Historia de tres sectores

- Joan Ramon Rovira
- Barcelona. Jueves, 3 de julio de 2025. 05:30
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Los tres sectores son (a) la industria manufacturera, (b) la hostelería (servicios de alojamiento, bares y restaurantes) y (c) las actividades comprendidas bajo el concepto de información y comunicaciones. La fuente de los datos es la contabilidad por ramas de actividad que publica el INE para la economía española, que ofrece datos sectoriales de empleo, VAB y también de stock de capital. Las variables analizadas son valores promedio de cinco años de los periodos 1995-1999 y 2015-2019. La historia de estos tres sectores entre estos dos periodos es representativa de muchos otros y se puede resumir brevemente: en el primer sector (industria) la productividad del trabajo (valor añadido por puesto de trabajo equivalente a tiempo completo) aumenta significativamente, pero el volumen de empleo se reduce. En la hostelería, en cambio, cae la productividad, pero aumenta el empleo. Finalmente, a las actividades agrupadas bajo el concepto de información y comunicaciones aumentan simultáneamente la productividad y el empleo. El resto de sectores económicos siguen una de estas tres pautas.
De los tres sectores comparados, información y comunicaciones es el que registra una mayor dotación de capital por persona ocupada y la hostelería el que menos, con la industria manufacturera en una posición intermedia. Ahora bien, en el caso de la industria la dotación de capital por ocupado ha crecido más intensamente que en los otros sectores entre los periodos de referencia, y también ha crecido más la productividad del trabajo. Es decir, el progreso tecnológico en la industria ha tomado la forma de una creciente sustitución de trabajo por capital, mediante una mayor automatización de los procesos productivos, lo que implica a menos personas trabajando con instalaciones y sistemas más eficientes y potentes, produciendo mucho más por hora de trabajo, en cantidad y en calidad, en comparación con veinte años atrás. En paralelo, se ha dado un proceso de concentración empresarial, con un aumento de la dimensión media de los establecimientos y un cambio de las participaciones relativas de las diferentes ramas industriales, ganando peso las más intensivas en capital. Por lo tanto, aunque la industria ha perdido peso en el empleo total, es actualmente una industria muy diferente a la de hace dos décadas: mucho más eficiente, tecnificada e internacionalizada.
Los economistas clásicos de los siglos XVIII y XIX enfatizaban la creciente división de trabajo como la fuente última de los avances en la productividad. Una mayor división del trabajo implica una mayor especialización de las actividades a medida que crece la dimensión de los mercados de los diferentes bienes y servicios, que a su vez justifica utilizar métodos de producción y bienes de capital más sofisticados y eficientes (no tiene sentido fabricar un martillo para clavar un solo clavo, pero sí cuando se trata de clavar miles). La naturaleza de los bienes y procesos industriales favorece una creciente especialización empresarial y la aplicación de sistemas productivos más intensivos en capital. En el caso de la hostelería también se da una cierta división por tipologías de actividad (turismo urbano, de negocios, de sol y playa, cultural y deportivo, etc.), pero las tareas laborales propias del sector son, en general, menos susceptibles de ser mecanizadas o automatizadas. El sector puede aumentar la productividad, aumentando la calidad percibida y, por lo tanto, el precio relativo del servicio, junto con los sueldos, pero hay límites a su capacidad para crecer aumentando la dotación de capital por persona ocupada. De hecho, de los tres sectores es el menos capitalizado, habiendo registrado un crecimiento negativo (en términos reales) tanto de la dotación de capital por persona ocupada, como de la productividad del trabajo.
