La brecha entre la velocidad a la que se producen los cambios en el mundo de las tecnologías de la información y el ritmo al que avanzan los sistemas reglados de formación de los especialistas en estas tecnologías ha alcanzado ya claramente la categoría de abismo. Es algo sobradamente conocido, pero no por ello menos alarmante en un entorno social y de negocios marcado por la digitalización. Sus consecuencias son claras y van desde la frustración de quienes están cursando esas enseñanzas tecnológicas que ven cómo la casi totalidad de los conocimientos que adquieren han quedado obsoletos al obtener su diploma, hasta la desesperación de las empresas por conseguir el talento necesario para operar en un entorno que cambia a velocidad de vértigo.

El universo de la formación tecnológica a todos los niveles, ingeniería informática, ingeniería técnica, formación profesional y el universo de las necesidades tecnológicas de las empresas están en órbitas diferentes que nunca se encontrarán. Y nadie hace nada por cambiar esta deriva suicida; antes al contrario, la ceguera sobre este asunto hace que crezca como bola de nieve en pendiente que acabará por arrastrarnos a todos a una situación de colapso catastrófico.

Es necesario abordar cambios radicales. El talento digital es la materia prima de la economía digital, de la sociedad digital, de nuestro futuro, y su generación, impulso y perfeccionamiento no puede estar tan desatendido, tan abandonado por los poderes públicos como lo está en la actualidad.

Los datos son elocuentes. La economía digital aporta el 23% del PIB nacional y debe crecer diez puntos en el próximo lustro. Objetivo difícil de alcanzar cuando estudios como el de la consultora WTW (Willis Tower Watson) revelan que el 85% de las empresas analizadas han experimentado dificultades para atraer y retener talento digital en 2022 y que el 67% de las encuestadas mantienen la dificultad para el presente 2023. Las empresas están a la caza y captura de talento especializado en big data, ciberseguridad, inteligencia artificial, inteligencia de negocio, arquitectura en la nube, desarrollo web y un larguísimo etcétera. Un talento que actualmente se gesta mayoritariamente en unas estructuras académicas anquilosadas y que van camino de no servir para nada.

¿De verdad son necesarios cuatro años de estudio en una facultad de ingeniería informática para alcanzar un nivel superior en este tipo de conocimientos? Un vistazo a un programa académico tipo en estas instituciones nos muestra dos años de estudios de base científica intensivos en matemáticas, electrónica y computación, absolutamente necesarios, y otros dos años dominados por la presencia de hasta veinticinco disciplinas optativas que el alumno debe elegir según el itinerario académico seleccionado, entre ellas Análisis de Redes Sociales, Aprendizaje Automático y Big Data, Arquitectura Interna de Linux y Android, Criptografía y Teoría de Códigos, Desarrollo de Videojuegos Mediante Tecnologías Web, Ingeniería de Comportamientos Inteligentes, Ingeniería Web, Inteligencia Artificial Aplicada al Control, Investigación Operativa, Programación de Aplicaciones para Dispositivos Móviles, Programación Competitiva, Robótica, Seguridad en Redes. Disciplinas todas ellas que, en el plazo de dos años, los que tarda el alumno en culminar sus estudios, cambian sus fundamentos de forma radical quedando prácticamente obsoletos sus contenidos. A esa pregunta de los cuatro años ha contestado con un rotundo no la vicepresidenta de IBM, Justina Nixon, en una reciente entrevista con motivo de su visita al Mobile World Congress. Las empresas, en el ámbito tecnológico, buscan habilidades y conocimientos y pasan de titulaciones, vino a decir, y puso como eje de la estrategia de búsqueda de talento de su compañía la herramienta SkillBuild, una plataforma online de formación tecnológica a todos los niveles y en todas las especialidades que se caracteriza por la apertura a todo tipo de perfiles personales, la flexibilidad de los planes formativos y por su gratuidad. IBM, que se dedica a diseñar soluciones tecnológicas a la medida de sus clientes, está dispuesta a hacer una millonaria inversión a fondo perdido con tal de generar una cantera de técnicos especialistas que puedan diseñar e implementar sus soluciones tecnológicas. Generar talento, en dos palabras. De otra manera su negocio muere.

Una herramienta que se enmarca en un modelo formativo de rápida expansión en el universo tecnológico durante los últimos años y que la iniciativa privada está impulsando al máximo para cubrir la amplia demanda de talento que hay en el mundo empresarial. Hablo del modelo conocido como bootcamp, campo de entrenamiento, por su connotación con el modelo militar de aprendizaje, que se caracteriza por ser muy intensivo, muy especializado, muy breve, muy práctico y muy enfocado a las necesidades concretas de las empresas. Desgraciadamente también es muy caro en estos momentos. Un modelo, sobre el que no descubro nada pues existe una amplia literatura académica y divulgativa, que está demostrando su eficiencia para solucionar el grave problema de falta de especialistas en novísimas tecnologías. Pienso que no hay actualmente herramienta similar para generar talento digital a la velocidad a la que lo demandan las empresas.

Intensivo, breve y práctico, son claves esenciales de un esquema que de alguna manera deben transferirse a los sistemas reglados de formación tecnológica existentes si quieren sobrevivir. Cualquier facultad, escuela técnica o centro de formación profesional en el ámbito de las tecnologías de la información debería empezar a cambiar del paradigma de la formación por el paradigma del entrenamiento como base metodológica de su esquema académico. Los cambios tecnológicos son tan abrumadores en tiempo y forma que no hay otra opción. Hay que cambiar el chip, mantener la formación de base científica, identitaria de la universidad, y abrirse a un modelo de entrenamiento continuado que responda a las exigencias del mercado, que es la esencia del bootcamp. Más que un cambio, una revolución que debe volver como un guante el actual modelo de formación tecnológica. El gran reto es establecer un sistema de complementariedad entre ambos modelos, pues pienso que uno no excluye al otro. Lo malo es que no hay mucho tiempo. La cruda realidad es que nuestros centros oficiales de formación tecnológica en el amplio campo de la digitalización, en sus grados básico, medio y superior, ajenos a lo que ocurre fuera de sus aulas, se están convirtiendo en guarderías de mayores.