Es realmente alucinante conocer, ver e incluso experimentar lo que miles de programadores del mundo están haciendo con Open AI. La revolución de Open AI o de la inteligencia artificial (IA), en general, no es que puedas formular una pregunta y, más o menos te la responda la máquina. La disrupción va mucho más allá. Y consiste en cómo la inteligencia artificial es la primera materia prima original y punto de partida universal para que las máquinas realicen cualquier tipo de tarea: desde “inventar” un relato hasta “componer” una canción o “dibujar” una ilustración. Esa es la verdadera disrupción.

Y pongo entre comillas esas tareas creativas porque la inteligencia artificial no es inteligencia en el sentido humano de la palabra, sino acopio de billones de datos con la capacidad de replicar tareas humanas tal y como han sido realizadas en el pasado. Toda habilidad, todo criterio, toda estética, toda valoración, toda opinión o cualquiera que sea la actividad que la IA efectúa emana del pasado ya registrado, de lo ya vivido, de lo ya realizado o descubierto por el hombre. Open AI desarrollado en, por ejemplo, 1890 sería incapaz de inventar el realismo mágico, el cubismo o el jazz.

Open AI es aparentemente creativo. Es capaz de reinterpretar, pero no de crear. Que nadie se equivoque.

Dicho esto, es la primera vez que se desarrolla un lenguaje que permite dar instrucciones a una máquina para realizar otras operaciones. Eso permite la programación de softwares que realizan actividades completas a partir de órdenes concretas, utilizando, como base, la IA.

La amenaza está servida.

En Italia lo han prohibido por violar la privacidad de datos. Y en España se está estudiando proceder igual.

¿Es legítima la prohibición?

Puede ser que Open AI esté utilizando datos no públicos, pero ese no es el problema. Open AI saldrá adelante porque lo que está creado es el lenguaje. Cierto es que cuanta más información analice, más eficiente, certero o capaz es dicho lenguaje. Capar o limitar la información que utilice restará efectividad al lenguaje, pero no su potencial. 

Se me ha criticado mucho por responder que Open AI no representa una amenaza al trabajo humano. ¿Lo es? ¿Es una amenaza? Toda innovación lo es. Las disrupciones tecnológicas no amenazan a las personas, sino que les obligan a evolucionar. Naturalmente que, si un software realiza las funciones intelectuales de una persona, esa persona queda desplazada. Pero esa no es la cuestión. La cuestión es otra bien distinta. Y es: ¿qué puede o debe hacer esa persona con la parte de trabajo que la máquina realiza y que antes realizaba la persona?

Es evidente que Open AI va a suponer una reconversión para muchas profesiones y capacidades. Pero nunca la eliminación de la persona. Entre otras cosas porque la inteligencia artificial ha sido creada por tales personas. Es algo fundamental en la ecuación. Cuando el ser humano crea algo que realiza parte de sus tareas, libera tiempo para actividades más elevadas. Pasó con los electrodomésticos, con los ordenadores, con Internet y sucederá también así con Open AI.

Otra cosa distinta es cómo absorbe el mercado laboral esta reconversión: ¿sabrá la persona evolucionar? ¿podrá? Mientras redefine sus funciones, ¿de qué vivirá? ¿tendrá tiempo de reciclarse?

La cantidad de innovación que irrumpe en una sociedad, cuando es demasiada o no da tiempo a absorberla, produce externalidades. Destrucción creativa schumpeteriana, pero a lo bestia.

Es inevitable. La única manera de frenarlo es con violencia. Los luditas destrozaban máquinas textiles durante la Revolución industrial. Cualquier amenaza tecnológica es una oportunidad para un político porque le proporciona adeptos dispuestos a votarle si les promete frenar o prohibir tal innovación. Hoy en día a nadie se le ocurriría destrozar un telar por ser mecánico. Pero en los primeros compases de su existencia, era rentable promoverlo.

Toda innovación tecnológica entraña un coste social. El coste de Open AI va a ser elevado, sin duda alguna. Pero la respuesta no es prohibirla, sino interpretar adecuadamente cómo la sociedad debe evolucionar a partir de la nueva tecnología.

Open AI será prohibida, vetada, limitada o frenada, pero ya nada impedirá que se imponga como materia prima de programación. Será un reto político administrar, legislar y aprobar su uso porque es demasiada innovación para ser absorbida en poco tiempo. Un exceso de innovación desemboca en crisis económicas, si esta no se administra bien. Pero no confundamos la administración o ritmo de adopción social con la prohibición u oportunidad que para la especie humana representa Open AI.