El Port de Barcelona ha aprobado el Plan de Transición Energética, una herramienta estratégica que reconfigurará de manera radical el modelo energético del ecosistema portuario, con la voluntad de convertirse en un referente internacional de innovación y sostenibilidad. Con una inversión global movilizada de 1.700 millones de euros, el plan establece el ambicioso objetivo de reducir un 85% las emisiones de gases de efecto invernadero antes de 2040, alejándose definitivamente de la concepción de la energía como una simple mercancía para asumirla como un factor estratégico vital para la competitividad.

El plan no se mira solo el largo plazo, sino que establece objetivos medibles a corto plazo. Durante el período 2025-2030, el Port de Barcelona se compromete a reducir el equivalente a las emisiones de 240.000 vehículos de su entorno operativo. Para conseguirlo, se activará una batería de 150 actuaciones concretas, agrupadas en cuatro ejes estructurales que vertebran toda la estrategia:

-Descarbonización de la actividad portuaria: Sustitución progresiva de los combustibles fósiles por energías limpias, electrificación de los muelles para barcos, impulso del gas natural licuado como combustible puente y fomento de combustibles de origen renovables y los biocombustibles avanzados para la navegación.

-Sostenibilidad del consumo energético: Mejora radical de la eficiencia energética en todas las instalaciones portuarias e implementación de un sistema de gestión inteligente de la energía que integre generación renovable, consumo y almacenamiento.

-Resiliencia para garantizar el suministro: Diversificación de las fuentes de energía y refuerzo de las infraestructuras para asegurar la continuidad del servicio ante posibles crisis, convirtiendo el puerto en un núcleo energético estable para la ciudad y la industria.

-Innovación para nuevos modelos de negocio: Creación de un laboratorio portuario de transición energética para atraer y facilitar el desarrollo de proyectos piloto y empresas emergentes en áreas como la e-movilidad, la economía circular de residuos energéticos o la digitalización de la logística.

Un compromiso de 1.700 millones de euros

La dimensión del reto se corresponde con una gran movilización financiera. 1.700 millones de euros ya están en movimiento en el ecosistema portuario para materializar esta transición. De esta cifra, 780 millones proceden de fondos públicos, mientras que 920 millones son inversiones privadas comprometidas por terminales, operadores logísticos, compañías energéticas y navieras. Concretamente, los fondos se destinarán a proyectos de electrificación, generación de energía verde, infraestructuras y nuevas actividades energéticas. Esta suma refleja la confianza del tejido industrial.

Los máximos responsables del equipamiento han remarcado la trascendencia de este acuerdo. José Alberto Carbonell, presidente del Puerto de Barcelona, ha afirmado que “el Plan de Transición Energética no es solo un documento medioambiental; es la nueva brújula de la planificación portuaria”. En este sentido, Carbonell reitera que el documento “marcará dónde y cómo invertimos, y, sobre todo, generará nuevas áreas de negocio y ocupación de calidad. Nos permitirá atraer las rutas y las compañías más avanzadas, que exigen puertos limpios e inteligentes".

Por su parte, Hector Calls, director de Sostenibilidad Ambiental y Transición Energética del Port ha destacado cómo “estamos dibujando la hoja de ruta para garantizar la competitividad del Port de Barcelona en un mundo descarbonizado”. Calls defiende que “no se trata solo de cumplir normativas; se trata de construir un activo estratégico para las generaciones futuras”. La aprobación de este plan supone un punto de inflexión histórico para el principal puerto del Mediterráneo noroccidental.

En un contexto geopolítico complejo y con la urgencia climática como telón de fondo, Barcelona se posiciona para liderar la revolución verde del sector marítimo. La transformación, que ya ha comenzado, posicionará la infraestructura no solo como un punto de paso de mercancías, sino como un hub de innovación energética, un generador de energía limpia y un motor económico alineado con los límites del planeta. El horizonte es el 2040, pero la carrera, decisiva para el futuro de la metrópoli, ya ha comenzado.