Imagínese una situación tipo. Una conversación por WhatsApp con la pareja que, sin saber como, acaba en discusión. Una discusión tensa, como casi todas las discusiones, pero magnificada por el componente de no ver a la otra persona, ni de escuchar su la voz. Y de repente, silencio. Los nervios y la ansiedad se te comen por dentro porque tu interlocutor ha desaparecido a media conversación. Como si un monstruo hubiera engullido a tu pareja (o no). El caso es que no hay ningún tipo de respuesta ni de feedback. Esperas unos minutos prudenciales, quizás debatiéndote entre la preocupación y la histeria, pero la respuesta no llega. Intentas llamar, aunque nadie responde al otro lado del teléfono. Y más silencio. Eso sería un claro ejemplo de utilizar el silencio para castigar a la pareja, un término que también se conoce como ley del hielo. El objetivo claro es, lisa y llanamente: ignorar al otro. Y tal como describe la psicóloga María Esclapez en su nuevo libro, "la forma de abuso emocional más agresivo-pasiva que hay". Me quiero, te quiero (Bruguera, 2022) intenta explicar, a través de reflexiones y ejercicios prácticos, que nunca es tarde para aprender a ser consciente de las vivencias, amarse y valorarse, primero como persona, para después poder hacerlo como pareja.

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Me quiero, te quiero (Bruguera, 2022)

La ley del hielo es más frecuente dentro de la pareja, aunque también se pueden dar casos entre amigos o miembros de la familia. Las consecuencias, sin embargo, pueden provocar daños psicológicos a quien recibe este tipo de castigo. Dejar de responder mensajes es uno de los ejemplos más claros de este modo de castigo, pero no la única. Entre otros, tal como detalla Esclapez al capítulo de su libro que hace referencia a este tipo de abuso, también hay el no tener en cuenta lo que dice la pareja, pasar por alto las necesidades expresadas peticiones, hacer ver que no se escucha ni se atiende al otro o bien no responder a las preguntas o hacerlo con monosílabos. La psicóloga también remarca que también lo son la muestra de desinterés hacia lo que la otra persona hace o dice, deshacer planes y no mostrar afecto e ignorar de manera consciente la expresión emocional de dolor o sufrimiento de la otra persona. Es decir, hacer un esfuerzo por verbalizar una serie de sentimientos o emociones internas y que tu interlocutor –o interlocutora, está claro– simplemente pase de ti. De los sentimientos, del esfuerzo y de todo. Silencio. Cero.

¿Sin embargo, por qué se comportan así estas personas? ¿Qué sacan de castigar al otro? No hay una respuesta universal. Esclapez, que también es sexóloga y divulgadora en las redes sociales, constata que la persona que realiza la acción puede hacerlo porque cree que los mensajes que está ignorando no tienen ningún tipo de importancia o bien porque no tiene los recursos ni los argumentos necesarios para poder responder de forma adulta a los planteamientos expuestos. Es posible que no sepa desencallar la situación y opte simplemente por desaparecer. Según la experta, lo que busca es que el comportamiento que le resulta molesto de la otra persona tienda a desaparecer.

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Una pareja discute / Unsplash

Las consecuencias

Sea como sea –y como no podría ser de otra manera–, todas estas acciones tienen consecuencias. Primeramente, en la relación, pero también hacia la persona que sufre este tipo de conducta agresivo-pasiva. La relación se resiente porque este comportamiento hace que la pareja tenga una capacidad baja para resolver conflictos, que los problemas se enquisten y que la comunicación sea muy pobre. Otra de las consecuencias, que  además, puede ser bastante peligrosa y recoge en el libro, es que esta situación puede comportar en una dependencia emocional importante, porque ahora te hago caso y ahora no te hago. O en otras palabras, una de cal y otra de arena. Y mientras tanto, la persona que lo recibe, va haciéndose más pequeña y recoge más miedos e inseguridades para no entender el comportamiento de la pareja.

De hecho, una de las consecuencias en la víctima es, tal como recoge este capítulo, la incertidumbre, el estrés, la ansiedad y la tristeza que produce recibir un 'castigo' como este. También entran factores en juego como la baja autoestima e inseguridad, y los bucles intentando entender qué se ha hecho mal y qué no. Además, claro está, de tener una preocupación constante y dejar de hacer ciertas cosas por miedo que la otra persona se enfade.

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Árbol en medio del desierto / Unsplash

La estrecha relación con el 'ghosting'

La autora explica a través de una experiencia personal suya, la estrecha relación entre el ghosting y la ley del hielo. El ghosting es la práctica de dejar de tener cualquier tipo de comunicación con una persona con quien tienes una responsabilidad afectiva sin previo aviso o comunicación. Es posible, por ejemplo, estar conociendo a alguien, haber tenido un par de citas o incluso seis meses de relación y de repente, adiós. Bien, de hecho ni eso. De un día por el otro, desaparecer sin más. ¿Pero qué hace que una persona se vaya sin dar ninguna explicación? Esclapez comenta que una de las posibilidades podría ser por miedo al compromiso, por falta de responsabilidad afectiva o porque evita enfrentarse a situaciones que le producen incomodidad. Ahora bien, el hit estrella de la experta es constatar que la persona que hace este tipo de acciones no tiene ningún tipo de interés en la relación. A veces estaría bien seccionar los cerebros para ver los cuales hay exactamente dentro de las mentes pensantes para entender las causas y las consecuencias. De momento, sin embargo, hasta que eso sea posible, siempre quedará ser conscientes de lo que vivimos y de quién tenemos a nuestras vidas.

 

Imagen principal: un hielo (estalactitas) que (también) pincha / Unsplash