La comunidad internacional camina en la dirección equivocada y se aleja peligrosamente de los objetivos del Acuerdo de París. Esta es la conclusión contundente del Informe sobre la Brecha de Producción 2025, un estudio de referencia elaborado por el Instituto del Medio Ambiente de Estocolmo (SEI), Climate Analytics y el Instituto Internacional para el Desarrollo Sostenible (IISD). El documento, que evalúa los planes de producción de carbón, petróleo y gas de los gobiernos, revela que las proyecciones mundiales para 2030 y 2050 superan en un margen abismal aquello que la ciencia considera necesario para evitar las peores consecuencias de la crisis climática.
El paradójico escenario se da mientras las naciones presentan nuevas contribuciones determinadas a escala nacional (NDC) teóricamente destinadas a cumplir con el pacto climático. No obstante, los planes reales de producción de energías fósiles, el motor principal del calentamiento global, narran una historia muy diferente, marcando una disonancia peligrosa entre las promesas y las acciones concretas. Los datos son elocuentes.
Desde el análisis elaborado en el 2023, la situación no ha hecho más que empeorar. Actualmente, la producción mundial prevista de combustibles fósiles es de un 110% superior al camino necesario para limitar el calentamiento a 1,5 °C y un 69% más alta que la compatible con un calentamiento de 2 °C. Estas cifras, que ya eran alarmantes hace dos años, han crecido: los gobiernos ahora planean niveles todavía más altos de producción de carbón hasta el 2035 y de gas hasta el 2050, mientras que la producción planificada de petróleo continúa su trayectoria ascendente hasta la mitad del siglo.
Estos hallazgos subrayan la importancia de cumplir con los consensos alcanzados en la COP28 de Dubai, donde las naciones se comprometieron a transitar lejos de los combustibles fósiles en los sistemas energéticos y a eliminar progresivamente los subsidios ineficientes en estos combustibles. El informe sugiere que, de momento, este compromiso es más retórico que real. El documento ofrece un análisis detallado de 20 grandes países productores, responsables del 80% de la producción global de combustibles fósiles. Entre este listado de países destacan Australia, Brasil, Canadá, China, Rusia, Arabia Saudí, Estados Unidos y Emiratos Árabes. Las principales ideas que se han recogido son las siguientes:
-17 de los 20 países todavía prevén aumentar la producción de al menos un combustible fósil hasta el 2030.
-11 países proyectan ahora una producción más alta para 2030 de lo que habían planeado en el 2023, indicando una tendencia regresiva.
-Solo 6 de los 20 países analizados están desarrollando planes de producción doméstica alineados con los objetivos nacionales y globales de cero emisiones netas, una cifra que, a pesar de ser baja, representa una mejora con respecto a los 4 registrados en el 2023.
Los autores del informe son claros: la inacción es una apuesta temeraria con el futuro del planeta y la economía global. Derik Broekhoff, director del Programa de Políticas Climáticas del SEI señala que "el año 2023, los gobiernos reconocieron formalmente la necesidad de dejar atrás los combustibles fósiles". En este sentido, el experto reitera que "mientras muchos países se han comprometido con la transición energética, otros parecen estar atascados con un manual de juego dependiente de los combustibles fósiles, planeando todavía más producción de lo que hace dos años".
Emily Ghosh, otra de las personas que también firma el informe, ha enfatizado la necesidad de una transición equitativa. "Para mantener el objetivo realista de 1,5°C, el mundo necesita reducciones rápidas y redirigir estos recursos hacia una transición energética que priorice la equidad y la justicia". Ghosh considera que "antes de la COP30, los gobiernos tienen que comprometerse a expandir las energías renovables, eliminar progresivamente los combustibles fósiles e implementar transiciones energéticas centradas en la comunidad".
Por su parte, Christiana Figueres, exsecretaria ejecutiva de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, pide "que este informe sea una advertencia y una guía. Las energías renovables inevitablemente desalojarán por completo los combustibles fósiles, pero ahora necesitamos acciones deliberadas. Lo que necesitamos es coraje y solidaridad para avanzar con gran velocidad hacia la transición justa".
El informe concluye que, para compensar la falta de avances, el mundo tiene que emprender reducciones más profundas y rápidas en la producción de combustibles fósiles. Los gobiernos que siguen expandiendo la infraestructura de energías sucias no solo amenazan el clima, sino que también malbaratan fondos públicos en proyectos destinados a convertirse en activos inmovilizados, con un coste económico y social inmenso. La única vía viable es la aplicación de políticas deliberadas y coordinadas para asegurar un abandono ordenado y justo de los combustibles fósiles.
El 1 de octubre del 2023, la Unión Europea activó el Mecanismo de Ajuste de Carbono en Frontera (MACF). Una medida que pretende evitar el escape de carbono, es decir, que las empresas deslocalicen la producción en países con normativas ambientales más laxas o que importen productos más baratos y contaminantes. El MACF es, principalmente, un arancel que se aplica a los productos importados de sectores intensivos en energía, como el acero, el cemento, el aluminio, los fertilizantes, la electricidad y el hidrógeno. El objetivo es proteger a las empresas europeas de la competencia desleal de países que no aplican políticas climáticas estrictas.