Los recientes datos estadísticos, tanto de la Encuesta de Población Activa (EPA) como de la Contabilidad Nacional, muestran una situación muy positiva del empleo desde la práctica totalidad de los parámetros que se tomen en consideración. Los datos que hemos conocido nos permiten destacar la muy buena situación del mercado de trabajo, desmentir ciertos bulos negativos que se han difundido, así como identificar los desafíos a los que nos enfrentamos en el inmediato futuro.

Ante todo, hay que destacar que por primera vez se superan los 21 millones de ocupados, cifra superior tanto a la cifra prepandémica como a la previa a la crisis financiera en 2008. Más aún, tanto conforme a la EPA como a la contabilidad nacional, el número de horas totales trabajadas se está incrementando progresivamente, llegando a ser superior ya a las previas a la pandemia, aunque todavía no hayan superado las existentes en 2008; y ello, como dato positivo también, dentro de una tendencia a la disminución del número de horas extras realizadas, que se han reducido en un 38% respecto de ese año 2008, como efecto de las nuevas reglas sobre registro de la jornada de trabajo. El crecimiento de las horas trabajadas desmiente que sea un crecimiento ficticio del empleo; y más aún todavía, echa por tierra el bulo de que la EPA contabilice ocupados que trabajan cero horas. Lo más significativo a estos efectos es que la creación de empleo se está concentrando en el trabajo a tiempo completo, que representa ya el 75% del total del empleo creado, con progresiva disminución de la tasa de trabajo a tiempo parcial desde la última fase de recuperación de la ocupación, de modo que la tendencia de futuro puede ser el continuo crecimiento de las horas trabajadas. Otro dato positivo, muy a resaltar, es que se está produciendo una reducción muy notable del paro de larga duración, en términos tales que durante el último año ha caído en 5 puntos porcentuales, lo que está permitiendo que empiecen a incorporarse al empleo quienes tradicionalmente se encontraban atrapados en el paro.

Asimismo, es indiscutible que la reforma laboral ha tenido un impacto decisivo en la disminución de la temporalidad en el sector privado, que se sitúa ya en el 13,9%, lo que significa que ya estamos plenamente alineados con la tasa de temporalidad media de la Unión Europea del 14%, concentrándose el problema exclusivamente en la temporalidad en el sector público.

Finalmente, dato cualitativo muy importante, está creciendo muy intensamente el empleo entre las actividades profesionales, científicas y técnicas, que crece en el último año en un 12% y representa ya el 9% del empleo creado en el último trimestre, al propio tiempo que el peso del empleo en la hostelería empieza a decrecer suavemente, lo que puede mostrar un cambio de orientación en el tipo de empleo que se crea y, por tanto, en las expectativas de crecimiento en actividades de mayor productividad y cualificación profesional.

Tareas pendientes

A partir de aquí, con la expectativa de que esta evolución positiva se consolide en el tiempo, cabe valorar cuáles son las tareas pendientes y los retos a los que nos enfrentamos a partir de ahora. En esta clave, el referente principal deben ser los objetivos marcados por la Unión Europea en el marco del Pilar Europeo de Derechos Sociales de aquí al año 2030. El primero de ellos refiere a la tasa de empleo, como el porcentaje de ocupados respecto del total de la población con una edad comprendida entre los 20 y los 64 años. Debemos acostumbrarnos a utilizar este referente, por ser el más indicativo de la situación del mercado de trabajo, otorgando cada vez menor importancia al número absoluto de ocupados y sobre todo al porcentaje de desempleados. Nosotros, con una tasa de empleo en estos momentos de casi el 71%, estamos ya bastante cerca de la media europea, actualmente situada en el 73%. Lo más significativo es que la UE como primer objetivo pretende que para el año 2030 alcancemos en el conjunto de los estados miembros el 78% de tasa de empleo. Con la vista puesta en ello debemos tener presente que, en estos momentos, en ciertos territorios estamos por debajo del 8% de desempleo, próximo a lo que se considera como mero paro friccional, lo que puede empezar a provocar en ciertas profesiones la presencia de vacantes sin cubrir, a pesar de que en estos momentos estemos en los niveles más bajos del conjunto de Europa de vacantes sin cobertura.

