Este año, en casa, estamos muy contentos con Jana y Pol. No solo porque han sacado buenas notas, sino porque han adoptado el hábito de leer cada día antes de ir a dormir. Es por eso que hemos decidido hacerles una gran sorpresa.
A las 7 de la mañana de un sábado, Marta y yo hemos despertado a los pequeños de casa para, supuestamente, ir a comprar una nueva nevera. Los críos, claro está, se han levantado malhumorados y desde el primer momento han empezado a cuestionar la necesidad de despertarse tan temprano para comprar una nevera.
Afortunadamente, a Marta se le ha ocurrido justificarlo, indicando que "se tiene que ir muy temprano porque si no encontraremos a mucha gente". Ahora bien, la cosa se ha complicado todavía más cuando Jana ha preguntado por qué queremos una nevera nueva si recientemente hemos comprado una. Marta, rápida una vez más, ha encontrado una razón creíble: "porque los abuelos necesitan una nueva, se les ha estropeado la que tienen".
Sin más preguntas, pero con protestas y quejas, nos hemos subido al coche para salir de Barcelona en dirección a PortAventura World. Al cabo de tres cuartos de hora de coche, Jana y Pol, que son muy espabilados, han empezado a sospechar. “¿Cómo es que tardamos tanto en llegar al centro comercial? Nunca tardamos tanto rato", ha preguntado Pol. Y Jana, poniendo más leña al fuego, ha asegurado: "No recuerdo este camino y mira que hemos ido veces". Pronto, el trayecto se ha convertido en un interrogatorio. Ni siquiera la música de The Tyets les ha distraído.

A medida que hacíamos kilómetros, la mentira chirriaba más. Hasta que, llegando al PortAventura World, Jana ha visto la famosa montaña rusa del Shambhala desde la ventana del coche. "¡Mira, Pol, mira, el Shambhala!", ha gritado repetidamente. Pol se ha sumado a ella exclamando: "¡Y el Dragon Khan al lado, Jana, mira, mira!". Excitadísimos, nos han bombardeado con una sola pregunta: "¿Vamos al PortAventura, vamos al PortAventura?".
Cuando parecía que ya no teníamos más remedio que reconocer el verdadero propósito del viaje, Marta ha decidido no darse por vencida hasta llegar a las puertas del parque temático: "¿Al PortAventura? ¡Sí, hombre, más quisierais! Vamos a un centro comercial de Tarragona porque la nevera que buscamos solo se encuentra allí". La réplica de Marta les ha caído como un cubo de agua fría, han enmudecido. Un silencio sepulcral que se ha alargado hasta el cartel de 'Bienvenidos' de la entrada del parque de atracciones. Al verlo, han estallado de alegría, abrazándose, riendo, y dando botes en los asientos del coche. "¡Nos habéis engañado, estamos en el PortAventura!", gritaba Jana, mientras Jan sacaba la cabeza por la ventana, gritando: "¡Sííí!" Mientras tanto, Marta y yo reíamos, reíamos mucho. "¿De qué manera os hemos enredado, eh?", decía Marta con tono burlón.
Una vez dentro del parque y habiendo conseguido que se calmaran un poco, nos hemos hecho una fotografía delante de la estatua de Woody, la mascota del parque. Acto seguido, hemos salido disparados detrás de los niños, que querían llegar al 'Sésamo Aventura' cuanto antes mejor (nos esperaban Epi, Blas y Elmo). Eso sí, de camino, nos han hecho prometer que cuando sean mayores volveremos de nuevo para que puedan subir al Furius Baco, una atracción imponente y rapidísima que se encuentra en el Mediterráneo, zona que hay que cruzar antes de llegar al espacio infantil dedicado a Barrio Sésamo.

Llegados a Sésamo Aventura, que se encuentra entre la zona de la Polynesia y de China, Jana y el Pol se han vuelto completamente locos con la gran cantidad de atracciones que hay, los decorados, la ambientación... ¡Alucinan! Una de las atracciones que más les ha gustado de Sésamo Aventura es el 'Street Mision', una aventura a bordo de un vagón a oscuras que te convierte en detective durante unos instantes. Equipado con una especie de mandos que disparan, vas recorriendo diferentes escenarios de Barrio Sésamo, con la misión de hacer diana en diferentes objetivos y de esta manera sumar puntos para conseguir pistas para resolver el misterio: encontrar la gran galleta.

Otra atracción que nos ha encantado (sí, a los padres también) es 'El Salto de Blas', una caída libre muy particular. Y es que para elevarte tienes que estirar una cuerda y, cuando crees que ya has subido lo suficiente, soltarla para caer. Pero esto no es todo, mientras subes y bajas, la atracción va dando vueltas. ¡Tenéis que probarla, es divertidísima! Ah, y el 'Coco Piloto', esta tampoco os la podéis perder. En ella, subirán encima de un avión que transcurre por encima de un raíl (elevado a una altura considerable) los diferentes rincones de Sésamo Aventura. Si fuera por Jana y Pol, habríamos pasado el día en el Sésamo Aventura, pero los hemos convencido de que el PortAventura World es mucho más grande y que hay muchas otras cosas por ver. Antes de abandonarlo, sin embargo, hemos comido una hamburguesa deliciosa en 'La cocina de Epi'.

Pues bien, con la barriga llena hemos seguido avanzando en dirección a China, sin embargo, antes de llegar hemos hecho una parada en el Angkor, una atracción de agua de la Polynesia que nos habían recomendado. Encima de una embarcación, recorres la jungla de la Polynesia , disparando agua a nativos de la selva y animales a fin de que se aparten de tu camino. Pero, además, cuando llegas a la zona más sinuosa del recorrido, las barcas se juntan y empieza la batalla final. En esta disputa, el resto de embarcaciones, así como la gente escondida entre la vegetación y las playas, también te podrán disparar con las pistolas de agua para hacerte imposible el desembarque.
Bien, una vez llegas a China, que, por cierto, incluso tiene una réplica a más pequeña escala de la muralla china, lo que más llama la atención es el Dragon Khan y el Shambhala, dos vertiginosas montañas rusas que todavía impresionan enormemente a Jana y a Pol. No hemos pasado demasiado tiempo en China porque Jana y el Pol tenían muchas ganas de subir a los 'Potrillos' de la zona de México (ya tenemos excusa para volver a PortAventura World). Son caballos que avanzan a través de un raíl entre vegetación densa y tierras exóticas, teniendo que superar obstáculos. Si consiguen completar el recorrido, tal como hicieron Jana y el Pol, conseguirán el carné de jinete, un reconocimiento a los más aventureros de PortAventura World.
Después, nos hemos dirigido al Far West y lo primero que han hecho los niños al llegar ha sido subir al Carousel, los famosos caballitos de PortAventura World. Pero claro, como en PortAventura World el tiempo vuela, nos han faltado horas para descubrir todo el Far West. Cuando he mirado el reloj, ya eran casi las 19, hora de cerrar.
Sin embargo, incluso abandonar el parque ha sido un espectáculo. Y es que nos hemos sumado a la PortAventura Parade para desfilar con carrozas, música, artistas e iconos del parque como Woody y Epi y Blas hacía la salida. ¡No hay mejor manera de poner fin a un día lleno de emociones!
Volveremos, Jana y Pol se encargarán de insistir para que sea más temprano que tarde. ¡Hasta la próxima!