el caso del metal debe extenderse a muchos otros ámbitos (maquinaria diversa, material eléctrico, electrodomésticos…).

Tras el largo paréntesis de la Guerra Civil española y de la Segunda Guerra Mundial, y con la puesta en marcha del Plan de Estabilización Económica de 1959, la industria catalana del metal inicia un ciclo de gran expansión desde todos los puntos de vista (empresas, empleo, inversiones extranjeras, tecnología…), que lo lleva a alcanzar cifras históricas. De los 74.243 ocupados y de representar casi el 13% de la industria catalana en puestos de trabajo en 1955, el sector pasa a concentrar 249.062 trabajadores y suponer el 29,5% del empleo del conjunto de la industria en 1975. Sector muy diversificado, con empresas emblemáticas en numerosos ámbitos, como por ejemplo La Maquinista Terrestre y Marítima, Materiales de la Construcción (MACOSA), Metales y Platería Ribera y Seat. La crisis de los setenta y primeros ochenta del siglo XX provoca un ajuste del sector, como ocurrió en el conjunto de la industria catalana. No obstante, en 1985 alcanza una ocupación de 203.566 personas, representando algo más del 28% de la industria global en activos.

En el último medio siglo el sector ha registrado una profunda transformación de la mano de dos momentos cruciales. Por un lado, finales de los años setenta y década de los ochenta del siglo XX, con la crisis económica y reconversión, la transición política y la incorporación de España a la Comunidad Económica Europea (CEE) en 1986, y, por otro, al principio del siglo actual, como consecuencia de la globalización, de la deslocalización productiva y de la crisis financiera iniciada en 2007-2008. A lo anterior hay que añadir los efectos derivados de las inversiones empresariales realizadas en materia tecnológica y en mejoras de productividad, que también han influido en la modificación de la fisonomía estructural y sectorial, cuantitativa y cualitativa, de las distintas actividades. Como resultado de todo ello, el sector inicia el siglo XXI con 152.095 trabajadores, lo que representa el 31,9% del total de la industria de Catalunya.

El metal requiere el impulso de todos y la necesidad de unir esfuerzos y reunir iniciativas y proyectos a nivel de empresas, instituciones y administraciones

También resulta ilustrativo el anterior repaso histórico en cuanto al abanico de ramas de actividad y de empresas. Al respecto, el mapa ha sufrido importantes cambios, que hasta cierto punto pueden considerarse normales del dinamismo vital de la economía y de la industria occidentales. Se puede hablar de una gran transformación y, en ocasiones, de ajustes de actividades, que a veces han supuesto la desaparición de determinados segmentos y empresas representativas. Este es el caso de la primera transformación de metales, de la automoción, de los vehículos de dos ruedas, de los equipamientos y material eléctrico, de los electrodomésticos de línea blanca, de la electrónica de consumo, o de productos diversos. A modo ilustrativo, se puede señalar la desaparición en Catalunya de empresas conocidas del sector como Torras Herrería y Construcciones, La Maquinista Terrestre y Marítima, Nissan, Derbi, Yamaha, Corberó, Domar, Elbe, Sony, Samsung o Braun.

A pesar de lo anterior, el sector del metal mantiene una vitalidad importante en el contexto actual de la industria catalana, con una relevante presencia en actividades tradicionales y, también, en nuevas ramas, como son las denominadas economías azul, verde, digital y de la salud. En abril de 2025 el sector concentra 154.100 ocupados, es decir, el 30,6% del total industrial. En cuanto a la productividad, el sector supera significativamente los niveles medios de productividad de la industria manufacturera catalana, habiendo experimentado en el período 2015-2022 un incremento medio de casi un 23% en términos corrientes, por encima del 15,4% del conjunto industrial. En cuanto a exportaciones, el sector es responsable de poco más de un tercio del total de exportaciones catalanas, siendo una de las actividades con mayor porcentaje de ventas realizadas al extranjero. A modo de ejemplo, se pueden destacar firmas emblemáticas de la actualidad del sector en distintos ámbitos, como Seat, Hewlett Packard, Roca, Schneider Electric, Ficosa, La Farga, Denso, Lear, Gestamp, Soler & Palau, Vilardell Purtí, Comexi, Circutor, Simón, Industrias Teixidó, Wallbox y Doga.

El metal, al igual que el conjunto de la industria catalana, requiere el impulso de todos y la necesidad de unir esfuerzos y reunir iniciativas y proyectos a nivel de empresas, instituciones y administraciones públicas, sin olvidar el resto del ecosistema industrial, para atender los ejes clave actuales del sector: la tecnología y el talento. Sumar muchas veces multiplica y, en cualquier caso, nunca resta, sobre todo en un territorio con una historia y una dimensión como Catalunya. Por eso hay que potenciar la cooperación empresarial, la alianza de entidades e instituciones, la colaboración público-privada…, superando posturas personalistas que no conducen a ningún lugar. Y, por otro lado, deben utilizarse todos los instrumentos a nuestro alcance para actuar sobre el sector, a través de una concepción amplia de la política industrial y, también, aprovechar las oportunidades que ofrece el diálogo social y la negociación colectiva más allá de los aspectos meramente laborales.