Finalmente, bajo la etiqueta "información y comunicaciones" se agrupa una serie relativamente heterogénea de actividades, que incluyen desde las telecomunicaciones a la programación y la consultoría informática, pasando por los servicios editoriales y audiovisuales. El denominador común de todas ellas es la producción, tratamiento y gestión de datos en sentido amplio (de los textos en lenguaje natural a los códigos en lenguaje informático, pasando por imágenes y sonidos). Son actividades en las que, en conjunto, han aumentado tanto la productividad del trabajo como el empleo. No obstante, a pesar de registrar niveles iniciales de productividad y dotación de capital por trabajador superiores a los de los otros dos sectores, entre los periodos de referencia la dotación de capital por trabajador no ha aumentado significativamente en términos reales. Por lo tanto, no ha habido sustitución de trabajo por capital, pero, en cambio, sí se ha producido un aumento de la productividad del trabajo. Este aumento de la productividad podría estar relacionado con un aumento de los activos intangibles no incorporados en el concepto de capital, según se define y se utiliza en la contabilidad nacional. Nos referimos a un mayor y/o mejor uso de tecnologías y sistemas de producción y comercialización no incorporados a los bienes de capital –incluyendo el desarrollo de competencias profesionales y la experiencia adquirida al puesto de trabajo.
En realidad, las "historias" de estos sectores no son independientes, ni entre sí ni en relación con otros sectores económicos. En el caso de la industria, una parte no despreciable de los aumentos registrados en la productividad del trabajo del sector se derivan de la externalización de determinadas tareas de menor valor añadido hacia empresas especializadas de otros sectores (por ejemplo, hacia empresas multiservicio dedicadas al mantenimiento y seguridad de edificios, o a determinadas tareas auxiliares, logísticas o comerciales). A su vez, las telecomunicaciones y los servicios informáticos son un input estratégico que contribuye a elevar la productividad a las empresas industriales y al conjunto de la economía. Por otra parte, en el caso de la hostelería se observan avances en la división del trabajo asociados con la industrialización de determinados procesos (caso de los alimentos preparados que se elaboran el mismo día en una planta industrial y se distribuyen en establecimientos de restauración en el área de proximidad de la planta, estandarizando la calidad y reduciendo el precio de los menús). También en el caso de la hostelería, la utilización de tecnologías digitales es un input estratégico que ha permitido el crecimiento de nuevos segmentos de actividad, como el reparto de comidas a domicilio, que no siempre implican aumentos de la productividad y los salarios de los trabajadores.
Por otra parte, la evolución de los diferentes sectores no responde solo a la naturaleza de las actividades y de las tecnologías utilizadas. Hay que tener en cuenta los patrones de demanda, que cambian a medida que aumenta el nivel de vida de la población. Las familias gastan ahora una mayor proporción de sus ingresos en servicios de hostelería que hace dos décadas, por ejemplo. Y también en servicios de información y comunicaciones, en especial de naturaleza digital, en comparación con el gasto en bienes de origen industrial, que han visto reducido su peso en la cesta de consumo. Estos cambios tienen un impacto importante en la oferta y guían la transformación estructural del modelo productivo, junto con el cambio tecnológico. ¿En este contexto complejo de interacción entre oferta y demanda, cuál será el impacto de los nuevos sistemas de inteligencia artificial? ¿Operarán como un activo que facilite la sustitución de capital por trabajo, aumentando la productividad de un determinado segmento laboral, pero disminuyendo el volumen total de empleo, como hemos visto en el caso de la manufactura? ¿O facilitarán la emergencia de nuevos segmentos de actividad intensivos en empleo, todo y que no necesariamente con una elevada productividad y remuneración del trabajo? O siguiendo la pauta del sector de la información y las comunicaciones, potenciarán el factor humano y contribuirán al crecimiento tanto de la productividad como del empleo. Difícil saberlo. Lo que está claro es que las políticas industriales en este mundo cambiante tendrían que ser especialmente sensibles al factor sectorial, no tanto para seleccionar y apostar por determinados sectores, como para adecuar las políticas transversales a las circunstancias concretas de cada actividad, teniendo como norte elevar la productividad y la remuneración de un factor trabajo que querríamos progresivamente más cualificado –a todos los sectores de actividad.