Perdonaréis el tono coloquial que doy, por la estima que le tengo. Pablo es Pablo Hernández de Cos, gobernador actual del Banco de España. Este viernes en el Cercle d'Economia hizo su último acto público como gobernador, teniendo en cuenta su inminente fin de mandato. El aplauso lo hizo el Cercle d'Economia en su encuentro anual, después de un coloquio en que participó. Lo pidió el presidente de CaixaBank, hecho que siempre, para algunos, puede generar sospechas; pero les aseguro que muchos de los que estábamos allí lo hubiéramos aplaudido igualmente.

Conozco a Pablo de mis doce años en el Banco de España. Primero como miembro del servicio de estudios del Banco, después como su director, pudiendo él, ya, asistir a algunas partes de las reuniones del consejo de gobierno. Un economista, un profesional, como pocos tenemos en el país. Fue una sorpresa buena que su nombre se acordara como gobernador, en medio del impasse de no encontrar consenso entre los nombres próximos a los partidos que mandan en la economía española; partidos polarizados que habían contrapuesto tradicionalmente los cargos de gobernador y subgobernador entre el partido que estaba en el gobierno y el de la oposición, aquel segundo cargo como premio de consuelo para no poder acceder al primero. Eso lo tiene, el impasse: un periférico, sin carné, de vez en cuando encuentra una oportunidad en este país tan dicotómico en todo.

Pablo ha mostrado capacidad de trabajo, un saber hacer en las riendas del Banco, con la mayor de las imparcialidades posibles, a pesar de la doble alma de la institución monetaria; que los bancos hagan negocio da estabilidad al sistema, y que abusen va contra el ciudadano y contra aquello que se espera de la protección de que las entidades disfrutan. Balance hecho de la mejor manera posible, dentro de las coordenadas del supervisor europeo. Una tarea realizada sin estridencias, que se contrapone a la de otros gobernadores más erráticos, que he conocido. Que el Banco no haya tenido mucha presencia a los medios es su mérito; él siempre moderado, razonando y argumentando las decisiones con solvencia. ¡Enhorabuena, Pablo!

¿Qué será de este activo que tiene la economía española? Espero que lo que no le reconozca el estado español lo encuentre en Europa

Pero he aquí que, al final del mandato, y más allá del periodo retribuido para estar lejos de las entidades mismas que él ha supervisado, me asalta ahora la duda de qué será de este activo que tiene la economía española. Sé que sin ser persona de carné, sin ser partisano de batallas políticas, puede no tener mañana apoyo suficiente ni palancas para el reconocimiento que se merece, en nuevas responsabilidades para lo mucho que todavía le queda de vida activa como profesional. Espero que aquello que no le reconozca el estado español lo encuentre en Europa, más proclive a valorar a estos profesionales que no tienen carné. Pero tampoco es seguro que eso pase, vistas las vacantes hoy disponibles para los diferentes estados. Poned el caso a contraluz de aquello que ha sucedido con otros cargos de carné y apoyo gubernamental, y veréis el coste de ir por la vida sin ser orgánico de nadie.

Tampoco estaría bien que Pablo Hernández de Cos acabara en las redes de la gran banca, pasado el interinato subrepticio, correspondiente al congelador. Algo de este tipo le pasó a mi amigo González Páramo, que acabado su mandato en el ejecutivo del BCE, y a pesar del vacío de un nombramiento de gobernador pendiente en nuestro Banco, no recibió el plácet de los partidos como reconocimiento mínimo de su valía profesional, volviendo a su país por la puerta grande. Se buscó a alguien más, a punto de jubilarse, sin el conocimiento y prestancia de José Manuel, y más próximo al político que lo nombraba. Un político que en su día no entendió que un cargo del Banco Central Europeo se debía a la institución a la cual servía, y no al país que lo nombró. A diferencia, sin embargo, de José Manuel González Páramo, Pablo es más joven y tendría que poder quedarle una gran carrera por delante como servidor público, desde su experiencia, en bien de todos los ciudadanos y no de los partidos o las entidades que mañana lo puedan hacer suyo.

Los jóvenes profesionales independientes tienen este riesgo adicional. El mundo político cuida solo a los suyos. Y la oportunidad que la vida te da en un determinado momento es muy difícil proyectarla hacia el futuro sin una profesionalización de cargos públicos meritocrática, por encima de la mediocridad funcionarial. Se contrapone, esto, con el gran mercado de cargos públicos de los grandes partidos, que reubican a los suyos allí donde ganan los suyos, sea cual sea la responsabilidad que les corresponda y la entidad pública que los acoja. Y quien fracasa en Catalunya, se reencuentra en Andalucía; y si cae en un ayuntamiento en que se pierden las elecciones, reaparece en otra corporación en que los suyos mandan. Y así llegan a viejos. Por cierto, algunos de ellos estaban presentes en la sala de la reunión del Cercle, en las primeras filas, y también aplaudieron a Pablo; aunque no sé si de una forma suficientemente consciente.