Un año más, este mes, la UE ha publicado el European Innovation Scoreboard (EIS). Esta es una herramienta que mide los avances en los sistemas de innovación y los sistemas productivos de los estados miembros, analizando una serie de variables comunes. Además, en 2023 también han publicado el RIS (Regional Innovation Scoreboard), que analiza otras variables que están disponibles a nivel regional.

¿Por qué es interesante analizar estos indicadores? Porque se usan para diseñar políticas de innovación y del fomento del emprendimiento, tanto por parte de las instituciones europeas, como de los gobiernos nacionales y regionales.

Este año tuvimos algunos cambios en España, como la mejora de posiciones de Catalunya, situada en el grupo de strong innovators, siempre liderado en España por el País Vasco. También la mejora relativa de España en su conjunto, que está escalando posiciones desde el covid.

Es paradójico que, salvo algunas islas de innovación, casi todos los líderes se sitúen en los países del norte y centro de Europa. Mientras que el sur y el este se mantienen en las últimas posiciones. La innovación podría servir como herramienta de convergencia, para acercar las estructuras de los países miembros. Sin embargo, a pesar de décadas de políticas comunitarias, nacionales y regionales, todavía está lejos de alcanzarse. Se acercan, pero continúan alejadas.

En 2023, Dinamarca ha sustituido a Suecia como país más innovador de la UE. Pero en el conjunto europeo nos hemos alejado de China, Estados Unidos, Corea del Sur o Canadá porque avanzamos a un ritmo más lento. A pesar de esto, la UE sigue por encima de China en términos de innovación. Suiza continúa siendo el país europeo más avanzado, destacando año tras año por los indicadores educativos, de publicaciones científicas y variables medioambientales.

Más allá de quedarme con una mera lista de países o regiones y ver si han subido o bajado puestos, lo que siempre me interesa es analizar las tripas de los marcadores. Y las curiosas correlaciones que se establecen entre algunas variables que mide la UE y la evolución de los países en innovación.

Las variables que más han mejorado en la UE desde 2016 son la innovación en procesos, la movilidad de recursos humanos en áreas de I+D+i, el gasto en venture capital y las colaboraciones internacionales en publicaciones científicas.

Sin embargo, es curioso cuáles son las debilidades en España: el apoyo público (financiación) a la I+D+i, el gasto empresarial en I+D, los empleados en empresas innovadoras, los innovadores de procesos entre las pymes y el gasto en innovación por empleado. Además, estamos muy alejados de la media europea en pymes con productos innovadores, pymes que colaboran con otros agentes o empresas, así como en la exportación de productos y servicios de alto valor añadido.

Mi experiencia trabajando en proyectos de innovación en todos los países que lideran la clasificación europea, y algunos líderes mundiales, me indica que no es baladí esta falta de apoyo y soporte a las pymes. Máxime cuando en nuestro país conforman la mayoría del tejido productivo.

Además, que no se exporten productos o servicios innovadores es un indicador de dos cuestiones: por un lado, se realiza una innovación que no es disruptiva, es decir, puede constituir una novedad para la empresa que lo realiza o en el mercado de origen (es bastante común en España ver empresas y startups que “copian” lo que hacen otros en otros mercados), pero no es atractivo o competitivo en el extranjero; por otro, la falta de redes que faciliten el escalado internacional de la innovación. Siempre digo que si una innovación no es capaz de escalar internacionalmente, o no sobrevivirá mucho tiempo, o no encontrará financiación suficiente para crecer.

En realidad, estos informes siempre me llevan a cuestionarme por qué en España no hay un sistema de evaluación y monitoreo efectivo que permita conocer la efectividad del gasto público en innovación. Si no conocemos cuál es el retorno real de las acciones financiadas con fondos nacionales o regionales, es imposible saber si se avanza por la senda apropiada. Y que las pymes, donde se encuadran también las startups, sigan tan alejadas de la media europea, indicaría que la estrategia no parece la más adecuada. Desde el resultado de la colaboración del triángulo del conocimiento hasta la financiación de empresas. Hace unas semanas comentaba con un colega cómo en el territorio en el que resido se ponían en marcha casi simultáneamente tres programas de aceleración de startups: una con fondos nacionales, otra con fondos autonómicos y otra con fondos locales. ¿Cuál sería el impacto (si se midiese) de este gasto? ¿Realmente en una provincia o comunidad autónoma podemos encontrar a día de hoy 100 start-ups o ideas con un impacto potencial relevante que puedan ser mentorizadas en el mismo periodo de tiempo? Mi experiencia me dice que dudosamente.

Es paradójico también que muchos de los países que lideran la clasificación se caractericen también por tener sistemas más transparentes y con una evaluación de la eficacia del gasto público. Así que unamos dos y dos y quizá tengamos la solución de la convergencia.