Existe un amplio consenso sobre la necesidad de una reforma fiscal amplia y profunda. Una que corrija los problemas de fondo que arrastramos tras décadas de dinámica inercial, con parches y remiendos huérfanos de reflexiones y actuaciones globales. Sin ánimo de exhaustividad, bastan cuatro ejemplos diversos: existen tributos con normativas obsoletas, como el impuesto sobre sucesiones y donaciones, el impuesto sobre el patrimonio o el que grava las transmisiones patrimoniales y actos jurídicos documentados; los impuestos locales pueden mejorarse notablemente; la llamada tributación verde está infradesarrollada en España; el IVA español es el que muestra más tratamientos diferenciados y distorsionantes de toda la Unión Europea, tras innumerables rebajas de tipos: en España, cualquier problema sectorial lo arreglamos tocando el tipo del IVA correspondiente.

Superada la pandemia y la crisis inflacionaria, parece que es el momento económico para acometer esa reforma. Desafortunadamente, el vector político no ayuda. La elevada fragmentación y polarización a la que asistimos hace extraordinariamente difícil los pactos de país. Y la reforma tributaria que necesitamos es, sin duda, uno de esos pactos.

Porque debe quedar claro que es posible contar con una arquitectura que sirva para aplicar políticas tributarias muy diferentes, en función de las preferencias ideológicas del gobierno de turno. Es como construir una casa sólida y equilibrada que admita personalizaciones al inquilino. El mismo sistema puede proporcionar una recaudación equivalente a 35 puntos de PIB o a 45; es posible contemplar la posibilidad de activar o desactivar tributos en función de los programas electorales del partido del gobierno. Existen múltiples parámetros que se pueden modificar para lograr resultados muy diferentes: tipos impositivos, exenciones… Centrémonos en construir juntos un buen sistema, admitiendo que cada cual lo usará de una manera.

Existe un amplio consenso sobre la necesidad de una reforma fiscal amplia y profunda: IRPF, IVA, la tributación de la riqueza y la fiscalidad verde

Para ello, el libro blanco disponible en Libro Blanco sobre la Reforma Tributaria 2022 ofrece un punto de partida sólido, si bien es cierto que sería necesario complementarlo con cálculos y estimaciones más detalladas en algunos impuestos y con otros desarrollos que quedaron al margen de la encomienda del Ministerio de Hacienda.

Es imperativo abordar las deficiencias y oportunidades de mejora en diferentes áreas tributarias. En el caso del IRPF, hay que destacar cambios urgentes como la eliminación del régimen de estimación objetiva, la revisión de gastos fiscales, el ajuste de parámetros cuantitativos al salto en precios que hemos vivido en el último bienio, y la simplificación del impuesto. En el ámbito del impuesto sobre sociedades, además de adaptarnos a los acuerdos internacionales y las decisiones de armonización comunitarias, resulta necesario revisar los ajustes contables para ampliar las bases imponibles y aumentar la recaudación, incluso con tipos nominales más bajos que los actuales, alineándose con las tendencias internacionales.

En el IVA, el mensaje principal es claro. Hay que revisar de forma exhaustiva el listado de bienes y servicios gravados a tipos diferentes al general. Es verdad que tendría sentido hacerlo de forma escalonada, porque esta revisión generará un efecto inflacionario transitorio. Pero la comparativa internacional muestra que nos estamos equivocando al usar el IVA como herramienta de intervención sectorial.

El mismo sistema fiscal puede proporcionar una recaudación equivalente a 35 puntos de PIB o a 45

La tributación de la riqueza es otra de las áreas que requieren una revisión exhaustiva. La actualización y simplificación normativa de los impuestos personales sobre la riqueza son esenciales para abordar la elusión fiscal y los problemas de competencia fiscal nociva, cuidándose de que no afecten negativamente a la vida y funcionamiento de las empresas familiares. Por supuesto, es fundamental limitar la actual exención a las empresas familiares a aquellas que realmente realizan actividades productivas, persiguiendo la elusión y el fraude y, en sentido contrario, no es razonable que la exención penalice las estrategias de autofinanciación de muchas empresas, al considerar que no afecta una parte sustancial de su tesorería.

Finalmente, la reforma fiscal verde se presenta como un desafío pendiente, donde es necesario converger hacia estándares comunitarios y promover políticas compensatorias para abordar la regresividad tributaria.

En conclusión, la reforma tributaria debe ser integral y enfocada en corregir las deficiencias del sistema actual, aprovechando el impulso de una nueva legislatura y el conocimiento acumulado. Es hora de actuar con determinación y visión de futuro para garantizar un sistema tributario justo, eficiente y alineado con los desafíos del siglo XXI.