La valoración de las estadísticas de empleo ha suscitado tradicionalmente bastantes polémicas, que se están incrementando en los últimos tiempos, especialmente porque se pone en duda su fiabilidad. Las críticas a los datos oficiales publicados se centran sobre todo en los proporcionados sobre paro registrado, mientras que mayor consenso reciben los datos relativos a los niveles de ocupación derivados de la afiliación a la Seguridad Social y los trimestrales elaborados por el Instituto Nacional de Empleo, a través de la Encuesta de Población Activa (EPA).

Los datos de paro registrado empezaron a ser discutidos desde tiempo atrás, primero en relación con los trabajadores prejubilados, después durante la pandemia por el cómputo o no como parados de los trabajadores afectados por los ERTES y, finalmente, a partir de la aplicación de la última reforma laboral, por la toma o no en consideración de los períodos de inactividad de los trabajadores fijos discontinuos. Esto último pasa a convertirse en decisivo en estos momentos por el incremento exponencial que se ha producido en esta modalidad contractual, habiéndose celebrado ya a lo largo de este año más de dos millones de contratos de trabajo.

Generalizando los anteriores fenómenos, el problema de fondo reside en que la dualidad tradicional entre trabajador sin empleo y en plena ocupación dentro de la empresa, en el momento actual, se ha vuelto mucho más compleja, por la diversidad de situaciones intermedias que han venido apareciendo con el paso del tiempo. Son cada vez más numerosas las situaciones grises, que provocan una pérdida significativa del paro registrado como instrumento útil para el diagnóstico de la situación del mercado de trabajo. Incluso también con defectos los datos más amplios de demandantes de empleo no registrados como parados en los Servicios Públicos de Empleo (Sepe).

Baste efectuar un rápido listado de ese tipo de situaciones que no es fácil calificar o no como parados, con independencia de que se encuentren o no registrados como tales: estudiantes que cursan estudios a tiempo completo, si bien por distintos motivos han formalizado su inscripción como demandantes de empleo; personas que están preparándose para concursar a ciertas oposiciones, que se registran simplemente porque les resulta gratuita la firma de la convocatoria por esta circunstancia; trabajadores de edad avanzada que han perdido su empleo, están percibiendo la prestación por desempleo en tanto llegan a la edad de jubilación y no tienen voluntad ya de reincorporarse nunca al mercado de trabajo; trabajadores que tienen su contrato de trabajo suspendido durante un tiempo más o menos incierto a causa de un ERTE, pero que mantienen vivo su contrato y con expectativas reales de retornar a la ocupación efectiva; trabajadores contratados como fijos discontinuo durante los períodos de inactividad fuera de la temporada o del ciclo que determina su efectiva ocupación en la empresa.

Más aún, incluso aunque se lograse consensuar la respuesta más razonable a estas situaciones intermedias, nos encontramos con la circunstancia de que la inscripción como parado o su renovación, como tal, depende de la voluntad del propio trabajador, de su expectativa de que tal registro le resulte o no útil o provechoso; por ello al margen de su actitud de búsqueda activa de empleo o de abandono de las esperanzas de encontrar empleo. Por lo demás, aunque parezca una cuestión meramente técnica, los datos de paro registrado van referenciados a la situación del último día del mes, es decir no a la media mensual, con el resultado de que los datos pueden cambiar mucho según que el último día del mes sea lunes o martes, o bien se trate de jueves o viernes.

Sería deseable no dar tanta importancia a los datos de paro registrado y centrarse en los datos trimestrales de la EPA y en los mensuales de altas de afiliación a la Seguridad Social

A la vista de todo ello, sería deseable que los medios de comunicación no les atribuyeran mayor importancia a los datos de paro registrado y se centraran especialmente en los datos trimestrales de la EPA y en los mensuales de altas de afiliación a la Seguridad Social. Particularmente, los datos mensuales de altas de afiliación a la Seguridad Social son mucho más fiables respecto de la evolución del empleo real entre nosotros, por cuanto que miden el empleo real existente en el conjunto del mercado de trabajo y vienen a ser confirmados posteriormente por los datos trimestrales de la Encuesta de Población Activa. En concreto, son plenamente fiables los datos de afiliación en la medida en que excluyen de su cómputo los períodos de inactividad de los fijos discontinuo, identifican los trabajadores en ERTE, incluso diferenciando entre trabajadores en ERTE con contratos suspendidos y con reducción de jornada, proporcionan las altas medias mensuales y no las del último día del mes.

Por añadidura, en un escenario en el que la tendencia no es al incremento del trabajo a tiempo parcial, sino todo lo contrario, los datos de afiliación vienen a reflejar más fielmente la realidad del mercado de trabajo en estos momentos.

Incluso con ese dato de afiliación global se puede identificar cuál es la tasa de ocupación en nuestro mercado de trabajo, es decir, el porcentaje de trabajadores efectivamente ocupados respecto de la población total en edad de trabajar; tasa de ocupación que al final es mucho más decisiva, que la siempre discutible tasa de desempleo, y permite con mayor certidumbre compararla con la del resto de los países de la Unión Europea.

Pues bien, si nos atenemos a la situación de alta de afiliación a la Seguridad Social, los datos son elocuentes e incontrovertidos, en el sentido de que nos encontramos en estos momentos en un escenario muy positivo, de continuado crecimiento del empleo desde el fin de la pandemia. Se trata de cifras de ocupación en el mercado de trabajo ya superiores a los períodos anteriores a la crisis sanitaria, que superan incluso las cifras previas a la precedente crisis financiera. En concreto, las cifras globales en estos momentos (noviembre 2022) son de 20,3 millones de ocupados (cifra a la que sólo habría que descontar 16.284 trabajadores en ERTE suspensivo), datos básicamente coincidentes con la EPA del tercer trimestre que los situaba en los 20,5 millones; mientras que a diciembre de 2021 eran de 19,8 millones (a la que habría que restar 63.000 trabajadores en ERTE suspensivo), a diciembre de 2020 eran de 19 millones (a la que habría que quitar 501.414 trabajadores en ERTE suspensivo), a diciembre de 2019 eran de 19,4 millones, en diciembre de 2012 fue de 16,4 millones y, finalmente, en diciembre de 2006 fue de 18,9 millones. Comparen las anteriores cifras y podrán sacar las correspondientes conclusiones.