China ha lanzado una crítica frontal contra la Unión Europea, a la que acusa de haber intensificado de manera significativa y preocupante sus restricciones comerciales y económicas. A través de un portavoz del Ministerio de Comercio, Pekín ha expresado su "profundo descontento" por una serie de acciones que califica de claramente discriminatorias y contrarias a los principios de libre mercado y cooperación mutua. El punto central de la queja china radica en la denominada "ola de investigaciones" lanzada por la Comisión Europea contra empresas chinas bajo el pretexto del nuevo Reglamento de Subvenciones Extranjeras (FSR, por sus siglas en inglés).
Este mecanismo, diseñado para evitar distorsiones de competencia por ayudas públicas de origen extracomunitario, es visto por las autoridades chinas como "un instrumento selectivo y con un claro sesgo geopolítico". El portavoz destacó que estas investigaciones no solo generan incertidumbre jurídica, sino que "afectan gravemente a las inversiones y a las operaciones cotidianas de las empresas chinas en Europa, constituyendo de facto una barrera comercial adicional".
Además de las investigaciones bajo el FSR, el malestar chino se ha centrado en dos prácticas adicionales. En primer lugar, las llamadas "inspecciones por sorpresa" a plataformas digitales chinas, que Pekín considera una violación de principios de transparencia y equidad. En segundo lugar, y de manera especialmente grave, la exclusión sistemática de empresas chinas de los procesos de contratación pública dentro de los Estados miembros de la UE. "Se impide artificialmente y de manera injustificada que empresas altamente competitivas puedan concursar en igualdad de condiciones", señaló el portavoz, añadiendo que esta práctica "desvirtúa completamente las normas del mercado único".
La tensión comercial parece haber encontrado un nuevo frente con las recientes declaraciones del presidente francés, Emmanuel Macron, quien ha insinuado la posibilidad de desplegar aranceles europeos como contrapeso a los desequilibrios comerciales con China. Las autoridades chinas "han tomado nota con preocupación" de estas manifestaciones, que interpretan como un apoyo político de alta instancia a las corrientes proteccionistas dentro del bloque. En respuesta a este escenario, el Ministerio de Comercio chino ha hecho un llamamiento formal y urgente a la UE.
"Instamos a la Unión Europea a detener inmediatamente la represión irracional contra empresas con capital extranjero, incluidas las chinas, y a utilizar con la máxima prudencia y objetividad la herramienta FSR", declaró el portavoz. La petición va acompañada de la exigencia de que Bruselas "impulse un entorno empresarial justo, equitativo, no discriminatorio y previsible", condiciones que consideran esenciales para la continuidad de las relaciones económicas bilaterales.
La postura china, sin embargo, no se limita a la diplomacia. El comunicado visibiliza una advertencia explícita y de consecuencias: "China seguirá de cerca la situación y tomará todas las medidas necesarias para salvaguardar los derechos e intereses legítimos de sus empresas". Esta frase, recurrente en el lenguaje diplomático chino, se interpreta como una reserva del derecho a implementar contramedidas simétricas si la situación no cambia, pudiendo desembocar en una espiral de tensiones que pondría a prueba la resiliencia de las relaciones económicas entre los dos gigantes.
El enfrentamiento evidencia la profundidad de la fractura estratégica entre Bruselas y Pekín. Por un lado, la UE busca proteger su soberanía económica y tecnológica y corregir asimetrías comerciales percibidas. Por otro, China denuncia una campaña para contener su crecimiento y marginar a sus compañías en clave de competencia geopolítica. La resolución de este enfrentamiento, o su escalada, marcará el camino de la economía global en los próximos años.
