El sistema energético europeo respira, por ahora, con cierta calma, pero lo hace sobre una cuerda floja. Expertos del sector alertan de que la actual estabilidad de precios es frágil y depende de una compleja combinación de factores geopolíticos, climáticos y económicos que, ante la más mínima alteración, podrían devolver la electricidad a niveles de 80 e incluso 90 euros el megavatio hora (MWh). Esta situación, descrita por la consultora Tempos Energía como un "equilibrio inestable", tiene su principal termómetro en el mercado del gas, cuyo precio determina en gran medida el coste final de la electricidad. Según Antonio Aceituno, CEO de la firma, el gas "ha entrado en una fase de consolidación bajista", que está actuando como un colchón para los consumidores. De mantenerse la tendencia actual, los futuros de la electricidad podrían situarse entre los 65 y los 75 euros/MWh en el último tramo de 2025 y el primero de 2026.

La actual presión a la baja de los precios se sustenta en varios pilares. El más sólido es el excepcional nivel de las reservas de gas en la Unión Europea, que ya se sitúan en el 80% de su capacidad, un porcentaje inusualmente alto para esta época del año que proporciona un colchón de seguridad de cara al próximo invierno. A este factor se le suma la débil demanda de China, un gigante cuyo apetito energético suele tensionar los mercados globales. El país asiático encadena diez meses consecutivos de caída en sus importaciones de Gas Natural Licuado (GNL), lo que ha liberado una gran cantidad de suministro que está siendo redirigida hacia Europa.

En el plano geopolítico, la hoja de ruta europea para cortar la dependencia del gas ruso sigue avanzando, y su lugar está siendo ocupado por otros proveedores. "Estados Unidos cubre más del 55% del GNL europeo y podría alcanzar hasta el 70%", señala Aceituno, lo que reduce la exposición a los cortes de suministro de un solo actor. Sin embargo, el alivio actual tiene un talón de Aquiles: la meteorología. Los expertos señalan al próximo invierno como el "verdadero comodín" que podría desequilibrar la balanza. Una ola de frío sostenida y prolongada en Europa dispararía la demanda de calefacción, obligando a consumir las reservas de gas a un ritmo mayor del previsto y tensionando los precios.

"Una entrada de aire frío sostenido podría hacer desequilibrar los precios", advierte el CEO de Tempos Energía. Esta incertidumbre climática mantiene en vilo a un mercado que, por ahora, respira aliviado. El efecto inmediato de esta bajada del gas ya se está dejando sentir en el pool eléctrico. El mes de septiembre ha registrado precios "hundidos", con una media de 53,21 euros/MWh, y una cuarta parte de las horas del mes por debajo de los 10 euros/MWh. Esta situación se explica por una demanda eléctrica moderada y, sobre todo, por una producción récord de energías renovables.

La energía fotovoltaica ha ofrecido una media de más de 14.000 MW en septiembre, mientras que la eólica ha repuntado hasta los 6.286 MW, cubriendo con fuerza las horas nocturnas. Este exceso de generación verde ha dejado fuera de la ecuación, durante las horas centrales del día, a las centrales de ciclo combinado de gas, que solo aparecen cuando no hay sol ni viento. La tendencia a la baja no es exclusiva del gas. El mercado del crudo también muestra signos de debilidad. Desde Tempos Energía estiman que el barril de Brent podría descender hasta los 60 dólares en el último trimestre del año, un nivel no visto desde marzo de 2021.

Organismos como la Agencia Internacional de la Energía (AIE) prevén un aumento de la oferta mundial que llevaría al mercado a un "superávit estructural" en 2026, impulsado por la producción de la OPEP y de otros rivales como Estados Unidos, que ha elevado su producción a un récord histórico. China, aunque sigue siendo el "ancla" de la demanda, acumula ingentes reservas estratégicas, lo que limita su capacidad para absorber nuevo crudo en el corto plazo. En definitiva, el mercado navega en una calma chicha, pero todos los actores son conscientes de que la tormenta, aunque alejada, no ha desaparecido del todo. El invierno tendrá la última palabra.