El 14 de julio de 2016, durante la celebración de la Fiesta Nacional francesa, un camión se lanzó contra la multitud congregada en Niza que veía los fuegos artificiales. 84 personas murieron en el atentado y se puso de manifiesto que la ciudadanía era muy vulnerable a este tipo de ataques mediante atropellos. El Estado Islámico animó a sus simpatizantes a usar este medio para atentar contra las sociedades occidentales, en cualquier sitio donde hubiera concentración de gente.

Alemania sería el objetivo de otro gran ataque en vísperas de Navidad. El 19 de diciembre de 2016 12 personas murieron en Berlín cuando un terrorista condujo su camión contra la gente concentrada a un mercado navideño.

Unos meses más tarde, el 22 de marzo de 2017, 4 personas morirían en un ataque terrorista con un todoterreno a Londres, en las puertas del Parlamento. Y unas semanas más tarde, el 7 de abril, el terrorismo yihadista golpeó Estocolmo, donde también hubo 4 muertos.

El 3 de junio tres terroristas yihadistas, en la zona del puente de Londres, atropellaron un grupo de gente y después se lanzaron a apuñalarlos: murieron 8 personas y hubo 40 heridos. El 9 de agosto un militante del Estado Islámico arrolló a un grupo de militares franceses en Levallois-Perret e hirió a seis.

El siguiente atentado masivo fue el de las Ramblas de Barcelona, en el que murieron 14 personas como consecuencia del ataque del 14 de agosto. Y en noviembre, en Manhattan, un conductor uzbeko con una furgoneta alquilada provocó la muerte de 8 personas antes de ser neutralizado de un tiro.

 

Foto de portada: imágenes del atentado de Londres. Efe.