El criminal era una persona solitaria. Vivía en una barraca en medio del bosque de Guanta, en Sentmenat (Vallès Occidental) y tenía una extraña fijación con el zodíaco. El hombre de 55 años y nacionalidad rumana escogía el día que se perpetraría el robo después de consultar las predicciones del horóscopo. El ladrón se encargaba de hacer el pequeño agujero en la pared para acceder a los objetivos. Su experiencia como contorsionista en las Ramblas convertía el trabajo en un coser y cantar. Sólo necesitaba apoyo en la vigilancia con el fin de poder entrar y salir sin levantar sospechas.

La banda que conformó este ciudadano rumano consiguió realizar con éxito una veintena de robos en establecimientos de Barcelona antes de que la policía los detuviera. Los demás integrantes del grupo eran dos hombres de 26 y 46 años de nacionalidad española y una mujer venezolana de 24 años. El juez decretó el ingreso en la prisión de los dos principales miembros y dejó en libertad con cargos el resto.

Origen en Valencia

La investigación policial se remonta al pasado 14 de octubre. Los Mossos d'Esquadra se hicieron cargo de un caso de robo en un bar del distrito de Nou Barris en que los autores habían accedido haciendo un agujero desde la porteria del edificio vecino. Las indagaciones iniciales permitieron identificar el vehículo que habría utilizado la banda para huir del lugar de los hechos, un todoterreno de grandes dimensiones de color rojo. El conductor del coche resultó ser un viejo conocido de la policía, con antecedentes por delitos similares en el 2016 en Valencia, donde parece ser que se conformó el grupo criminal.

Esta información permitió los agentes constatar que desde el pasado marzo se habían denunciado varios robos con fuerza con el mismo modus operandi y que no se trataba de un caso aislado. El grupo detrás de estas entradas en locales preparaba meticulosamente cada golpr y seleccionaba los objetivos después de comprobar si se podía acceder a los bares a través de la escalera del edificio contiguo sin ser descubiertos por los vecinos. Tenían una especial predilección por establecimientos regentados por ciudadanos asiáticos y se pasaban días vigilando a los propietarios y trabajadores para determinar sus horarios.

Briefing

Una vez determinado el objetivo, el líder de la banda consultaba el zodíaco para escoger qué día era más favorable para perpetrar el robo. Reunía todo el grupo en la barraca que había construido en Sentmenat y les explicaba durante varías horas como se llevaría a cabo el golpe y qué rol tenía que adoptar cada miembro. Llegado el día, los integrantes se desplazaban hasta el lugar utilizando dos vehículos todoterreno. Uno de los criminales aparcaba el coche cerca del bar y se quedaba vigilando la calle con un perro con el fin de pasar desapercibido. Los dos miembros más jóvenes entraban en el edificio y vigilaban en la escalera para alertar de la presencia de algún vecino.

Mientras el resto vigilaba los accesos, el hombre rumano se escondía en el cuarteto de la luz o incluso en el pequeño habitáculo bajo el ascensor y empezaba a abrir el agujero a través del cual accederían al local. Sus habilidades de contorsionismo le permitían mantenerse en posturas complicadas durante las horas que podía tardar al realizar la abertura, para la que utilizaba herramientas sofisticadas. El proceso era lento con el fin de no alertar ni a los vecinos ni a los trabajadores del local. Cuando el agujero era lo bastante grande, el ladrón entraba en el establecimiento y se apropiaba del dinero de la caja registradora y las máquinas de tabaco y también se llevaba aparatos tecnológicos de todo tipo.

Donativos

Según ha explicado el jefe de investigación de los Mossos d'Esquadra en Nou Barris, se estima que los ladrones habrían podido hacerse con una cantidad sustancialmente superior a los 100.000 euros. El Juez Instructor que lleva el caso autorizó dos entradas en domicilios. La primera fue en la barraca del bosque en Sentmenat, donde residía el hombre rumano. Durante el registro, los agentes encontraron un dietario donde el ladrón anotaba detalles de los robos realizados, junto con mapas y otras características de los locales violentados. También se encontraron recibos que indicaban que una pequeña parte de las ganancias de la banda había sido invertida en donaciones a ONGs como Acnur o la Cruz Roja.

El otro registro se produjo en Castellar del Vallès donde se pudo detener el otro responsable del grupo y donde los agentes localizaron el perro que acompañaba siempre al grupo.