Emprender o no emprender, esta parece ser la cuestión últimamente. Parece que emprender está de moda, pero si estudiamos los datos, nos daremos cuenta de que una cosa son las grandes historias de firmas españolas que logran dar el salto, inspiradas muchas veces en el imaginario que todos tenemos de MIT y triunfar en un garaje, y otra, las cifras.

Según la II encuesta de Jóvenes Emprendedores, 1 de cada 3 jóvenes españoles querría emprender, pero el 77% considera que es muy difícil llevarlo a cabo. El último Informe GEM Andalucía se destaca que un 10,30% de los andaluces tiene la intención de crear una empresa; un 4,9% ya lo han hecho en los últimos tres años.

Porque los jóvenes tienen que emprender. Pero realmente, ¿ellos qué quieren?

Pues bien, ¿qué pasa con los jóvenes hoy? ¿En qué están pensando? Cuando terminan la universidad no piensan en emprender. Y no lo hacen porque les da miedo fracasar, porque culturalmente no van a encontrar reconocimiento, porque no encuentran información, no encuentran financiación…

Algunos datos curiosos: 3 de cada 4 jóvenes piensan que es muy difícil emprender y señalan como principales obstáculos para ello la falta de capital para poner en marcha el negocio (47%), la falta de una idea clara que pueda tener éxito (28,2%), el desconocimiento de los trámites a seguir (14,4%) y los impuestos a pagar (13,7%).

Otros informes de la OCDE destacan la confluencia de múltiples factores, tanto internos como externos, la falta de formación o educación, la falta de confianza en las habilidades de uno mismo, el miedo a fracasar, la dificultad de acceder a la financiación, y una larga lista de obstáculos que se suelen interrelacionar y son mayores, en promedio, para las mujeres, los inmigrantes, jóvenes, adultos mayores y desempleados.

Y digo yo, ¿no serán excusas? ¿Acaso hemos dejado de pensar? Nos entrenan para pasar pruebas, pero realmente, ¿nos han estimulado el placer de la curiosidad? ¿De hacernos preguntas?

Podemos imaginar nuevos escenarios. Eso es creatividad. ¿Nos gusta la realidad en la que vivimos? No, dirán muchos. Pues a qué esperamos. Cambiémosla. ¿No encontramos lo que buscamos? Creémoslo.

Porque emprender no se trata de tener buenas ideas, emprender es cambiar las cosas, pensar distinto, tener la valentía de querer cambiar las cosas y además de no hacerlo solo. De ahí el aplicar el término activista, alguien que está activo en una campaña a favor del cambio.

Debemos abordar el hecho de emprender desde lo cultural. El modo ‘Golum’ llega a su fin, eso de pensar que si tienes una idea no se la puedes contar a nadie. Que mejor que estar solo que mal acompañado… El refranero español tiene justificaciones de todos los tipos. Es que ir solo es lo suyo, a ver si te roban una idea. ¿Y por qué no pensamos que una idea nace para compartirla, rebatirla, transformarla y volverla a compartir?

Emprender no es una salida profesional, es tener la visión de aquello que queremos SER, es una elección personal desde la libertad (no desde la necesidad). Esa visión genera emociones, que será la energía humana necesaria y que moviliza una serie de factores facilitadores del proceso de activación y puesta en marcha.

Emprender es una llamada para aquellos que cuentan con unas capacidades muy concretas, cómo tomar la iniciativa, movilizar a otras personas y hacer que se sumen a tu idea, comprender cómo poner en marcha un plan en acción y utilizar las finanzas sabiamente, son habilidades relevantes para el emprendimiento. Son competencias que se pueden aprender y entrenar.

No es soñar solamente, es pensar en formas muy concretas de proponer soluciones.

Requiere altas dosis de dedicación, creatividad, iniciativa y valentía. Y sí, no todo el mundo vale. Debemos conocer el mundo empresarial, los negocios, las reglas del mercado, saber desenvolvernos, asumir riesgos, estar familiarizados con nociones económicas y legales.

Por eso hoy más que nunca necesitamos personas convencidas y preparadas, además de inspiradas. Hemos pasado de decir, se buscan emprendedores a se buscan activistas del emprendimiento. Sí, han leído bien, activistas de los que tienen las cosas claras, luchan, actúan colectivamente, creen en los cambios sociales. Activistas innovadores, que comprendan el poder de las tecnologías.

Ser activista del emprendimiento es mucho más que ser emprendedor en serie

Es más que luchar por hacer una idea o un sueño realidad, es luchar por despojarnos de las ideas y centrarnos en el reto de cambiar las cosas, de dar nuevas respuestas. No va de defender nuestro producto, va de demostrar que podemos mejorar las cosas y que lo que tenemos entre manos merece la pena para los clientes y la humanidad.

La lógica del mercado ha cambiado, es el impacto el que mueve el mercado, es el impacto el que dota de un nuevo sentido a la viabilidad o pertinencia de una empresa. El impacto es el que crea nuevas oportunidades para el mercado.

Dicen que el futuro es incierto, y en gran parte lo es, pero lo que sí guarda cierto grado de certeza es que el mundo necesita emprendedores comprometidos, dispuestos a cambiar las reglas.

La gente habla que para emprender tienes que tenerun propósito’ y yo creo que no es tanto un propósito como una intención. Hay que ser activista del emprendimiento, porque en realidad emprender no es hacer un mundo mejor, eso yo lo decía hace cuatro años, luego decía que emprender era cambiar el mundo, lo que creo es que emprender es generar nuevos escenarios y cambiar paradigmas.

Y que emprender no se puede hacer solamente desde una idea, sino que ahora mismo son las corporaciones las que están empezando a detectar sus propios retos para abrirse a la innovación abierta, para abrirse a las ideas de los emprendedores.

Pero no puede ocurrir de manera aislada, sino que las propias corporaciones tienen que generar conjuntamente “territorios de retos”, en donde las entidades colaboran (no compitiendo) en torno a los grandes retos que tenemos como humanidad, que es la sostenibilidad, el abordaje de la logística, las ciudades, el turismo, etc.

Esto ya no se trata de que un emprendedor cambie el mundo, que está muy bien, sino que se trata de que un emprendedor nazca entendiendo que la idea y el impacto son una misma cosa, que sus métricas de impacto son tan importantes como el producto que está trabajando (y que esto no se hace solamente mirando una compañía grande, a una corporación, y poniéndole ojitos para que le compre el producto). Se llama encontrar los territorios en los que vas a trabajar y a partir de ahí, desarrollar el activismo del emprendimiento, dándose la mano con las corporaciones.

Y la administración lo que tiene que hacer es vertebrar los retos, comprender muy bien los escenarios de esos retos que tienen las corporaciones, y que están aflorando y junto con las startups, y a partir de ahí, lograr entre todos la revolución que queremos para el mundo que viene.