Hace años que en Catalunya tenemos que lidiar con el “ay, que se va a Madrid”. Esta amenaza la han utilizado promotores de eventos, como el Primavera Sound, o se ha filtrado políticamente de forma interesada, como en el caso del Mobile World Congress. En el primer caso, se ejecutó y el resultado para los organizadores fue desastroso; en el segundo, nunca se materializó, mientras sus responsables veneran Barcelona y otras ferias similares, como el ISE, están encantadas de haber venido.

También es bien sabida la tendencia casi enfermiza de Madrid por arrebatar eventos a Barcelona. Bueno, con Isabel Díaz Ayuso en la presidencia, quizás podría ahorrarme el “casi”. La presidenta de la comunidad quiere atraer negocio y fortunas, eso es evidente, pero si llegan desde Catalunya, el morbo es irresistible. Su éxito en cuanto a ferias y eventos es escaso: además del Primavera, hay que ver cómo acaba el desembarco de la Fórmula 1, mientras que la gran pieza de caza mayor, el MWC, se le resiste. Pero tiene un pequeño éxito para su marcador: The District.

El presidente de The District, Juan Velayos, llevaba años avisando de que si no los querían en Barcelona, podían marcharse. Se especuló con Málaga, pero finalmente, ha preferido no hacer experimentos y asegurar la apuesta yendo a Madrid. Tiene lógica, es donde más oportunidades pueden encontrar los inversores, aquellos a quienes se dirige esta feria inmobiliaria, y más pueden ganar. El comunicado de The District lo dejaba claro y señalaba directamente a los inversores latinoamericanos que van llegando a la capital española como un objetivo claro de la feria. Y no olvidemos que con el tope a los alquileres, Barcelona ha perdido atractivo para los inversores.

También tiene lógica por lo que respecta a las políticas públicas de Ayuso, de atraer ricos e inversores. Por eso es un éxito para ella, pero pequeño, porque la pérdida para Catalunya –lo que podría haber dado más valor al trofeo– es mínima. La presidenta madrileña no ha tenido ni la satisfacción de una salida de tono, ni siquiera de un reproche, de The District hacia Barcelona. Un comunicado correcto, formal, anunciando el cambio de sede y agradeciendo a la ciudad catalana su implicación durante los cuatro años en que se ha celebrado.

La pérdida del MWC sí que habría sido un golpe duro, durísimo, para Barcelona y su ecosistema emprendedor

Barcelona ha vivido momentos complicados en lo que respecta a las ferias. Este no lo es. Durante años, las turbulencias políticas y sociales hacían posible pensar que un MWC se planteara marcharse. La gran feria tecnológica mundial se encontraba, año tras año, con huelgas de taxis o transporte público, manifestaciones en contra y, además, una alcaldesa a la que le costaba defender el evento, aunque siempre acababa firmando las prórrogas del contrato. La pérdida del Mobile sí que hubiera sido un golpe duro, durísimo, para Barcelona y su ecosistema emprendedor alrededor de la tecnología.

Ahora la situación es bien diferente. Todas las instituciones reman a favor de estos eventos, comenzando por la Fira de Barcelona, que ya ha anunciado un crecimiento de Construmat, y acabando en el Ayuntamiento de la ciudad, pasando por el Gobierno, la Cámara de Comercio y las patronales. Las protestas se han minimizado, aunque permanecen algunas tensiones en temas como los pisos turísticos que se ponen a disposición de los visitantes extranjeros y que, desde algunos grupos políticos, se culpa de la falta de vivienda asequible. The District es, de hecho, el que más protestas mantiene, con las ya famosas imágenes de participantes rociados de pintura, debido al mismo enfoque del evento: una feria de vivienda orientada a inversores en una de las ciudades de Europa con un problema mayor de acceso a la vivienda.

Cuando digo que la marcha de The District no es una gran pérdida para Barcelona me refiero precisamente a su enfoque. También, por supuesto, a que su impacto, tanto económico directo como de imagen de la ciudad, está muy lejos de ferias como el MWC o el ISE, es muy muy pequeño. Pero sobre todo a que es un salón que hoy en día, en Barcelona, no toca. No porque no queramos inversores –los necesitaremos–, sino porque no es la visión que queremos dar, la de una ciudad donde comprar un piso es una inversión.

La palabra inversores se ha desprestigiado. Se asimila a especuladores. A veces lo son. Compran para ver si sube y vender al poco tiempo, o para alquilar caro si hay escasez de oferta. O promueven un edificio residencial, pero, para sacar el máximo beneficio, lo ponen en alquiler de temporada o hace pisos de lujo para venderlos por más de un millón de euros. Y esto, si la oferta fuera abundante, no pasaría nada, pero cuando es escasa, se debe evitar. No sé si el Gobierno saldrá airoso en su intento de evitar la compra especulativa, pero lo que seguro no necesitamos son ferias que la promuevan.

Una feria inmobiliaria en Barcelona debería tener una visión social mucho más marcada y alejar la especulación de nuestros solares

Lo que sí que necesitamos son políticas de vivienda que promuevan la oferta asequible. Esto exige construir, sin duda, pero no buscando el máximo beneficio económico del promotor, sino un equilibrio. Hacen falta inversores, pero no especuladores. Sin empresas, sean constructoras, promotoras o entidades financieras, que quieran poner su dinero para construir, no generaremos las viviendas que necesitamos. Pero esto lo tiene que liderar el sector público, buscando el equilibrio al que me refería entre construir lo que el país necesita y que las empresas puedan ganarse la vida, porque si no, no lo harán.

¿Necesitamos una feria inmobiliaria? No lo sé, pero si la necesitamos, no es The District. Es evidente que The District es un salón inmobiliario mucho más madrileño que barcelonés. Un salón a la catalana debería tener una visión social mucho más marcada y alejar la especulación de nuestros solares. Distinguir entre el inversor que quiere construir porque vivan los vecinos de la ciudad a unos precios razonables y el que solo quiere ganar tanto como pueda. Solo así podremos empezar a resolver la urgente falta de vivienda que padecemos.