Tenemos que actuar sobre los jóvenes, donde la tasa de paro es del 25%, más del doble de la media, y también ver qué pasa con la destrucción de puestos de trabajo en la industria

A la vista de ello, debemos actuar sobre diversos frentes para aspirar a ese objetivo europeo, que básicamente se pueden resumir en tres. En primer lugar, incrementar la base de trabajo potencial, aumentando la población activa, interviniendo en particular sobre los inactivos desanimados y sobre quienes no llegan a buscar empleo, pero desearían trabajar; ello requeriría esfuerzos de formación de este segmento de población, con vistas a aumentar las expectativas de incremento de la tasa de empleo. En particular, debemos actuar sobre el trabajo de los jóvenes, otra de las preocupaciones de la UE, donde se pretende reducir significativamente la tasa de jóvenes ninis (que ni estudian, ni trabajan, ni reciben formación), con el objetivo puesto en reducir su tasa en 3,5 puntos porcentuales. Para nosotros debe ser un objetivo especialmente importante, dado que tenemos la tasa de desempleo juvenil más elevada de todos los Estados miembros de la UE: el referente más importante, el comprendido en la franja entre los 20 y 24 años, se sitúa casi en el 25% del desempleo en esa franja de edad, superior al doble de la media del total de parados en España. Del mismo modo, se debe poner el acento en el crecimiento del empleo femenino, sobre el objetivo europeo de reducir a la mitad la brecha de género, teniendo presente que, a pesar de que en los últimos años hemos avanzado mucho, todavía existe un diferencial de 8 puntos porcentuales en la tasa de actividad de la mujer respecto del hombre, con una tasa de ocupación también inferior de las mujeres.

Aparte de ello, el dato cualitativo de empleo que no llega a corregirse es el relativo a la rotación laboral, entendida como el flujo tanto de personas que se contratan como de aquellas que pasan al desempleo en un determinado período de tiempo. En términos generales, a pesar de que desciende la rotación laboral, lo hace levemente, lo que contrasta más en comparación con el resto de los otros índices muy positivos de empleo: en una fase de fuerte crecimiento del empleo, siguen siendo del orden de 900.000 las personas que salen de la ocupación cada trimestre, lo que requiere de un diagnóstico afinado, para saber en qué frente se debería actuar. Ante todo, debe tenerse en cuenta que la rotación laboral es como el colesterol, la hay de buena y la hay de mala: la buena, derivada de un mercado de trabajo dinámico y de una iniciativa de los propios trabajadores que cambian de empleo con vistas a mejorar su situación; la mala, resultado de pérdidas de empleo en ciertas empresas y sectores o de contrataciones de corta duración con independencia del tipo de contrato de trabajo que se tenga. Ciertamente, un volumen de rotación laboral negativa es menos preocupante en el momento actual que en el pasado, ante un escenario presente de elevada ocupación, baja tasa de temporalidad y reducción del paro de larga duración. Pero no deja de manifestar un posible funcionamiento patológico de la contratación laboral, donde es clave detectar cuáles son las causas de esta mala rotación laboral.

Ante todo, debería analizarse hasta qué punto la reducción de la temporalidad está provocando en paralelo un incremento de la duración media de los contratos, porque a la postre esto último es lo que refleja más fielmente el logro de una superior estabilidad en el empleo desde el punto de vista material y no exclusivamente formal. En particular, habría que analizar hasta qué punto en la resistencia a la caída de la rotación laboral influyen aspectos concretos de nuestra contratación, como serían los siguientes: en qué medida inciden las altas tasas de temporalidad en el sector público, actualmente en el 31%, más del doble de la media y donde no acaban de impactar las medidas de estabilización puestas en marcha con el ambicioso objetivo de situar la tasa de temporalidad pública en el 8%; hasta qué punto se está produciendo un uso desmesurado y fraudulento de la libertad de extinción sin justificación de los contratos indefinidos durante el período de prueba, que estaría provocando una intensa rotación durante los primeros 6 meses de contratación; habría que analizar qué impacto está teniendo la nueva modalidad de la reforma de los llamados “indefinidos de obra” en la construcción, para ver hasta qué punto la misma está favoreciendo o no una menor rotación; finalmente, habría que comprobar qué uso se está haciendo por parte de las empresas de trabajo temporal de los fijos discontinuos, posibilidad que no le era permitida antes de la reforma y que en estos momentos representa nada menos que el 35% del total de sus contratos de puesta a disposición; habría que comprobar hasta qué punto unas cifras que pueden superar el millón de contratos al año en las ETT, se está utilizando correctamente y, por tanto, favoreciendo la estabilidad en el empleo de los trabajadores puestos a disposición, o bien nos enfrentamos a conductas fraudulentas de ocupación de puestos fijos en las empresas usuarias a través de contratos de puesta a disposición temporales por parte de las ETT.

Finalmente, no deja de resultar preocupante la destrucción del empleo en la industria, puede que debido a la caída de las exportaciones provocada por la mala evolución en las economías fuertes, que actúan como locomotoras en un escenario globalizado y que debería llamarnos la atención de actuar hacia un necesario mayor dinamismo y diversificación del sector industrial entre nosotros.

En definitiva, a pesar de que la situación del empleo es de lo más positiva imaginable, no dejamos de enfrentarnos a la necesidad de actuar para corregir los desequilibrios detectados.