La supervisión bancaria europea se enfrenta a un cambio inesperado en su cúpula. José Manuel Campa, presidente de la Autoridad Bancaria Europea (EBA) desde 2019, abandonará su cargo el próximo 31 de enero, truncando su mandato más de tres años antes de su fecha oficial de expiración, prevista para mayo de 2029. La dimisión, calificada por las fuentes consultadas como "sorpresiva", se produjo durante la última reunión del órgano rector del supervisor paneuropeo, según confirmaron fuentes de la institución..
La noticia ha sacudido los círculos financieros de la Unión Europea, donde Campa, de 60 años y natural de Oviedo, era considerado un pilar de la regulación prudencial. Su marcha anticipada deja un vacío de liderazgo en un organismo crucial cuya labor es garantizar la estabilidad y la integridad del sistema bancario de la UE, especialmente en un contexto económico global marcado por la incertidumbre y los altos tipos de interés.
La EBA, con sede en París, se ha limitado a reconocer el hecho a través de un escueto comunicado en el que, sin desvelar las razones tras la decisión de Campa, afirma: "Por supuesto, la EBA está tomando todas las medidas adecuadas para garantizar una transición fluida hasta que se nombre a un nuevo presidente". La falta de detalles sobre los motivos de la dimisión ha generado una lógica expectación y especulación sobre si responde a desacuerdos políticos, a un nuevo proyecto profesional del propio Campa o a razones de índole personal.
La carrera de José Manuel Campa está profundamente ligada a la economía tanto española como europea. Antes de su etapa en la EBA, el economista ya tenía una amplia experiencia en administraciones públicas y el sector privado. Su perfil cobró especial relevancia nacional cuando asumió el cargo de Secretario de Estado de Economía en el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, entre 2009 y 2011, un periodo crítico marcado por los estragos de la crisis financiera global y el estallido de la burbuja inmobiliaria en España.
Tras su paso por la política nacional, Campa se consolidó como una voz autorizada en regulación financiera internacional. Su llegada a la presidencia de la EBA en 2019 fue vista como un nombramiento de consenso y gran solvencia técnica. Bajo su mandato, el organismo ha supervisado las pruebas de resistencia (stress tests) bienales que examinan la solvencia de los bancos europeos ante escenarios económicos adversos, una herramienta fundamental para certificar la robustez del sector tras las lecciones aprendidas de la pasada crisis.
Su salida abre ahora un complejo proceso para encontrar un sustituto que ocupe uno de los puestos de supervisión más sensibles de Europa. La EBA no solo coordina la regulación bancaria entre los 27 estados miembros, sino que también vela por la correcta aplicación de normativas fundamentales como los criterios de Basilea III.
El nombramiento de su sucesor requerirá de negociaciones entre la Comisión Europea, el Parlamento Europeo y el Consejo, en un momento donde la arquitectura financiera europea debate nuevas reformas. La repentina marcha de Campa deja pues una incógnita sobre el futuro inmediato de la institución y marca el fin prematuro de una etapa de estabilidad en el liderazgo del supervisor bancario.