En un momento de profunda transformación económica global, China ha decidido dar un paso histórico hacia la liberalización de sus sectores más protegidos. El Consejo de Estado ha anunciado un amplio paquete de medidas que abre la puerta al capital privado en áreas tradicionalmente considerado dominio exclusivo del Estado, como la energía nuclear, las infraestructuras ferroviarias y los gasoductos. Esta decisión, que llega en un contexto de desaceleración económica y tensiones comerciales internacionales, representa un punto de inflexión en el modelo de desarrollo chino.

La medida se enmarca en un contexto económico complejo. Por un lado, China se enfrenta a una caída en las inversiones extranjeras, que han disminuido más de un 10% durante los primeros tres trimestres del año. Por otro lado, el sector privado local mostraba signos de agotamiento tras años de restricciones y limitaciones en el acceso a los sectores más lucrativos.

Una apertura calculada

El nuevo marco regulatorio establece que la participación mínima del capital privado en proyectos estratégicos será del 10%, pero con un grado importante de flexibilidad. Cada proyecto determinará su límite de inversión privada según criterios que incluyen la naturaleza de la infraestructura, el interés de los inversores y los requisitos legales. Esta aproximación, caso por caso, representa una evolución respecto a los modelos anteriores, más rígidos y uniformizadores.

El cambio es particularmente significativo en sectores como la energía nuclear, donde la participación privada había sido tradicionalmente testimonial. Hasta agosto del año pasado, el límite no superaba el 2%, cifra que ahora se multiplica por cinco. Este salto cuantitativo refleja un cambio de actitud en la visión del gobierno sobre el rol del capital privado en la economía nacional

Más allá de los sectores tradicionales, el paquete de medidas abre oportunidades en áreas emergentes como la economía de baja altitud, que incluye operaciones con drones por debajo de los 3.000 metros, y el desarrollo del espacio aéreo comercial. Estos campos, de alto valor tecnológico y con un fuerte potencial de crecimiento, representan una oportunidad para los inversores privados de participar en las nuevas fronteras del desarrollo económico.

El gobierno ha enfatizado que se garantizará un acceso equitativo y sin condiciones adicionales para los inversores privados. Además, se han establecido mecanismos para reservar porcentajes específicos del presupuesto para las pequeñas y medianas empresas, una medida que busca democratizar el acceso a estas oportunidades de inversión.

La transformación es profunda. En un país que se define como comunista, el reconocimiento de la importancia estratégica del sector privado representa una evolución significativa. Las cifras hablan por sí solas: el sector privado contribuye con más del 50% de los ingresos fiscales, genera el 60% del PIB y es responsable del 80% de la ocupación urbana. La respuesta internacional ha sido positiva, con analistas que califican estas medidas como "las más concretas y ambiciosas" en el proceso de apertura económica china. No obstante, persisten los interrogantes sobre la implementación práctica de estas reformas. 

El camino que se abre es complejo pero necesario. En un contexto de guerra comercial y reconfiguración de las cadenas globales de suministro, China necesita movilizar todos sus recursos para mantener su posición como potencia económica global. La apertura a los capitales privados en sectores estratégicos representa no solo una necesidad económica inmediata, sino posiblemente un cambio estructural en el modelo de desarrollo que ha definido a China en las últimas décadas. Los próximos meses serán cruciales para evaluar si esta apertura se convierte en una realidad transformadora o queda en una simple declaración de intenciones.