Que la ciudadanía no crea en los políticos ni es nuevo ni extraño. Hace años que los estudios sociológicos reflejan un incremento de la desafección política, fenómeno que no es exclusivo ni de Catalunya ni de España. Viendo la falta de respuesta a los grandes problemas de las familias, como el acceso a la vivienda y la caída del poder adquisitivo, y cómo se encadenan los casos de corrupción en el partido del Gobierno, lo extraño sería que el ciudadano medio creyera en sus gobernantes.

Tampoco los empresarios creen en los gobernantes, aunque sí creen en la política. La CEOE está enfrentada al Gobierno de Pedro Sánchez y la vicepresidenta Yolanda Díaz prácticamente desde el primer día. La líder de Sumar no cuenta con ellos para las reformas y la política fiscal del ejecutivo del Estado va en dirección contraria a la que demandan las empresas.

Pero creen en la política, en hacerla, y han reforzado posiciones en el Congreso para cambiar leyes y conseguir objetivos. Josep Sánchez Llibre, presidente de Foment del Treball, recordaba el jueves ante los jóvenes empresarios cuando Joan Rosell le encargó ser el enlace de la CEOE con las Cortes. Con el sombrero de lobista, ha conseguido cosas, como narró, como que Junts y el PP tumbaran el impuesto a las empresas energéticas, clave para el mantenimiento industrial de la petroquímica de Tarragona. Incluso con Vox se han reunido cuando ha hecho falta; al fin y al cabo, la aritmética parlamentaria es la que es y “no sirve de nada convencer a PP y Junts si Vox no lo vota”.

Los empresarios, como los ciudadanos, no creen en los gobernantes, pero sí creen en la política

En el ámbito catalán, la relación entre Foment y el Govern es mejor que la de la CEOE y Sánchez, pero ha tenido sus altibajos. Sánchez Llibre ha elogiado los esfuerzos del ejecutivo de Salvador Illa para el retorno de las sedes empresariales a Catalunya y, últimamente, ha celebrado la apuesta por la ampliación del aeropuerto del Prat –con la participación de Foment, que hace cinco años que está al frente de la reivindicación, recordó también su presidente. Pero también ha tenido palabras muy duras contra Illa y calificó las medidas de vivienda como “populismo legislativo” y “el mayor ataque en democracia contra la propiedad privada”. Este jueves admitía que ellos serían partidarios de la sociovergencia –aunque no la había visto nunca en su carrera política–, pero los pactos del PSC con los Comuns y ERC acababan alejando al Govern de sus intereses.

¿Y qué pasa con los economistas? Son más silenciosos, más educados, y más allá de los mediáticos, ¿qué piensan? El Col·legi d’Economistes de Catalunya no solo habla por ellos, sino que recoge su opinión y una de las conclusiones de la última encuesta, presentada el viernes, es que tampoco creen en los políticos. El Col·legi no hizo esta pregunta, es polite, pero de las respuestas a algunas de las cuestiones que sí planteó, se desprende esta conclusión. Y es preocupante, porque significa que consideran que la dirección en la que van nuestros gobernantes no es la que necesita el crecimiento económico.

En general, la percepción de los economistas sobre la situación de la economía catalana en los últimos meses se ha deteriorado. Pero puede haber muchos factores externos, como los aranceles. Lo que llama la atención es que los principales lastres que tenemos para crecer, según la encuesta, son cuestiones que están en manos de los políticos, y la percepción ha empeorado.

Se ha disparado el número de economistas que señalan la situación política general como un problema para la economía

El déficit fiscal que sufre Catalunya a causa del modelo de financiación autonómica y el incumplimiento de las inversiones por parte del Estado es el principal problema que tiene la economía catalana: lo mencionaron el 43,4% de los 364 economistas encuestados, que podían citar hasta tres factores. Lo más grave es que este porcentaje ha subido en los últimos tres meses, justo cuando se ha reabierto el debate político. La conclusión es sencilla: no confían en que este debate acabe con una mejora de la financiación, ya sea por incapacidad para llegar a acuerdos, por resistencias de otras comunidades autónomas o por lo que sea. La encuesta no va más allá.

El segundo problema para los economistas es el acceso a la vivienda. Aunque el porcentaje no ha cambiado, se trata de una cuestión que arrastramos desde hace años y que los gobiernos, empezando por el español, han sido incapaces de resolver, ni con leyes ni mucho menos con generación de oferta, es decir, construyendo. Las medidas anunciadas en los últimos meses, tanto por Sánchez como por Illa, no han hecho cambiar la percepción del mundo económico catalán.

Hay otros factores que refleja la encuesta, como la falta de reformas estructurales, las infraestructuras y los costes laborales, o la petición de alargar la vida de las centrales nucleares, que también permiten señalar a las administraciones, pero hay otro que llama la atención: se ha disparado el número de colegiados que apuntan a la situación política general, la inestabilidad y la desconfianza en los políticos, como un problema para la economía: en solo tres meses, pasó de ser una de las tres principales preocupaciones para el 18% de los economistas al 23,6%.

Los economistas no creen en los políticos. La cuestión es desde cuándo y por qué los políticos no escuchan un poco más a los economistas

La encuesta no entra en las causas de esta tendencia, ni se puede saber quién se refería a la economía catalana y quién a la española o incluso mundial, pero es evidente la percepción de que la política no va bien justo cuando tenemos un Govern que ha puesto la recuperación económica, eso de que “Catalunya vuelva a ser el motor de España”, como uno de sus grandes objetivos. Pero no podemos obviar que hace meses que las noticias de presunta corrupción alrededor del PSOE son diarias. Y la encuesta se hizo antes de que estallaran los dos últimos escándalos políticos alrededor de Sánchez: el procesamiento del fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, y la dimisión de Santos Cerdán.

Y aun así, la economía va bien... o eso dicen algunas estadísticas macroeconómicas. El PIB español crece muy por encima del de los países de su entorno, pero el poder adquisitivo no se recupera por la inflación acumulada de los últimos años, los precios de la vivienda y la baja productividad y salarios. Por eso el discurso triunfalista del Gobierno no llega a los ciudadanos y, naturalmente, tampoco lo compran los economistas, que hace años que alertan de que la productividad y la competitividad son claves. Por tanto, no hay duda: los economistas no creen en los políticos. La cuestión es desde cuándo y por qué los políticos no escuchan un poco más a los economistas.