En un marco de fuerte volatilidad global, el Ibex-35 intenta coger aire este jueves con una apertura prácticamente plana (0,1%). El selectivo madrileño se mantiene por encima de los 15.700 puntos -una cota psicológica clave- después de semanas de tensiones crecientes en los mercados. Los inversores se enfrentan a un cóctel perfecto de factores: la escalada del conflicto ucraniano, una crisis política sin precedentes en Estados Unidos y los temores de una recesión en la eurozona.
Los inversores ven cómo la administración Trump profundiza en su estrategia de mano dura contra el Kremlin. El Departamento de Estado anuncia sanciones directas contra las compañías petroleras públicas rusas Rosneft y Transneft, en una medida que busca asfixiar económicamente la máquina de guerra de Vladimir Putin. Según fuentes del Tesoro estadounidense, las sanciones responden a la "contumacia" de Moscú en el conflicto, después de que las últimas rondas de negociación en Estambul se hubieran hundido.
La reacción en los mercados de materias primas es inmediata y contundente. El barril de Brent, referente en Europa, se dispara un 3,2% hasta los 64,57 dólares, mientras que el West Texas Intermediate (WTI) sube un 3,3% hasta los 60,42 dólares. Este rally del petróleo arrastra las acciones de Repsol, que se convierte en el valor más alcista del Ibex con una subida del 2,5%.
En paralelo, la situación política en Estados Unidos se adentra en un terreno inédito. El Senado rechaza por duodécima vez la ley de financiación que permitiría reabrir el gobierno federal, en una votación que refleja la profunda fractura política del país. Los demócratas, que controlan la cámara alta, bloquean sistemáticamente la propuesta republicana alegando que no incluye fondos para programas sanitarios esenciales.
El cierre parcial de la administración, que ya supera las tres semanas, empieza a tener efectos económicos tangibles. Según datos del Departamento de Trabajo, más de 800.000 funcionarios siguen en paro técnico, y varios indicadores económicos clave llevan semanas sin publicarse, aumentando la incertidumbre de los inversores. En el ámbito local, Bankinter acapara los focos tras presentar unos resultados que el mercado rechaza con dureza.
La entidad ha obtenido un beneficio neto de 812 millones de euros en los nueve primeros meses, un 11% más que en el mismo periodo de 2023. Sin embargo, sus acciones han experimentado una caída del 5,9% en la apertura. Los analistas señalan varias causas para este castigo bursátil: los márgenes de interés empiezan a dar señales de extenuación tras el ciclo alcista de los últimos trimestres, y la cartera de crédito muestra los primeros signos de tensión en un contexto de desaceleración económica. "Los números son buenos, pero el mercado ya está descontando un entorno más complicado para los próximos trimestres", señala Ana López, analista de Renta 4.
La sesión en Europa se desarrolla con avances tímidos que esconden un marco de fondo preocupante. Las principales plazas abren en verde -Londres, Milán y París suben un 0,3%, y Fráncfort un 0,2%- pero el ambiente general permanece bajo la sombra de la desaceleración económica y las tensiones geopolíticas. El Banco Central Europeo (BCE) se enfrenta a un dilema complejo: continuar su política de tipos de interés altos para combatir la inflación, o empezar a relajar su posición ante las claras señales de debilitamiento de la actividad. Datos publicados ayer muestran que la producción industrial alemana ha caído por tercer mes consecutivo, alimentando los temores de una recesión técnica en la locomotora europea.
En este contexto, los inversores buscan refugio en activos considerados más seguros. La deuda española a diez años ve su rentabilidad bajar hasta el 3,101%, mientras que el euro se mantiene estable frente al dólar, cambiando a 1,1596 dólares. El panorama global presenta un mosaico complejo que pone a prueba la resistencia del Ibex-35. Mientras las tensiones geopolíticas y la incertidumbre política sigan sin resolverse, la volatilidad en los mercados financieros parece destinada a convertirse en la nueva normalidad.
