En un rincón del Festival de Innovación de Canberra, una figura blanca se ha convertido en el centro de todas las miradas. No es ninguna celebridad ni un científico que dará una charla, sino un robot humanoide conocido como Pepper. Su misión es enfrentarse al público sin guion y descubrir cómo reaccionamos cuando la inteligencia artificial adopta un cuerpo físico. Te lo descubrimos a continuación.
Una charla con Pepper
Investigadores de la Universidad de Canberra han ideado un robot capaz de hablar, gesticular y mantener una conversación. Sin embargo, no querían experimentar dentro de un laboratorio, con lo que se propusieron observar lo que sucedía cuando un robot sale al mundo real y lo colocamos en mitad de un evento plagado de gente curiosa.
La experiencia, según lo narrado en el artículo de Interesting Engineering, fue realmente esclarecedora. Pero, eso sí, tendremos que decirte qué es Pepper, ¿verdad? Tal y como te comentábamos anteriormente, estamos ante un robot humanoide que ha sido modificado para capturar audio, transcribirlo, enviar la consulta a ChatGPT y responder mediante su motor de voz incorporado.
Dentro del Festival de Innovación de Canberra, los asistentes han podido acercarse, saludar, hacerle preguntas y recibir una respuesta más o menos fluida. Lo interesante, sin embargo, no fue tanto lo que el robot dijo, sino lo que provocó. El equipo de investigadores, tal y como se explica en el estudio publicado en la revista Nature, recogió los testimonios de 88 personas.

Muchos asistentes se maravillaron con Pepper, mientras que otros se sintieron algo incómodos. Cierta gente destacó el contraste entre su forma humanoide, con movimientos suaves y mirada directa, y sus respuestas a menudo mecánicas, lentas o desconectadas del contexto. Sin embargo, la interacción reveló cuatro grandes temas que pudieron ser analizados: mejoras, expectativas sociales, reacciones emocionales y percepción física del robot.
Algunas personas esperaban gestos más naturales, una mayor capacidad de escucha o, incluso, que Pepper entendiera sus expresiones faciales. Otros sugirieron que había que mejorar el reconocimiento de acentos y acortar los tiempos de espera. Como era de esperar, hubo gente que señaló que sería necesario incluir sensibilidades culturales, especialmente de comunidades indígenas.
Esta experiencia, eso sí, parece que destaca un punto clave en este sector: la aceptación social de los robots no depende solo de su rendimiento técnico, sino de cómo se integran en nuestras actividades cotidianas. Esperamos que respondan cuando les hablamos, que no interrumpan, que lean nuestras emociones y que respeten turnos. En resumen, esperamos que entiendan lo que significa ser humano. Pero, ¿estamos preparados para convivir con ellos? Y, sobre todo, ¿están ellos preparados para convivir con nosotros?