Es la noche del 4 de noviembre del 17. Hace justo 8 días que el Parlament ha votado la independencia, pero medio Govern ya está en prisión y el otro medio en el exilio. El consejo político de la CUP se ha reunido en Perpinyà. En un plató de TV3 debaten la socialista Eva Granados y el común Joan Mena. Un diputado ha aceptado mirarse el debate sentado entre el público para incorporarse más tarde a la conversación. Es un desconocido para esta masa que ahora sigue los debates políticos, aunque antes de este día, nuestro hombre ha tenido cuota mediática en la Sexta. Los anticapitalistas todavía no han decidido si se presentan al 21-D y, por lo tanto, tampoco se sabe que quien empieza a hablar ahora, cuando se lo pide el presentador, es el futuro número 1 de la CUP.

Carles Riera, 57 años, lleva camisa —y no las camisetas con mensaje de sus jóvenes predecesores—, bolígrafo en el bolsillo, barba blanca bien recortada, gafas, reloj a la izquierda y pulsera a la derecha. En el mismo lado que el pendiente. Podría ser un secundario de Merlí. Vocalización impecable, tono dialogante, movimiento de manos, discurso bien construido. Guante de seda en mano de hierro. Estos y estas. Libertad para los presos, golpe de estado del 155, movilización social, clases populares, destituir el régimen 78. Defensa de la República y programa social. Se sienta en la mesa. Eva Granados dice que "nadie quería la aplicación del 155". "Pues no haberlo aplicado", responde rápido y seco Riera. Y arranca el aplauso del público. "Sois cómplices del golpe de estado", y obtiene el segundo aplauso. Es la sorpresa de la noche.

Valga la anatomía de este instante para constatar dos cosas. Primera: la CUP, como ya hizo ERC con CiU, ha ganado la batalla de las ideas. El suyo se ha convertido en discurso mainstream. Segunda constatación: dice el amigo Jordi Basté que a la CUP son muy buenos con el "casting de OT" de los candidatos. Tiene una explicación. Los cupaires son políticos orgánicos, no en el sentido de partido, sino de organismo biológico pluricelular. Lo son las 24 horas del día de cada día de toda una vida. Y Carles Riera y Albert (@carlesral en Twitter) tiene en eso un recorrido de manual. Se podría decir que es un cupaire pata negra, pero la CUP es sólo la síntesis de una parte de un espacio político que viene de lejos, de cuando la izquierda independentista cabía en un cine.

 

Es aquel viaje que viene del PSAN, que rechaza la lucha armada de Terra Lliure y en la que a partir del MDT podemos encontrar ya el rastro de Riera en la Assemblea de Unitat Popular. Es todo este recorrido sinuoso con sus meandros de lo que sale también Catalunya Lliure, donde ERC pesca para engrosar la vía institucional, de los que a la larga crean Poble Lliure y Endavant, las dos principales organizaciones de la CUP. Y Riera pertenece a Endavant. Sí, la rama más partidaria de la lucha popular que de la institucional. La cara visible de la cual ha sido Anna Gabriel. Riera ya ha sido diputado desde octubre del 16, sustituyendo a Pilar Castillejo. Ahora, este crítico con el pacto con JxSí y con estar en el Parlament, ha acabado como cabeza de lista.

 

Pero Riera no sólo tiene todos los sellos del pasaporte político. Sociólogo, psicoterapeuta y activista, también los tiene en la militancia social. Se puede seguir su huella en la Fundación Pere Mitjans, la Fundación Randa, el Ciemen, la Fundación Desenvolupament Comunitari o la Crida. Pero a este sociólogo de la Cooperativa La Fàbrica lo que lo define es su trabajo como terapeuta gestalt. Una corriente humanista de la psicología que trata de acabar con la confrontación entre los militantes del cambio social y los practicantes del cambio personal. Porque entiende que son dos dimensiones de un mismo proceso de transformación. Eso es la CUP. La política como un todo.