Decenas de miles de jóvenes se preparan estos días para acceder a los estudios universitarios. De la opción que elijan dependerá en gran medida su futuro, lo que convierte esa decisión en una de las más complejas de toda su vida. Un análisis somero de cómo se lleva a cabo esa elección nos dibuja un panorama bastante desolador. Los datos de la última Estadística de Estudiantes Universitarios que publica el Ministerio de Universidades revelan que la mayoría de esos aspirantes a la universidad decide acceder a estudios con las tasas de paro más altas y con remuneraciones más bajas; que estudios de artes y humanidades muestran incrementos de demanda de matriculaciones en torno al diez por ciento anual. Por el contrario, estudios de las ramas de ciencias, salud e ingeniería, con tasas de empleo en torno al noventa por ciento y con altas probabilidades de salarios por encima de la media, mantienen incrementos mínimos de matriculaciones.

Las notas de corte para acceder a cada facultad o escuela técnica se han convertido en un muro muy difícil de franquear para la mayoría. Una media de trece puntos sobre catorce se exige para acceder a estudios de ingeniería, ciencias, salud o informática. Eso supone superar un bachillerato con niveles de máxima excelencia y pasar una selectividad casi perfecta. Es una realidad que muy difícilmente va a cambiar y que hay que asumir con todo lo que ello supone.

"Cada uno debe estudiar lo que quiera, por supuesto; pero hay que saber dónde se mete uno para no fastidiarla demasiado"

El nivel de empleabilidad o de inserción laboral que ofrecen los estudios universitarios en España en la actualidad está en caída libre. Solo un reducido núcleo de estudios, muy selectivos, proporcionan ahora, y lo harán mucho más en el futuro, unas tasas de empleo y satisfacción personal aceptable. El resto conforman un habitáculo de frustraciones de todo tipo del que solo unos pocos van a poder escapar. Miles de estudiantes parecen condenados a estudiar lo que pueden, no lo que quieren, y a forjarse un futuro profesional de forma bastante incierta. El Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas acaba de publicar su U Ranking, que muestra el nivel de generación de empleo y de lograr altas remuneraciones que tienen un centenar de campos de estudios universitarios agrupados en 4.000 titulaciones. Una conclusión relevante del estudio señala que elegir un grado universitario con alta empleabilidad puede incrementar la probabilidad de conseguir empleo en hasta un 25% frente a un grado de baja empleabilidad; que la probabilidad de conseguir un salario por encima de 1.500 euros netos al mes es hasta un 82% más elevada en esos grados con alta empleabilidad frente a los de baja y que la probabilidad de obtener un trabajo relacionado directamente con el área de estudio es el doble en los grados de alta empleabilidad que en lo de baja. El estudio del Ivie certifica la escasa inserción laboral de quienes terminan estudios universitarios en España, sobre todo si se compara con el resto de la Unión Europea, al señalar que la tasa de ocupación de los jóvenes recién graduados en educación superior (incluye tanto estudios universitarios como ciclos formativos de grado superior) se sitúa entre siete y ocho puntos porcentuales por debajo de la media de la UE. 

Volvemos a la vieja historia; la universidad convertida en fábrica de parados y las facultades transformadas en una especie de guarderías para mayores, donde vegetar hasta pasar a otra etapa. La inmensa mayoría de los jóvenes que aspiran a estudios universitarios seleccionan sus carreras siguiendo los mismos criterios que utilizaron sus padres y sus abuelos. Desde lo vocacional a lo utilitario pasando por lo que salga. Está claro que no todos pueden ni deben ser ingenieros, físico-matemáticos o neurólogos, felicitaciones a quien lo consiga; pero hay que tener también muy claro que, si obtienes una licenciatura en Historia, por poner un ejemplo, tus posibilidades de dedicarte de lleno a esa disciplina son muy limitadas, y mucho más si tu vocación docente es reducida, y que vas a tener que tomar decisiones complejas para salir adelante con ese diploma bajo el brazo

Cada uno debe estudiar lo que quiera, por supuesto; pero hay que saber dónde se mete uno para no fastidiarla demasiado. Y eso es lo que falta en el panorama preuniversitario actual. Los jóvenes eligen estudios universitarios casi a ciegas. El mundo laboral y profesional cambia a velocidad de vértigo y una amplia masa de aspirantes universitarios no tienen ni idea de lo que hay fuera de las aulas. Necesitan orientación en dosis masivas. Mantener la actual situación de baja inserción laboral en el ámbito universitario es un lujo que no podemos asumir. Es vital poner en marcha programas de orientación que muestren a los futuros universitarios el panorama que les espera; los sectores que van a ser eliminados por las nuevas tecnologías; los que van a experimentar cambios profundos; los que se van a crear de nuevo. Orientación sobre la evolución de los estudios clásicos, que hoy ofrecen perspectivas desconocidas hace muy poco tiempo. Me viene a la cabeza el tema de los estudios de matemáticas, donde sus licenciados estaban hasta hace muy poco reducidos a opositar a profesores de institutos de enseñanza media; cuando hoy son profesionales cotizadísimos y de los que dependen cosas como, por ejemplo, el diseño del árbol de decisiones, vital en cualquier corporación. Parece algo impensable, pero todavía hay una amplia masa de estudiantes que confiesan una profunda vocación por la medicina o la ingeniería, tradicionales en sus familias en muchos casos, y se limitan a cursar un bachillerato de aprobado por los pelos. Ser médico o ingeniero, en estos momentos, es algo que hay que tener muy claro a los 16 años y estar dispuestos a cursar un bachillerato de excelencia. Pero casi nadie habla de esto en las aulas de los institutos y colegios. Orientación para visibilizar todo tipo de opciones formativas y mostrar que hay mucha vida más allá de la universidad. Orientación y más orientación. Esa que hay que proporcionarle a nuestro estudiante de Historia para animarle a seguir esos estudios, que es lo que le gusta, pero con la conciencia clara de que sus opciones de desarrollar carrera en esa disciplina son las que son, reducidas, y que si quiere impulsar sus capacidades va a tener que prepararse para cursar un master o un postgrado en comercio internacional o en gestión de talento, por poner ejemplos. Si no tiene muy claro eso, no le va a quedar más remedio que ir, de forma ineludible, a engrosar esa masa de frustrados licenciados universitarios que solo y nada más que con su diploma bajo el brazo están a la que salga. Y, por desgracia, hay muchos en ese estado de ir a lo que sea. Hace poco Correos hizo una oferta de 7.757 puestos de trabajo, básicamente en reparto y clasificación de correspondencia. Se presentaron más de 84.000 aspirantes. Se estima que cerca de un 30% tenían diploma universitario. Con todos los respetos, un desperdicio evitable con una mínima planificación de la orientación preuniversitaria.