Partiendo de la importancia del método, el factor crítico de la innovación son las personas, sus valores, su talento y su compromiso. Son las personas quienes hacen posible la innovación y de esto poco se habla. Por tanto, el arte de innovar es el arte de descubrir personas y entidades que cuenten con habilidades e inquietudes para ponerlo en marcha. Innovar es una dinámica que exige estimular a nuestros equipos y a la vez detectar las capacidades externas que nos ayuden a lo largo del proceso. Porque es mucho más interesante y posiblemente rentable ver más allá y vislumbrar lo que otros no ven y como dice el dicho: cuatro ojos ven más que dos. Y todo esto pasa por la activación de capacidades, experiencias y puntos de vista diversos que completen los nuestros y si es posible los cuestionen.

Llegado este punto podemos reflexionar sobre lo siguiente. ¿En qué tipo de momento innovador estamos a nivel personal? ¿Nos queda lejos eso de innovar? ¿Y a nivel corporativo, cómo está nuestra organización? ¿Y el equipo? ¿Contamos con innovadores en nuestras filas o más bien nos rodeamos de personas que prefieren las cosas como están? ¿Conocemos otras entidades con las que podemos colaborar y sumar capacidades?

Dicho de otro modo: sin mata no hay patata. Para que la chispa prenda, las organizaciones tienen que estar preparadas y esto depende de que todos y cada uno de nosotros lo estemos. Y la esencia es que la chispa simplemente ocurre. Tal y como nos cuenta Juan Ferrer en su libro No salgas de tu zona de confort, cuando las personas son las protagonistas, sabemos cómo están, qué necesitan, las cuidamos y abordamos sus problemas, les damos voz y las escuchamos, claro está, abrimos y estimulamos el espacio a la iniciativa.

No hablo solo de detectar las fortalezas, también es clave abordar las debilidades. Es esencial sentar las bases para abordar la felicidad en nuestras empresas mucho antes que estimular espacios para descubrir personas con potencial innovador. En palabras de Marian Rojas, son personas vitamina con espíritu innovador. Y eso pasa por contar con los mejores, sí, los mejores. No importa si están en el consejo de dirección o no. Son los mejores porque hacen muy bien su trabajo y cuentan con el talento para llevar a la organización más allá. Y todo ello con una alta dosis de ambición y convencimiento del éxito en la superación de la dificultad. Gestionando los tiempos y las oportunidades, porque cuando se llega el primero no todo son ventajas. El secreto es que, aunque la innovación sea un mandato hoy en día, no podemos imponerla en nuestras vidas ni mucho menos en nuestras empresas. Porque, en el fondo, no nos gusta asumir riesgos y el cambio ante todo nos inquieta.

La disrupción, la creación de nuevos modelos de negocio y la innovación radical necesitan una apuesta también radical por el desarrollo del talento y la cooperación radical más allá de nuestro contexto habitual

Por eso necesitamos conectarnos con las capacidades de innovación oportunas y crear alianzas con objetivos muy claros. Para ver más allá de la curva no vale la intuición, es necesario contar con conocimiento y las capacidades tecnológicas de entidades que saben y mucho de innovación como los centros tecnológicos y de investigación. Porque necesitamos ayuda para imaginar escenarios y territorios con un alto grado de incertidumbre y colaborar es clave para activar la capacidad sostenida de creación de escenarios y la anticipación estratégica en nuestras empresas y organizaciones. La disrupción, la creación de nuevos modelos de negocio y la innovación radical necesitan una apuesta también radical por el desarrollo del talento y la cooperación radical más allá de nuestro contexto habitual. Sólo así lograremos organizaciones y empresas exitosas que logren cambiar radicalmente el mundo.

Por el camino sortearemos obstáculos, y muchos, tendremos forzosamente que gestionar el miedo, la frustración y la crítica. Porque quienes creemos en ello no lo hacemos con un foco único en el éxito económico, lo hacemos porque es el camino para hacer de nuestra economía y sociedad un mundo mejor.

Por tanto, esta reflexión es una llamada a la acción. Necesitamos vislumbrar y enamorarnos de los retos que nos propone un mundo dinámico e incierto, que nos llama necesariamente a la acción como ciudadanía y profesionales. Y esta acción emana de la inspiración que somos capaces de transmitir a las personas y entidades que nos rodean. Es una fórmula para construir en nuestras organizaciones que pasa por activar y reconocer la curiosidad, la ilusión, la inquietud, la disconformidad y el desasosiego. Se trata de la acción por encima de todo pues el gran reto es contar con una sociedad de “hacedores” apasionados que estén dispuestos a crear soluciones innovadoras para hacer un nuevo mundo posible y mejor.