El Gremi de Pastisseria de Barcelona calcula que este año los catalanes comerán más de 900.000 roscones de Reyes, una cifra similar a la del año pasado. El presidente del gremio y pastelero de Castellterçol (Moianès), Elies Miró, ha explicado a la ACN que el público cada vez es más consciente de lo que come y busca opciones artesanas en contraposición al roscón del supermercado, que tiene una vida mucho más larga alimentada por los conservantes artificiales.

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Aunque hay espacio para la innovación, la previsión es que el roscón de mazapán siga liderando las ventas, seguido de los roscones rellenados de nata, crema o trufa. En cuanto a los precios, el precio medio para una familia de cuatro a seis personas rondará entre los 25 y los 30 euros.

El presidente del gremio de pasteleros de Barcelona y provincia, Elies Miró, ha asegurado que el roscón se hace como antes, con varias horas de elaboración y fermentación y sin añadir conservantes ni colorantes artificiales. "Es una revalorización del producto artesano, más saludable, sin conservantes ni colorantes artificiales y recién hecho", ha explicado Miró. Las cifras de ventas se prevén similares a las del año pasado, aunque podría haber un cierto ascenso, ya que la fiesta cae en fin de semana, ha señalado al pastelero. En términos generales, Miró ha explicado que los pasteleros están satisfechos de cómo les han ido las fiestas y ha valorado que, a falta de la del roscón, la campaña de Navidad ha sido "buena".

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Precisamente, el roscón de Reyes es uno de los dulces de las fiestas de Navidad que se mantiene más arraigado a la tradición. "El roscón es el dulce que culmina la fiesta", ha destacado Miró. "Cuando ya se han abierto todos los regalos, todo el mundo está contento y se ha comido, el roscón es el punto y final", ha remachado.

Como siempre, el de mazapán volverá a ser el más vendido, aunque cada año crecen las ventas de roscones con rellenados de nata, crema o trufa. Aunque los dulces clásicos son los que más salida tienen, también se encontrarán novedades en las pastelerías de los barrios y pueblos. De esta manera, en algunos casos, el típico dulce también apuesta por reinventarse, sobre todo en la cuestión de los rellenos. Por ejemplo, algunas pastelerías ofrecerán rellenos de frambuesas o nata con fruta de la pasión.

El roscón de Reyes es una pasta de brioche rellenada de mazapán, nata, crema o trufa. Según ha relatado el presidente del Gremi de Pastisseria de Barcelona, todos los ingredientes que se utilizan son frescos y de calidad y la elaboración es manual. De hecho, la mayoría de pasteleros elaboran este dulce entre los días 5 y 6 de enero, ya que, según ha apuntado Miró, "el brioche es un producto que tiene que estar recién hecho para que sea bueno". Elaborar un roscón artesanal es un proceso largo y comporta entre cuatro y seis horas de preparación, fermentaciones y cocción.

¿Quién paga el roscón?

La tradición dice que quién encuentra la figura del rey, lucirá la corona, mientras que quién encuentre el haba en su porción de pastel, tendrá que pagar el dulce del año siguiente. Con todo, sin embargo, Miró ha explicado que eso no suele ser así. "El roscón lo paga quien lo tiene que pagar, a pesar de la bromaa de ver a quien le toca el haba". "El año siguiente vuelve a venir el o la cabeza de familia y vuelve a comprar el roscón, y del miembro de la familia a quien le tocó el haba el año anterior ya ni se acuerdan", ha relatado.

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La costumbre de comer este dulce se remonta a la tradición católica, para conmemorar la llegada de los Reyes de Oriente, aunque también se cree que tiene raíces paganas. De hecho, el origen se sitúa en las fiestas de invierno que hacían los romanos, donde se servían unas cocas con higos, dátiles y miel. Fue en el siglo III d.C. cuando se introdujo el haba, símbolo de prosperidad y fertilidad. La costumbre quedó muy arraigada en Francia, donde en el siglo XVIII un cocinero quiso sorprender a Luis XV introduciendo una moneda de oro dentro del roscón. Desde entonces, la sorpresa más preciada es la moneda (que después sería una figurita) y no el haba, convertida en un símbolo negativo que, en nuestra casa, obliga a pagar el roscón del año siguiente.