En los últimos meses hemos visto cómo los despidos masivos en empresas del sector tecnológico se han extendido. Lo que comenzó siendo casos aislados, se ha generalizado a casi todos los grandes operadores del mercado global. Por ello, algunas voces empiezan a cuestionar si existe una burbuja en el sector tecnológico.

A mi parecer, esto es el resultado de una tormenta perfecta que lleva preparándose desde la pandemia. Durante el tiempo que duraron las restricciones de movilidad en todo el mundo, tanto nuestra forma de trabajar, como la de consumir y relacionarnos tuvo que cambiar a marchas forzadas. Por ello, las herramientas digitales se convirtieron en imprescindibles y las empresas que vendían estas soluciones vieron cómo sus ventas crecían exponencialmente en cuestión de semanas o meses. Muchos expertos auguraron que la covid supondría un cambio de paradigma, que había llegado para quedarse. ¿Y esto ha sido así? Parcialmente. La vuelta a la normalidad y a la presencialidad redujo la cifra de facturación de muchas de estas empresas. Por tanto, en primer lugar, podríamos hablar de una situación coyuntural, quizá acompañada de unas expectativas erróneas que fallaron en la estrategia. Sobredimensionar las plantillas fue consecuencia de esa planificación poco acertada. 

A este hecho se une el clima de incertidumbre en todo el mundo. Las consecuencias del parón económico provocado por el covid se han unido a la guerra de Ucrania y la crisis energética. Las repercusiones directas han sido el crecimiento de la inflación y el repliegue de la inversión. ¿Por qué estos hechos afectan más al sector tecnológico? Porque sus compañías son muy dependientes del capital y los inversores. Los principales Bancos Centrales han subido sus tipos de interés, como medida para luchar contra el alza de precios. Durante los últimos meses, el valor de capitalización de las principales compañías del sector se ha visto reducido por el impacto de los tipos de interés y por el empeoramiento de sus cuentas de resultados. Al cerrarse el grifo de financiación, necesitan tomar medidas para reducir sus gastos y ser capaces de sobrevivir a esta situación global. Esta reducción de la inversión en el sector tecnológico no se observa únicamente entre las empresas consagradas. Desde 2020, la inversión en start-ups también se vio afectada, pues el capital reclama posiciones más conservadoras. 

Un dato curioso es el análisis de los puestos y divisiones donde se están realizando los despidos masivos en las grandes empresas tecnológicas. Revisando los perfiles, se ven muchas bajas en desarrollo de inteligencia artificial, machine learning, robótica, equipos de ingeniería, pero menos en los departamentos operativos. Además, se han ralentizado algunos proyectos vendidos a bombo y platillo como el metaverso de Meta, cuyos inversores reclamaron sensatez en la planificación de gastos, o el equipo de IA ética de Twitter, con la llegada de Elon Musk. Parece indicar que la estrategia se dirige a prescindir de empleados en los nuevos proyectos o en los planes innovadores, y mantener o reflotar la facturación en las áreas de negocio existentes del sector tecnológico. En realidad, estos movimientos son los habituales en los sectores que entran en una fase de madurez.

La mayor disponibilidad de estos perfiles técnicos en el mercado de trabajo permitirá reducir la escasez de mano de obra cualificada, que era un grave problema por el desfase de oferta y demanda. Además, quizá otros sectores podrán beneficiarse de la incorporación de estos empleados. Por tanto, puede ser un impulso a la digitalización para sectores que no podían competir en salarios con los grandes conglomerados tecnológicos.

La duda será cómo afecta al nivel retributivo de estos trabajadores, puesto que en muchas empresas tecnológicas y start-ups es habitual acordar paquetes retributivos flexibles, con stock options. La caída de la valoración de las empresas, indirectamente, supone una caída de ese variable. Además, muchos de los planes de redimensionamiento de plantillas, también llevan consigo una negociación a la baja de salarios. ¿Será el fin de las vacas gordas para los empleados tecnológicos? 

¿O reforzará el proceso de deslocalización que lleva en marcha desde hace más de una década? Un proceso de reducción de costes en el sector tecnológico fue abrir filiales productivas en países de renta más baja. Pasamos de fabricar coches a fabricar código. Primero fue India; en la última década, países europeos como Rumanía, España, Polonia, Hungría o Ucrania (antes de la guerra) y otros como Costa Rica, Panamá o Marruecos. Será interesante analizar en el próximo año si esta reestructuración de plantillas es definitiva o, por el contrario, se rehace con empleados offshore, impactando en otros países. Y cambiando las reglas del juego. Esto es el mercado, amigos.