Hay un viejo dicho, cuyo origen se remonta a cuando un camarero derramó el champán, por no saber abrir adecuadamente la botella, sobre la chaqueta del filósofo Eugeni d’Ors Rovira: "Los experimentos, con gaseosa", dijo el escritor y pensador barcelonés, sabiendo que su vestimenta debería pasar por la tintorería.

Leo en medios estas semanas, desde el triunfo de Javier Milei, que todo lo que pretende poner en marcha en Argentina es un experimento que difícilmente podrá culminarse sin éxito. Las políticas económicas de Milei son, en gran medida, las de la Escuela Austríaca, opuestas en muchos sentidos a las keynesianas y también a las monetaristas.

Vaya por delante que me fascina el personaje y que, más allá del viva la libertad, carajo y la motosierra, pienso que el economista argentino, otrora tertuliano de plató, sabe muy bien lo que dice y cómo quiere arreglar, de una vez por todas, Argentina. Recuerdo que cuando estudié la carrera, nos mostraron en primer curso unas previsiones del Fondo Monetario Internacional donde se anticipaba, en los años setenta, que el país de Maradona y Messi iba a ser el segundo país más rico del mundo en el plazo de diez años, por detrás de Estados Unidos. Nada de lo que se predijo se cumplió y el país fue cayendo de un desastre en otro hasta terminar, como sabemos, con una inflación casi del 150%, un índice de pobreza del 40% y el peso en caída libre, con un sistema corrupto y donde la economía informal, en negro, es devastadora.

Las propuestas de Milei, siendo radicales, dolorosas, impopulares y conflictivas, son las únicas que pueden revertir la situación en Argentina

La gran cuestión es si lo de Milei es un experimento o realmente tiene posibilidades reales de funcionar. Mi opinión es que sus propuestas, siendo radicales, dolorosas, impopulares y conflictivas –veremos los próximos meses importantes protestas en la calle cuando la música de la motosierra suene desde las instituciones–, son las únicas que pueden revertir la situación.

Siempre he sostenido que la única forma de detener una hiperinflación, y la historia lo demuestra, es reconociendo que la caída en barrena de la estabilidad de precios y de la divisa es el reconocimiento manifiesto de la bancarrota de un país. Y Argentina está en bancarrota. Y la hiperinflación se detiene de cuajo, sorpresivamente; nunca poco a poco.

Las decisiones de dolarizar la economía y clausurar el Banco Central, renunciando de este modo a la independencia monetaria y la posibilidad de regular tipos de interés y emisión de moneda, son inevitables y necesarias en un territorio ya en realidad dolarizado, pero desde la calle y no desde las instituciones. Otra cosa es que se renuncie a la divisa y al banco central para siempre. Puede ser una medida de dos o tres años, hasta estabilizar la economía y, luego, reactivar el peso y la autoridad monetaria bonaerense.

Dolarizar la economía y clausurar el Banco Central es inevitable y necesario en un territorio ya en realidad dolarizado

Respecto a la privatización de empresas públicas y desmantelamiento del Estado, es también una medida necesaria. Si no se va a poder emitir moneda, será imposible financiar el déficit con creación de dinero, así que no queda otra que hacer caja, por un lado, y cerrar salidas de la misma, por el otro. Ingresos extraordinarios por privatización y reducción de gastos públicos, clausurando ministerios y estructura funcionarial improductiva, así como ayudas públicas sobrepasadas.

Respecto a las expropiaciones, deberán legislarse y blindarse muy bien para que la venta salga a cuenta. YPF sufrió ya el baile de ahora es tuya y ahora es mía: Carlos Menem la vendió a Repsol en 1999 por 15.000 millones de dólares y Fernández de Kirchner se la expropió 13 años después. Habrá que cerrar muy bien las operaciones con garantías e indemnizaciones para los compradores en caso de retracto por reemplazo presidencial futuro y cambio de opinión de un eventual nuevo ejecutivo si en el futuro Milei de desbancado.

Las medidas que propone Milei son difíciles de llevar a cabo, es cierto. Pero la realidad es que no hay otra. A Argentina se le ha ido de las manos la propia Argentina. Es una pena porque es un país formidable, de posibilidades inmensas y capacidades probadas. Se trata de poner orden y la leonera está tan patas arriba que solo un radical podrá salvar los muebles. Sí, lo de Milei es una gaseosa, pero no queda otra y las fórmulas para darle la vuelta a la situación son exactamente las que propone el economista rey León.