La industria de la alimentación en España cerró el año 2023 impactada económicamente por la inflación, los factores climáticos —como la sequía— y las tensiones geopolíticas. Una situación que ha mermado el tejido empresarial del territorio, compuesto especialmente por pequeñas y medianas empresas, con pocos o ningún empleado en plantilla. Así, la industria alimentaria finalizó el ejercicio con 28.335 empresas, lo que supone contar con 1.824 menos que en 2022, siendo la mayor parte de ellas pymes.

Según se desprende del reciente Informe Económico de 2023 elaborado por la Federación Española de Industrias de Alimentación y Bebidas (FIAB), del total de empresas que cesaron su actividad el año pasado, 1.763 fueron las de menor tamaño. Se trata de empresas sin asalariados y de entre 1 y 9 asalariados en plantilla. Una situación lógica para un sector donde el 96% de su tejido empresarial está compuesto por pymes, siendo el 17,9% firmas sin trabajadores en plantilla y un 59,9% firmas con hasta 9 empleados.

Las principales causas de esta desaceleración fueron el impacto de la inflación y la mayor concentración empresarial que se ha dado en la industria. "El sector mantiene su tendencia hacia la concentración, pero no amortigua el impacto sobre el tejido empresarial, con un descenso del número de pymes por la situación inflacionaria", reza el informe.

El difícil acceso para las pymes hace desaprovechar el PERTE agroalimentario

En este sentido, el director general de FIAB, Mauricio García de Quevedo, explicó durante la presentación del estudio que este proceso de concentración ayuda al sector "a ser más fuerte, pero las pequeñas empresas sufren". En cualquier caso, la realidad sigue siendo que el sector está formado especialmente por pequeñas empresas, lo que ha perjudicado a la industria de la alimentación a la hora de acceder a los fondos de los primeros PERTE agroalimentarios.

En este sentido, FIAB reclama al Gobierno más flexibilidad para la segunda convocatoria de los PERTE, puesto que de los 510 millones de euros de la primera convocatoria, tan solo se gastaron 183 millones de euros debido a la excesiva burocracia y a la necesidad de presentar proyectos con consorcios de agrupaciones.

"Fueron unos PERTE muy complicados y difíciles para que pudieran acceder las pymes", subrayó la directora de finanzas de FIAB, Karina Pereira. Por ello, Pereira reiteró que para esta segunda convocatoria, dotada con 300 millones de euros, el Ejecutivo facilite los procesos, haciéndola "más flexible" y con "menos burocracia".

Asimismo, FIAB destaca la importancia de que las empresas cuenten con marco regulatorio y fiscal estable, para incentivar su capacidad inversora. "Esto repercutirá en un avance más rápido de sus políticas, tanto de innovación como de sostenibilidad, para afrontar un futuro para los alimentos y las bebidas con mayores garantías", asegura la patronal alimentaria.

El empleo de la industria alimentaria mejora sus cifras

A pesar de la caída del número de empresas en la industria, el empleo ha seguido creciendo. El sector ha seguido mejorando sus cifras, registrando un avance en el número de afiliados a la Seguridad Social del 2%, hasta los 463.900 empleos directos, frente a los 454.800 registrados en 2022. Las cifras suponen un ritmo de crecimiento por encima del resto de la industria manufacturera, que crece al 1,5%.

En total, el 38,2% de las personas que trabajan en la industria alimentaria son mujeres, casi 10 puntos por encima de la media de la industria manufacturera. Destaca el empleo femenino en áreas como las de Investigación y Desarrollo (I+D), donde ya ha alcanzado el 49,3%. En cuanto a las perspectivas para 2024, García de Quevedo se mostró positivo con factores como la inflación y el abaratamiento de los precios energéticos, aunque aún ve muchas incertidumbres, especialmente en el contexto internacional.

Una coyuntura que ha hecho descender la producción en 2023 —año marcado por los conflictos en Ucrania y Oriente Próximo— por su relación con las cadenas de suministro y la evolución de los costes, además de las consecuencias sobre el tráfico marítimo. Hechos que, junto con el aumento de los tipos de interés, han perjudicado el consumo y la capacidad inversora de las empresas, aplazando sus estrategias enfocadas al crecimiento del sector.